sábado, 10 de diciembre de 2011

Estimadísimos lectores, el artículo que hoy pretendo exponer, no es quizá tan filosófico como sus predecesores, ya que en esta fantástica ocasión me dispongo a presentarles una crítica acerca de los buenos y malos novelistas. Sería achacable y aceptable una dura apreciación a mi básica calificación adjetival, ya que las cosas no son buenas y malas simplemente, existen millones de matices adicionales que enfatizar, de manera que es excesivamente general lo que me dispongo a expresarles.

En esta ocasión he decidido ser claro y profundo. Algunos de ustedes si tuviesen la oportunidad de escribir conjuntamente el artículo, afirmarían que no hay buenos ni malos escritores, simplemente gustos, pues me temo que les diría que se equivocan rotundamente.

Si hubiese de definir bajo mi criterio a un buen novelista, lo haría del siguiente modo: “Escritor que reúne cualidades tanto creativas como de estética expresión literaria”. Explicando más detenidamente la definición, diría que un buen autor debe ser forzosamente muy creativo, pues tal característica es una de las principales esencias del novelista. Sin embargo la creatividad no es suficiente para dar calidad a una novela, el correcto uso de vocabulario ha de estar acompañado de una rica expresión literaria, capaz de provocar las sensaciones pretendidas.

Ahora le llega el turno a la definición de mal novelista: “Escritor que carece de alguna o todas las características de un buen novelista”. A pesar de esto, existen pésimos novelistas que se encuentran disfrazados de talentosos debido a su amplia comercialidad, característica muy relevante pero no definitoria de un buen o mal novelista. Es por todos sabido que me hallo en lo cierto, pues quien no ha sido testigo de como una novela se convierte en best-seller siendo un completo bodrio, una obra pobre en vocabulario, con una gramática denunciable ante la policía, pero sin embargo con un argumento polémico o interesante capaz de ocultar las carencias mencionadas. Esto es ampliamente usual queridos lectores, libros con argumentos fascinantes pero horrendamente escritos, y diría que a propósito, pues estoy comenzando a temerme que la descuidada y básica escritura es más fácil de comprender, desembocando esto en una llegada más amplia a las masas, de manera que la penosa escritura se convierte en sinónimo de comercialidad.

Fruto de todo ello, cada vez en mayor medida son infravalorados geniales escritores de ficción, y esto es una tendencia claramente desmoralizante, pues el estupendo novelista cuando plantea la creación de su novela quizá debido a esta propensión comience a cuestionarse si vale la pena darlo todo en la creación de una obra de arte literaria, o quizá es más provechoso trabajar en una novela de calidad literaria elemental, por no adjetivarla de otra manera, y dedicar todo su titánico esfuerzo en hallar el asunto que pueda apasionar al consumidor, asegurándose así el baño de masas tan codiciado por muchos.

Escrito por Jesús Kuicast.

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