sábado, 11 de enero de 2014


En el contacto con los otros me descubro yo, ya que en el juego de la vida es en la interacción donde puedo comprenderme.

Lo que me gusta de los otros es lo que aprecio de mí y lo que me disgusta son zonas mías sin aceptar, puesto que los otros me ponen espejos de mí misma. Lo que no me pertenece me pasa desapercibido y me resulta indiferente.

Por eso salgo del bucle de culpabilizar a los demás de mi malestar y miro dentro de mí para darme cuenta sobre lo que tengo que actuar.

Alguien que se sobrepasa conmigo quizá me habla de mi incapacidad de poner límites o de abrir las puertas de mi intimidad indebidamente....

Intentar cambiar a los demás es semejante a querer mover una montaña de sitio empujándola. Solo puedo actuar sobre mí. Nadie puede cambiar a nadie.
Y la magia de la vida hace que todo alrededor se transforme cuando lo hago yo.

Al navegar con mi barco por el océano de la vida, solo el manejo de mi propio timón en las tormentas evitará la colisión con otras naves.
 
Mariví




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