En
el contacto con los otros me descubro yo, ya que en el juego de la
vida es en la interacción donde puedo comprenderme.
Lo
que me gusta de los otros es lo que aprecio de mí y lo que me
disgusta son zonas mías sin aceptar, puesto que los otros me ponen
espejos de mí misma. Lo que no me pertenece me pasa desapercibido y
me resulta indiferente.
Por
eso salgo del bucle de culpabilizar a los demás de mi malestar y
miro dentro de mí para darme cuenta sobre lo que tengo que actuar.
Alguien
que se sobrepasa conmigo quizá me habla de mi incapacidad de poner
límites o de abrir las puertas de mi intimidad indebidamente....
Intentar
cambiar a los demás es semejante a querer mover una montaña de
sitio empujándola. Solo puedo actuar sobre mí. Nadie puede cambiar
a nadie.
Y
la magia de la vida hace que todo alrededor se transforme cuando lo
hago yo.
Al
navegar con mi barco por el océano de la vida, solo el manejo de mi
propio timón en las tormentas evitará la colisión con otras naves.
Mariví
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