martes, 22 de julio de 2014



Estimadísimos y venerables lectores, como de costumbre me hallo ante sus excelencias, dispuesto a opinar sobre el mundo que nos rodea. Me ha sido encomendada una gloriosa tarea por aquel que "todo lo puede". Ocasionalmente mis breves tratados o artículos son duramente criticados por los despiadados "Señores de la falacia". Gentes intransigentes que mantienen su mente sellada, individuos incapacitados para cambiar en aras de progresar. El tema que hoy me concierne es de gran importancia para la actual sociedad posmoderna. Sin más dilación en el día de hoy abordaré el asunto de la violencia en los videojuegos.

Desde hace algunas décadas las videoconsolas se han ido haciendo un hueco imprescindible en los hogares españoles. Los niños y niñas poseen sus propias "máquinas de entretenimiento" mediante las cuales se transportan a mundos singulares, y experimentan cosas que en la vida real son irrealizables. Las videoconsolas cumplen un gran papel a la hora de divertir y distraer a nuestros pequeños, que ávidos de actividades precisan de continuos estímulos externos. Sin embargo las videoconsolas también presentan un lado ciertamente oscuro, pues como todo en la vida, existe una parte positiva y otra negativa. A medida que la potencia audiovisual de las videoconsolas está avanzando así como sus nuevas capacidades de interconexión para con otros usuarios a través de la red, nuestras pequeñas criaturas están convirtiéndose en adictos del mundo virtual. Esto conlleva serias consecuencias para el positivo desarrollo emocional y social de los niños. La mayoría de los videojuegos presentan una temática violenta, ambientados en mundos feroces donde la violencia es un atributo fundamental para sobrevivir. Esta suerte de entretenimiento posmoderno contribuye al desarrollo de una conducta apática y belicosa en los niños.

Todo videojuego a la venta legalmente ha de cumplir con la normativa europea de advertencia de edad recomendada para el uso del mismo. Sin embargo los padres de las criaturas infantiles, desinformados y despreocupados por el crucial asunto, asienten ante los deseos irrazonables e impetuosos del niño en la compra de videojuegos donde la principal y única diversión es la muerte. ¿No deberían los progenitores estar concienciados sobre la educación de sus hijos?,¿no sería benigno para la sociedad una educación asentada sobre los pilares del "entretenimiento saludable"?,¿es lícito que un niño crezca versado en las artes del asesinato, aunque sea virtual?

Queridísimos y devotos lectores, nos hallamos inmersos en un colosal problema. Algunos se aventuran a pensar que el entretenimiento virtual no es vinculante para la vida real, y se posicionan a favor de la libertad del menor para elegir con el consentimiento de sus tutores legales el videojuego que más le divierta. Esto es un grave error que ya nos está pasando factura, y que en un futuro no demasiado lejano será causa de catástrofes sociales. Los niños deben crecer estimulados por la positividad y la bondad. Los videojuegos deben estar ambientados en mundos de fantasía constructiva, y presentar a personajes caracterizados por atributos amorosos, sensatos y responsables. El entretenimiento del niño debe ser una oportunidad didáctica para fomentar los valores más hermosos del ser humano.

Queridos hermanos, yo os exhorto a promover los valores fraternales y afectuosos entre niños y adultos, así como a rechazar todo aquellos que incite a la violencia, al odio y a la desesperación.

Artículo escrito por Jesús Kuicast.

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