Estimados y loables lectores de
todo el mundo, un día más sin el más mínimo descanso reflexivo, me dispongo a
transmitir mis consideraciones sobre los
asuntos que rigen la vida. Después de horas de ardua y profunda introspección,
además de días de divina oración, he arribado a la conclusión de la necesidad
de tratar un asunto de vital importancia para la fraternidad universal. En
ciertas ocasiones obviamos abordar dilemas que creemos solucionados, problemas
que se perdieron en la noche de los tiempos. No obstante, lo que para unos
puede ser obvio, quizá para otros puede haber de no serlo. Con la firme
determinación de propugnar el bien hasta los confines de la tierra, hoy me ha
sido encomendado el noble menester de abordar una certeza: El racismo se cura
viajando.
En los siglos pasados el racismo
fue una actitud propia del hombre blanco. El simple hecho de tener otro color
de piel significaba pertenecer a una estirpe humana caída e inferior. Gentes
negras: manchadas por la oscuridad. Los pueblos europeos no dudaron en
considerarse superiores, e incluso los más radicales llegaron a afirmar que el
pueblo blanco era el único escogido por Dios, dada su supremacía mortal e
intelectual. Las personas de piel negra eran juzgadas absolutamente como defectuosas
e insignificantes, y habían de ser subyugados a la voluntad de la áurea raza
blanca. Durante centurias los pueblos negros fueron sometidos de manera vil y
salvaje por los autoconsiderados “Dioses de la Tierra”. Charcos de sangre
derramados en honor a un simple color de piel. Aquellos que no fueron
exterminados fueron convertidos en penosos esclavos. Eran vendidos y comprados
como si de objetos se tratara, algo tremendamente cruel, injusto,
infundamentado e inhumano. Los pilares argumentales que sustentaban y sustentan
la ideología racista, parten de premisas equivocadas; por lo que cualquier teoría
racista pasada, actual y futura fue, es y será absolutamente falaz. ¿Cómo es
posible que algo tan absurdo como el racismo haya sido abrazado ideológicamente
por brillantes mentes de la humanidad? Sólo se me ocurren dos explicaciones
para tal protervo suceso: fanatismos basados en traumas infantiles o individuos
con pretensiones dominantes.
Aquella persona que es capaz de
sentir aversión por una persona con un color de piel distinta, está
completamente enferma mentalmente. ¡Cuánto han sufrido los negros a través de
los siglos por ineptos sobresalientes!, ¿es factible la existencia
contemporánea de individuos con tal errónea convicción? No, tolerancia cero
ante aquellos que odian en nombre de la idiotez supina.
El racismo no sólo halló como
enemigos a los individuos de raza negra, sino a judíos, gitanos, árabes,
bereberes…Mas fundamentalmente hemos de destacar el auténtico odio milenario
que se ha producido hacia los negros y judíos. Hitler hizo gala de su locura
paranoica exterminando a más de seis millones de judíos, amén de gitanos,
negros y otros... El "diablo alemán" sembró el terror en el mundo
entero por su ideología demoniaca que propugnaba el odio más extremo hacia lo
desemejante. No obstante, antes de la arribada del frustrado y malévolo Hitler,
ya había sido sembrado el odio entre humanos distintos. Los Reyes Católicos en un
heroico intento por cohesionar España, expulsaron a musulmanes y judíos en aras
de alcanzar la total homogeneidad racial, cultural y religiosa. Desde la muerte
en la cruz de Nuestro Señor, se originó el antisemitismo. Un pueblo que había
pedido a los invasores romanos exterminar a su propio congénere judío: aquel
que se autoproclamaba hijo de Dios y Rey de los judíos. Sin embargo era plan
que había de cumplirse por designio divino, y los judíos un instrumento
necesario para su cumplimiento.
Pasados dos milenios, en un
profundo estudio teológico cristiano, arribamos a tales verídicas conclusiones.
Mas en el pasado, las grandes masas cristianas siempre vieron en los judíos a
un pueblo codicioso, usurero y asesino del Dios
hecho hombre.
Tampoco hemos de olvidar a los
gitanos, un grupo de tribus hindús, que emigraron de manera masiva desde su
lugar de origen hacia Europa, transformándose un pueblo nómada que era
repudiado y marginado por los europeos. ¡Cuánto temer a lo diferente!, ¡cruel
fratricidio humano!
Queridos hermanos, yo os
exhorto a reflexionar sobre lo escrito en este breve y humilde tratado en pos
de la tolerancia. El Señor instauró la diversidad en el cosmos, y si el
Omnisciente, Omnipotente y Omnipresente lo determinó así, fue para inducir a
sus hijos a poseer el hermoso e imprescindible atributo de la tolerancia
universal. El racismo se cura viajando.
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