Feliz día del Señor mis estimados
y digno lectores, un día más me hallo rebosante de orgullo y satisfacción. Como
es mi deber, en el día presente proseguiré en mi loable y sempiterna labor
articulista. Pues los verdaderos triunfadores jamás descansan, el descanso fue
creado por y para los mediocres. Aquellos que amamos lo que hacemos jamás
precisamos de apenas descanso. Fidedignos seguidores, el tema que hoy me
concierne es tremendamente controvertido, pero más aún lo es mi opinión al
respecto. Mis desdichados detractores anhelarán y procurarán mi pronta
desaparición de la faz de la Tierra, mas habrán de saber que jamás me ausentaré
del mundo, mientras exista un sólo cristiano en el universo. Sin más dilación
procederé a abordar el asunto que me ha sido encomendado: ¿Es apropiado
que un hombre y una mujer se besen en plena calle? Absolutamente no. Es un acto
vulgar de escaso civismo.
Actualmente la humanidad se halla
confundida y perturbada por los grandes poderes conspirativos. Seres robóticos
destinados a sucumbir en el pecado incesante. La autoridad moral suprema se ha
esfumado, como el humo con la brisa de la tormenta.
La moralidad y la belleza
provienen de Dios, ambas están intrínsecamente ligadas. Lo moral es bello y lo
inmoral es monstruoso. Atrás quedaros las doradas épocas del nacional
catolicismo, tiempos memorables por la excelsa rectitud moral de la que gozaba
población nacional. Antaño era posible pasear por las calles, y disfrutar de la
jovialidad que se halla en la perfección moral. Uno podía pasear tranquilamente
por sendos parques, sin temor a encontrar a dos descerebrados ejecutando actos
impropios, reservados en su integridad a la intimidad más discreta.
Los niños contemporáneos están
habituados a visualizar violencia en los dibujos animados contratados por las
televisiones. Los videojuegos cruentos y despiadados en su contenido, son
jugados por niños que habrían de estar aprendido a leer la biblia infantil, o
si ciertamente muestran un gran interés por los videojuegos, los padres deberán
escoger aquellos juegos que posean contenidos instructivos y didácticos.
Nuestras criaturas también han de padecer la zafiedad que se halla presentes en
paneles públicos donde son anunciados centros de alterne, antros del vicio más
perverso. Una colosal vergüenza para un país que fue modélico en el civismo
ético. En tiempos virtuosos existía una apropiada ley que se encargaba de los
vagos y maleantes, óbices para el progreso y seguridad de las urbes cristianas
de la gloriosa España.
¿Cualquier tiempo pasado fue
mejor? No necesariamente, mas en el caso de España me aventuraría a afirmar que
sí. Los años se han sucedido velozmente desde que el traidor de Juan Carlos I
de Borbón asumiera la jefatura del estado, con el decidido ánimo de delegar su
poder en manos de otros y así poder dedicarse en cuerpo y alma a sus aficiones
más excéntricas e inapropiadas (¿Qué
esperar de un Borbón?). La desaparición de la censura en la cultura, educación
y medios de comunicación fue un tremendo logro de la masonería, una victoria
cosechada por las fuerzas del caos. Vigentemente cualquier tipo de contenidos
audiovisuales y escritos arriban a nuestras casas por medio de los televisores,
ordenadores, tablets o smartphones. Mayores y niños comienzan a mostrar claros
síntomas de laxitud moral, que es el principio de todo pecador empedernido.
Aquellos que siguen literalmente los mandamientos de Dios, y se rigen mediante
el sentido común racional iluminado, saben y comprenden como vivir e imponer la
amorosa, misericordiosa y recta disciplina moral cristiana. ¿Acaso hay derecho
a que un padre pasee con su amado hijo por una tranquila y segura calla, y haya
de encontrarse con dos maleducados y groseros adultos besándose en público? ¿La
criatura tiene la necesidad de contemplar un espectáculo propio de la
privacidad? Los niños deben ser protegidos en todos los ámbitos existenciales,
han de ser sometidos a una hermosa, colorida y amorosa educación en Dios. El
estado debería reestablecer la censura, con el cristiano objetivo de purificar
las almas de los españoles. Los videojuegos que no sean constructivos
psicológica y espiritualmente para los niños. han de ser prohibidos, así como
las películas, música y libros.
Los adultos deberían apreciar el
arte sacro, deleitarte con las maravillas del arte cristiano. Un arte centrado
en la belleza sublime. No hemos de olvidar que la representación de la belleza en
el arte es fundamental para propagar el bien moral, mientras que el arte
grotesco, oscuro y caótico ha de ser censurado y destruido por inducir a
lo inmoralidad más plena.
Queridos hermanos y hermanos, yo
os exhorto a leer Las Santas Escrituras diariamente, a reflexionar con la ayuda
de la Santísima Virgen María sobre lo aprendido en ellas, y a llevar una vida
enfocada en Cristo Jesús.
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