martes, 18 de noviembre de 2014


Era una tarde de domingo cualquiera, muchos habían osado rechazar mi tentadora oferta de asistir al cine en aras de visualizar la nueva película de Christopher Nolan: Interstellar. Muchos me advertían con vehemencia que el film que me aventuraba a visualizar no cumplía con las expectativas que esperaba, no hesitaron lo más mínimo en afirmar que pasaría tres horas de pura indiferencia. Sin embargo, a pesar de la influencia externa humana, en mi interior algo me susurraba sutilmente que fuese al cine y viese sólo y exclusivamente tal film. Por consiguiente, haciendo caso a mi instinto, determiné llamar a mi madre para que me acompañase al cine, pues ambos compartimos el amor por el séptimo arte, y estábamos dispuestos a arriesgarnos a ver "Interstellar". La sala estaba repleta de gente, todos anhelantes por visualizar la última obra de arte del afamado director cinematográfico Christopher Nolan. Jóvenes, maduros y vetustos esperaban en sus asientos el inicio de la película mientras disfrutaban de unas deliciosas palomitas dulces o saladas. En mi caso particular me decanté por las palomitas dulces, pues su sabor azucarado es una delicia para el paladar de un goloso como yo. Mi madre se centró en proseguir mandando whatsapps, atenta a su smatphone. Yo estaba expectante, pues pronto comenzaría el film que durante tanto tiempo había estado aguardando.

Las luces se apagaron y dio comienzo el espectáculo visual. La película comienza mostrando un panorama terrestre desolador. Grandes planos de paisajes desolados por la desertización. Una familia que intenta vivir con normalidad en un escenario apocalíptico, pues el mundo ha caído y cada vez son menos los supervivientes. Gigantescas tormentas de polvo contaminan los pulmones de los últimos terrícolas. Un padre que abandona a sus hijos se dirige al espacio interestelar en busca de nuevos planetas similares a la tierra, con la utópica esperanza de encontrar un mundo similar al nuestro: un nuevo lugar para una humanidad consumida por su desmesurada ambición. El film es una magistral clase de física cuántica. El tiempo juega un papel fundamental en esta obra, pues se expone de manera explícita el dilema espacio-temporal. Los que viajan por las estrellas y se adentran en agujeros negros desafían las leyes conocidas para vivir una experiencia desconcertante. El drama cósmico es la piedra angular del entramado argumental. Ciencia y religión llegan a unirse sincréticamente para demostrar que sólo sabemos que no sabemos nada.
Seres diminutos perdidos en un laberinto infinito de existencias.

El amor, sólo el trascendental sentimiento divino podrá salvar las distancias abismales que separan a un Padre de su hija. ¿El amor paterno-filial podrá sobrepasar las leyes físicas del universo?

Artículo escrito por Jesús Kuicast.

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