"Los modernos nunca pierden la ocasión de ser autoritarios y de dar órdenes a todo el mundo."
Philippe Muray
Por Raul Jorge Rodriguez Garza
El sacrificio sangriento como origen de nuestra civilización
Parece que Dios ha sido olvidado por muchas personas y sobre todo muchos jóvenes en nuestros tan modernos o “hipermodernos” días. Dueños y señores del mundo –así se auto domina el hombre moderno- no tiene porque rendirle culto a nadie más que a sí mismo. Todo lo sagrado o cualquier residuo de arquitectura religiosa debe de ser solo un “artístico” recuerdo –solo eso- de lo que fue el hombre en esos oscuros, dolorosos y penosos recuerdos de los tan “oscurantistas” medievales. El hombre ha perdido su sentido de lo sagrado. O lo ha olvidado o lo ha reducido a un mero sentimiento del alma, pero no recuerda – o no quiere recordar- el sentido más profundo de la palabra sagrado que lleva en lo más íntimo de su existencia vital el acto del sacrificio.
Este
olvido de lo sagrado para el hombre occidental archí-moderno se debe
a la pérdida del sentido del sacrificio. La pérdida del sacrificio
ha provocado la ausencia de “héroes”, y ha provocado individuos
que no pueden comprometerse enteramente a una comunidad o a cualquier
otro individuo, ocasionando así, la estructura y la desestructura de
nuestra civilización1.
El
sacrificio que hace un individuo por los pecados de toda la humanidad
es el punto firme que se establece una civilización, porque es aquel
individuo que carga con todas las culpas del mundo (o de su gente) y
con su sangre inocente limpia los crímenes cometidos por la
humanidad para redimirlos y poder volver a comenzar2.
Piénsese en Sócrates o en Jesús, co-autores de nuestra autentica
civilización occidental, ya que con su sangre inocente provoco el
reconocimiento de los crimines de aquellos que propiciaron tan
“injusto” sacrificio.
La
sangre que habían derramado era pura e inocente, llevando a aquellos
a reconocer su culpa conllevando así a su misma redención. Nuestra
civilización occidental, nuestra Paideia3,
comenzó ahí, donde el sacrificio de dos víctimas inocentes
irrumpieron en la historia, y nos hicieron participes de su vida:
Dieron su vida por nosotros y en ese darse enteramente es donde nos
hemos redimido. Dándose de manera llena y plena por nosotros, no se
guardaron ni una gota de su sangre, sino que la derramaron toda. Con
el sacrificio del inocente el hombre se reconoce como pecador, y que
así necesita del auxilio de Dios.
Un
olvido del sacrificio
Permítame
lector redactar lo que Jean-Luc Nancy escribe en uno de los capítulos
de su obra: Un pensamiento finito acerca del tema que estamos
tratando:
Releyendo
estas páginas en el momento de reunirlas aquí, quiero agregar lo
siguiente (el primero de agosto de 1990): ayer, entre cuatrocientos y
seiscientas personas han sido masacradas en una iglesia de Moravia,
en la que se habían refugiado para escapar a los combates y a las
ejecuciones de la guerra civil que desgarra Libia. Entre ellas,
muchas mujeres, niños, bebés. El diario precisa que dos niños con
el vientre abierto fueron arrojados sobre el altar. No me corresponde
–dice el filósofo- juzgar esta guerra, y ni siquiera, en el fondo,
este episodio preciso: no estoy suficientemente informado. Subrayo
solamente el peso aplastante de esta configuración de signos: en
África, sobre un altar cristiano, una parodia de sacrificio – y
menos que una parodia, una carnicería que ningún sacrificio
soporta. 4
Es
propicio decir que donde no haya sacrificio, no se respeta lo
sagrado. Y tras la desaparición de lo sagrado, los individuos
desconociendo esta realidad vital que se encuentra en lo más
profundo de su ser. Este olvido del sacrificio, y de los sagrado, ha
vuelto a los ciudadanos de la enorme “aldea global” seres
aislados y egoístas, incapaces de dar la vida por los demás, y
preservando su existencia solo para sí mismo, negando que muchas
veces nuestra existencia depende del aniquilamiento de ciertos seres
inocentes, incluso los tan “santos” y “puros” vegetarianos y
animales herbívoros subsisten de otros seres, vivimos trágicamente
los unos de la muerte de otros5.
Como
lo soñó el mundo protestante, hemos sido transformados en seres
angelicales, sin héroes, pero “civilizados” y educados para no
volver a ser hombres, sino seres de “luz” sin rastro alguno de
pecado.6
Sin este sentido del sacrificio nos hemos vuelto aquellos seres
“buenos” y “educados” que había soñado aquella temible
inquisidora que es la modernidad.
Sin
necesidad alguna de detenernos a reflexionar ni siquiera por un
pequeño lapso de tiempo, porque simplemente no hay “necesidad”
de hacerlo, porque ese detenme a reflexionar tan siquiera un momento
sobre lo que ocurre a los alrededores, y lo que pasa con el prójimo,
presupone un desgaste o una pérdida de tiempo, que se puede usar muy
bien para festejar la victoria imperiosa de este tan soñado “Bien”.
Dios
exista o no exista, eso no importa, mientras se quede quietecito en
su rincón, y no fastidie nuestra “feliz” vida, festejándolo a
lo grande con algún partido de la NFL, un muy “feliz” y
“programadas” vacaciones, sin necesidad alguna de preguntarnos
sobre nuestros fin último o de nuestras dolientes crisis
existenciales, porque eso nos lleva a un muy fatigadle y “ocioso”
desgaste o un auto-sacrificio de mi “valioso” tiempo, que puede
ser usado de una manera “mas” adecuada. Olvidando a si al otro y
a la verdadera hambre más profunda del hombre, que es esa hambre de
Dios, que tanto hablaba Don Miguel de Unamuno.
Podemos
notarlo en nuestras ciudades, en nuestros hogares, incluso en nuestra
persona: Nadie está dispuesto a sacrificarse por nada ni por nadie.
El dialogo con los demás es imposible, porque presupone una
violencia contra el “libre-pensamiento” del otro. Ya no hay
posibilidad de autentico dialogo, porque en esas prácticas
“intolerantes” se crea violencia, y la violencia entre individuos
está gravemente penada por los grandes empresas, mientras claro,
entre esas capitales se destruyen mutuamente unas contra otras.
Parece
que todo intento de dialogo ha desaparecido y que el individuo se ha
embriagado con su tan importantísima y cuasi-sagrada subjetividad,
hiper-subjetividad o mega-subjetividad, porque todo intento de
dialogo es violento e “intolerante”.
Creando
individuos vacios
Todo
parece indicar que estamos viviendo en tiempos pos-ideológicos,
pos-religioso, pos-científicos, etc. Parece que todo intento de
imposición ha quedado atrás. La historia, ese “despreciable línea
de tiempo “que intento imponer cualquier tipo de pensamiento a los
indefensos e ignorantes individuos pues, para nuestros
“intelectuales” contemporáneos, es un montón de nauseabundos y
abominables recuerdos: “La historia, escribe nuestros
“intelectuales”, es un concepto que ha derramado sangre a montón.
Ese esa univocidad del tiempo en el cual el hombre buscó su fin
teleológico y totalitarista del cosmos, que ha acabado en los campos
de concentración; también es ese desagradable retrato mental que
nos hace pensar en aquel “patriarcado” espeluznante que ha
sometido al pobre e indefensa mujer, dejándola de lado como si fuese
un perro despreciable y sin “valor alguno”, siendo rebajada a los
tan “despreciables”, “rebajadores” y de “poca importancia”
trabajos domesticos…¡Y ni se diga la palabra religión! Palabra
que ha ocasionado las mas “crueles y sangrientas” guerras en todo
el orbe, y, claro hay que agregar, reprimen a la mujer, y además (uy
que horror) manejado por un gran grupo de “machistas”
“retrogradas” “intolerantes”. En resumidas palabras: Un
recuerdo del cual debemos avergonzarnos por toda la vida.
Ya
no es el sacrificio occidental – escribe Jean-Luc Nancy en “Lo
insacrificable”-, es el occidente del sacrificio. Una segunda
ruptura tiene lugar, y esta vez, es la ruptura del sacrificio mismo.
O bien, es su interrupción brutal: en el lugar mismo de la
inmolación, ya no hay inmolación.7
“Educados
por el imperio del Bien”
Usando
la canción de John Lenon como himno de la victoria del “Bien”,
la humanidad cae bajo las normas moralistas de los poderosos imperios
capitalistas y Neo-Liberales. Normas que evitan a los individuos
hacerse “algún daño” entre sí.
Encargándose
pues el gran Imperio del Bien de realizar un gran “bautismo
mundial”, para olvidar la realidad pecadora del hombre; y démonos
cuenta que no busca erradicarlo, sino mas bien crear una amnesia
mundial sobre la realidad del pecado, creando así un “prototipo”
“envidiable” de “hombre bueno”.
Así
poder evitar que sus ciudadanos se violenten unos a otros ha
realizado una amnesia histórica de los individuos, buscando
vaciarlos de todo rastro de su realidad humana y de todo rastro de
herencia histórica. Haciendo la desaparición de todo aquello que
nos divide y que nos identifica para darle paso a la “Igualdad”
tan deseada por todos y cada uno de las personas ya “educadas”.
Ya no existen ni las razas, ni los sexos, ni las religiones, ni las
naciones, etc, ya no hay nada que nos identifique y que pueda crear
algún rastro de “violencia”, ya todos podemos hacernos “uno”
con los demás, de una manera yuxtapuesta, no profunda ni sincera.
No
existe ya pues un dialogo entre el “Tu” y “Yo” que hablaba
Buber, donde ambos reconocían sus diferencias y sin embargo creaban
una muy sincera amistad. ¡No!, lo que se propone hacer es una
igualdad a raja tabla, que desconoce toda diferencia significativa
entre los individuos.
El
lenguaje del Bien es sutil. Se espuma auto-complacido en el elogio
del Otro – ¡los queridos Otros!–, hace la alabanza de la
diversidad, del pluralismo y de la tolerancia. Pero con ello quiere
decir justamente lo contrario. De lo que trata el “Otrismo” es de
erradicar la alteridad. La alteridad genera discriminación,
rivalidad, odio al extraño… y la unificación benéfica de la
humanidad pasa por el mestizaje universal ¿Cómo es posible
conciliar lo inconciliable? ¿Cómo es posible
caer extasiados ante las identidades culturales y étnicas, y al
mismo tiempo promover su disolución en el mestizaje? Llegamos al
núcleo del proyecto progresista: el Otro siempre es bienvenido si su
religión se disuelve en cultura, su cultura en folklore, y su
identidad en simulacro. Es decir, si el Otro se convierte en lo
Mismo. El elogio del Otro es siempre el primer paso hacia la
estandarización del planeta.
Los
sujetos vaciados de toda historia y sin poder detenerse unos momentos
para reflexionar quedan a merced de ese imponente y avasallador
Imperio del Bien que busca educar a los hombres “descarriados” y
“perversos” que no compaginan con la moral puritana que imponen a
como dé lugar.
Encabezados
por “grandes intelectuales” como Aristegui, Denise Dresser,
Fernando Savater, etc, los hombres son “educados” bajo las muy
“normalizados” “estándares” que busca impregnar ante los
hombres ya “redimidos” por el “Bien”.
Lo
escuchamos a diario, en todas las partes y en todos los medios.
Estamos siendo “educados” por estos tan “educados” y
“eruditos” perfiles, que nos dictan la manera de cómo ser y como
actuar, escudados siempre con la ya muy prostituida palabra de la
tolerancia.
“Globalización”
es como llaman ahora, al mismo tiempo, o en el tiempo en el que una
nueva “iglesia global” se está instalando, o se está
desplegando delante de nuestras narices, al ritmo del “progreso”,
y de la inversión extranjera (y de la “tolerancia”, y de la
“diversidad”, y del aborto, y de la eutanasia, y del “matrimonio”
y adopción a los homosexual, y de la experimentación con embriones
y demás subversiones de todo lo que todavía queda de sagrado)8
Y
no nos alarmemos si estos grandes “analistas” de periódicos de
“primer mundo” como el País se alarman del regreso de los
“oscurantistas” y “fanáticos” que anhelan el regreso de la
ya “arcaica” “colonia”.
El
imperio del Bien se ha encargado muy bien de silenciar a todo aquel
que grita contra lo que busca imponer, y así lo hace muy bien sus
“educados” sirvientes. Recuerdo muy bien el caso del padre Piero
Corsi, que hablo acerca de la violencia que sufre la mujer suele
acontecer por sus vestimentas provocativas y que es indignante que en
las parroquias las mujeres participen así en los recintos sagrados.
No tardo pues, los medios de comunicación en hacer su “reality
show” universal, para poder ridiculizar a este pobre cura que ni
oportunidad tuvo de respirar. 9
Nosotros
pues lo vivimos y vemos a cada momento ese enorme “Big Brother”
mundial, donde se premia aquel que ofrece sus muy “educados”
servicios a la buena “humanidad”. El 31 de diciembre de 2012, por
ejemplo, en el noticiario surgió la figura de un “notable”
pasajero que grabo al chofer del autobús urbano revisando la
pantalla de su propio teléfono celular, apoyándose en su muy amplio
y cómodo volante, mientras conducía. A contraparte, podemos tomar
el ejemplo que acaba de pasar en mi ciudad, Monterrey, con el caso de
la chica Vivian Cepeda, que fue exhibida un video pornográfico con
uno de los vocalistas del grupo norteño de la
Leyenda
y que fue distribuido por todas las redes sociales. La pobre chica no
tuvo más que pedir disculpas en el programa “Las noches del
futbol”, por su inmoral comportamiento.
Y
mientras todos nosotros nos alarmamos ante la falta de “moral” de
nuestros conciudadanos, los grandes imperios del capitalismo pueden
mover el mundo a su antojo, y es que mientras nos alarmábamos por
las infidelidades de las estrellas de televisión, USA provocaba una
masacre en México, la llamada “Guerra contra el narco” que dejo
no más de 80,000 muertos, y ni se hable de engañar inventando al
mundo que Irak posee bombas atómicas, con el fin de poder
invadirlos.
Ese
gran tiburón del “Bien” no para de devorar, y siempre anda
vigilante en todo lo que sucede por el mundo, vigilando para
“socorrer” y “alinear” a aquellos pobres individuos con
valores de la “edad de piedra”, y sonríe cuando sus “educados”
ciudadanos le ayudan a propiciar el “Bien”.
Para
concluir me gustaría decir que aun detrás de este Imperio del Bien
que deshumaniza y que alinea a todo aquel que atrapa con sus garras,
aun queda una pequeña porción de humanidad y de otredad autentica
que opone resistencia autentica, y es ahí donde nosotros los
cristianos debemos de actuar.
Bibliografía:
Moreno
Romo, J.C., Hambre de Dios, editorial
Fontamara, Querétaro, México, 2013.
Jean-Luc
Nancy, Un pensamiento finito, presentación y traducción de Juan
Carlos Moreno Romo, Barcelona, Anthropos, 2002
Muray,
P., L`Empire du Bien, Las Bellas Letters, 1991
Miguel
de Unamuno. El sentimiento Trágico de la vida, Editorial Porrúa,
México, 2011.
Rene
Girard, Je vois Satan tomber comme lèclair, Paris, Grasset, 1999
1
Moreno Romo, Hambre de Dios, editorial Fontamara, Querétaro,
México, 2013, pp. 117.
2
Rene Girard, Je vois Satan tomber comme lèclair, Paris, Grasset,
1999.
3
Termino griego que significa cultura. Para los griegos la Paideia
eran los más altos ideales que se deben de seguir para poder
alcanzar la perfección del hombre.
4
Jean-Luc Nancy, Un pensamiento finito, presentación y traducción
de Juan Carlos Moreno Romo, Barcelona, Anthropos, 2002, p. 82
5
Moreno Romo, Hambre de Dios, editorial Fontamara, Querétaro,
México, 2013, pp. 118.
6
Miguel de Unamuno. El sentimiento Trágico de la vida, Editorial
Porrúa, México, 2011.
7
J.-L. Nancy, Un pensamiento finito, p. 74.
8
Moreno Romo, Hambre de Dios, editorial Fontamara, Querétaro,
México, 2013. Todos esos no-valores, justamente, en los que
nuestros “analistas” “intelectuales” de izquierda cifran
ahora la novísima “laicismo”. Blancarte, Para entender el
Estado laico, p. 48.
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