jueves, 18 de diciembre de 2014



"Los modernos nunca pierden la ocasión de ser autoritarios y de dar órdenes a todo el mundo."
Philippe Muray

Por Raul Jorge Rodriguez Garza

El sacrificio sangriento como origen de nuestra civilización

Parece que Dios ha sido olvidado por muchas personas y sobre todo muchos jóvenes en nuestros tan modernos o “hipermodernos” días. Dueños y señores del mundo –así se auto domina el hombre moderno- no tiene porque rendirle culto a nadie más que a sí mismo. Todo lo sagrado o cualquier residuo de arquitectura religiosa debe de ser solo un “artístico” recuerdo –solo eso- de lo que fue el hombre en esos oscuros, dolorosos y penosos recuerdos de los tan “oscurantistas” medievales. El hombre ha perdido su sentido de lo sagrado. O lo ha olvidado o lo ha reducido a un mero sentimiento del alma, pero no recuerda – o no quiere recordar- el sentido más profundo de la palabra sagrado que lleva en lo más íntimo de su existencia vital el acto del sacrificio.
Este olvido de lo sagrado para el hombre occidental archí-moderno se debe a la pérdida del sentido del sacrificio. La pérdida del sacrificio ha provocado la ausencia de “héroes”, y ha provocado individuos que no pueden comprometerse enteramente a una comunidad o a cualquier otro individuo, ocasionando así, la estructura y la desestructura de nuestra civilización1.
El sacrificio que hace un individuo por los pecados de toda la humanidad es el punto firme que se establece una civilización, porque es aquel individuo que carga con todas las culpas del mundo (o de su gente) y con su sangre inocente limpia los crímenes cometidos por la humanidad para redimirlos y poder volver a comenzar2. Piénsese en Sócrates o en Jesús, co-autores de nuestra autentica civilización occidental, ya que con su sangre inocente provoco el reconocimiento de los crimines de aquellos que propiciaron tan “injusto” sacrificio.
La sangre que habían derramado era pura e inocente, llevando a aquellos a reconocer su culpa conllevando así a su misma redención. Nuestra civilización occidental, nuestra Paideia3, comenzó ahí, donde el sacrificio de dos víctimas inocentes irrumpieron en la historia, y nos hicieron participes de su vida: Dieron su vida por nosotros y en ese darse enteramente es donde nos hemos redimido. Dándose de manera llena y plena por nosotros, no se guardaron ni una gota de su sangre, sino que la derramaron toda. Con el sacrificio del inocente el hombre se reconoce como pecador, y que así necesita del auxilio de Dios.


Un olvido del sacrificio


Permítame lector redactar lo que Jean-Luc Nancy escribe en uno de los capítulos de su obra: Un pensamiento finito acerca del tema que estamos tratando:
Releyendo estas páginas en el momento de reunirlas aquí, quiero agregar lo siguiente (el primero de agosto de 1990): ayer, entre cuatrocientos y seiscientas personas han sido masacradas en una iglesia de Moravia, en la que se habían refugiado para escapar a los combates y a las ejecuciones de la guerra civil que desgarra Libia. Entre ellas, muchas mujeres, niños, bebés. El diario precisa que dos niños con el vientre abierto fueron arrojados sobre el altar. No me corresponde –dice el filósofo- juzgar esta guerra, y ni siquiera, en el fondo, este episodio preciso: no estoy suficientemente informado. Subrayo solamente el peso aplastante de esta configuración de signos: en África, sobre un altar cristiano, una parodia de sacrificio – y menos que una parodia, una carnicería que ningún sacrificio soporta. 4
Es propicio decir que donde no haya sacrificio, no se respeta lo sagrado. Y tras la desaparición de lo sagrado, los individuos desconociendo esta realidad vital que se encuentra en lo más profundo de su ser. Este olvido del sacrificio, y de los sagrado, ha vuelto a los ciudadanos de la enorme “aldea global” seres aislados y egoístas, incapaces de dar la vida por los demás, y preservando su existencia solo para sí mismo, negando que muchas veces nuestra existencia depende del aniquilamiento de ciertos seres inocentes, incluso los tan “santos” y “puros” vegetarianos y animales herbívoros subsisten de otros seres, vivimos trágicamente los unos de la muerte de otros5.
Como lo soñó el mundo protestante, hemos sido transformados en seres angelicales, sin héroes, pero “civilizados” y educados para no volver a ser hombres, sino seres de “luz” sin rastro alguno de pecado.6 Sin este sentido del sacrificio nos hemos vuelto aquellos seres “buenos” y “educados” que había soñado aquella temible inquisidora que es la modernidad.
Sin necesidad alguna de detenernos a reflexionar ni siquiera por un pequeño lapso de tiempo, porque simplemente no hay “necesidad” de hacerlo, porque ese detenme a reflexionar tan siquiera un momento sobre lo que ocurre a los alrededores, y lo que pasa con el prójimo, presupone un desgaste o una pérdida de tiempo, que se puede usar muy bien para festejar la victoria imperiosa de este tan soñado “Bien”.
Dios exista o no exista, eso no importa, mientras se quede quietecito en su rincón, y no fastidie nuestra “feliz” vida, festejándolo a lo grande con algún partido de la NFL, un muy “feliz” y “programadas” vacaciones, sin necesidad alguna de preguntarnos sobre nuestros fin último o de nuestras dolientes crisis existenciales, porque eso nos lleva a un muy fatigadle y “ocioso” desgaste o un auto-sacrificio de mi “valioso” tiempo, que puede ser usado de una manera “mas” adecuada. Olvidando a si al otro y a la verdadera hambre más profunda del hombre, que es esa hambre de Dios, que tanto hablaba Don Miguel de Unamuno.
Podemos notarlo en nuestras ciudades, en nuestros hogares, incluso en nuestra persona: Nadie está dispuesto a sacrificarse por nada ni por nadie. El dialogo con los demás es imposible, porque presupone una violencia contra el “libre-pensamiento” del otro. Ya no hay posibilidad de autentico dialogo, porque en esas prácticas “intolerantes” se crea violencia, y la violencia entre individuos está gravemente penada por los grandes empresas, mientras claro, entre esas capitales se destruyen mutuamente unas contra otras.
Parece que todo intento de dialogo ha desaparecido y que el individuo se ha embriagado con su tan importantísima y cuasi-sagrada subjetividad, hiper-subjetividad o mega-subjetividad, porque todo intento de dialogo es violento e “intolerante”.


Creando individuos vacios


Todo parece indicar que estamos viviendo en tiempos pos-ideológicos, pos-religioso, pos-científicos, etc. Parece que todo intento de imposición ha quedado atrás. La historia, ese “despreciable línea de tiempo “que intento imponer cualquier tipo de pensamiento a los indefensos e ignorantes individuos pues, para nuestros “intelectuales” contemporáneos, es un montón de nauseabundos y abominables recuerdos: “La historia, escribe nuestros “intelectuales”, es un concepto que ha derramado sangre a montón. Ese esa univocidad del tiempo en el cual el hombre buscó su fin teleológico y totalitarista del cosmos, que ha acabado en los campos de concentración; también es ese desagradable retrato mental que nos hace pensar en aquel “patriarcado” espeluznante que ha sometido al pobre e indefensa mujer, dejándola de lado como si fuese un perro despreciable y sin “valor alguno”, siendo rebajada a los tan “despreciables”, “rebajadores” y de “poca importancia” trabajos domesticos…¡Y ni se diga la palabra religión! Palabra que ha ocasionado las mas “crueles y sangrientas” guerras en todo el orbe, y, claro hay que agregar, reprimen a la mujer, y además (uy que horror) manejado por un gran grupo de “machistas” “retrogradas” “intolerantes”. En resumidas palabras: Un recuerdo del cual debemos avergonzarnos por toda la vida.


Ya no es el sacrificio occidental – escribe Jean-Luc Nancy en “Lo insacrificable”-, es el occidente del sacrificio. Una segunda ruptura tiene lugar, y esta vez, es la ruptura del sacrificio mismo. O bien, es su interrupción brutal: en el lugar mismo de la inmolación, ya no hay inmolación.7


Educados por el imperio del Bien”


Usando la canción de John Lenon como himno de la victoria del “Bien”, la humanidad cae bajo las normas moralistas de los poderosos imperios capitalistas y Neo-Liberales. Normas que evitan a los individuos hacerse “algún daño” entre sí.
Encargándose pues el gran Imperio del Bien de realizar un gran “bautismo mundial”, para olvidar la realidad pecadora del hombre; y démonos cuenta que no busca erradicarlo, sino mas bien crear una amnesia mundial sobre la realidad del pecado, creando así un “prototipo” “envidiable” de “hombre bueno”.
Así poder evitar que sus ciudadanos se violenten unos a otros ha realizado una amnesia histórica de los individuos, buscando vaciarlos de todo rastro de su realidad humana y de todo rastro de herencia histórica. Haciendo la desaparición de todo aquello que nos divide y que nos identifica para darle paso a la “Igualdad” tan deseada por todos y cada uno de las personas ya “educadas”. Ya no existen ni las razas, ni los sexos, ni las religiones, ni las naciones, etc, ya no hay nada que nos identifique y que pueda crear algún rastro de “violencia”, ya todos podemos hacernos “uno” con los demás, de una manera yuxtapuesta, no profunda ni sincera.
No existe ya pues un dialogo entre el “Tu” y “Yo” que hablaba Buber, donde ambos reconocían sus diferencias y sin embargo creaban una muy sincera amistad. ¡No!, lo que se propone hacer es una igualdad a raja tabla, que desconoce toda diferencia significativa entre los individuos.
El lenguaje del Bien es sutil. Se espuma auto-complacido en el elogio del Otro – ¡los queridos Otros!–, hace la alabanza de la diversidad, del pluralismo y de la tolerancia. Pero con ello quiere decir justamente lo contrario. De lo que trata el “Otrismo” es de erradicar la alteridad. La alteridad genera discriminación, rivalidad, odio al extraño… y la unificación benéfica de la humanidad pasa por el mestizaje universal ¿Cómo es posible conciliar lo inconciliable? ¿Cómo es posible caer extasiados ante las identidades culturales y étnicas, y al mismo tiempo promover su disolución en el mestizaje? Llegamos al núcleo del proyecto progresista: el Otro siempre es bienvenido si su religión se disuelve en cultura, su cultura en folklore, y su identidad en simulacro. Es decir, si el Otro se convierte en lo Mismo. El elogio del Otro es siempre el primer paso hacia la estandarización del planeta.
Los sujetos vaciados de toda historia y sin poder detenerse unos momentos para reflexionar quedan a merced de ese imponente y avasallador Imperio del Bien que busca educar a los hombres “descarriados” y “perversos” que no compaginan con la moral puritana que imponen a como dé lugar.
Encabezados por “grandes intelectuales” como Aristegui, Denise Dresser, Fernando Savater, etc, los hombres son “educados” bajo las muy “normalizados” “estándares” que busca impregnar ante los hombres ya “redimidos” por el “Bien”.
Lo escuchamos a diario, en todas las partes y en todos los medios. Estamos siendo “educados” por estos tan “educados” y “eruditos” perfiles, que nos dictan la manera de cómo ser y como actuar, escudados siempre con la ya muy prostituida palabra de la tolerancia.
Globalización” es como llaman ahora, al mismo tiempo, o en el tiempo en el que una nueva “iglesia global” se está instalando, o se está desplegando delante de nuestras narices, al ritmo del “progreso”, y de la inversión extranjera (y de la “tolerancia”, y de la “diversidad”, y del aborto, y de la eutanasia, y del “matrimonio” y adopción a los homosexual, y de la experimentación con embriones y demás subversiones de todo lo que todavía queda de sagrado)8
Y no nos alarmemos si estos grandes “analistas” de periódicos de “primer mundo” como el País se alarman del regreso de los “oscurantistas” y “fanáticos” que anhelan el regreso de la ya “arcaica” “colonia”.
El imperio del Bien se ha encargado muy bien de silenciar a todo aquel que grita contra lo que busca imponer, y así lo hace muy bien sus “educados” sirvientes. Recuerdo muy bien el caso del padre Piero Corsi, que hablo acerca de la violencia que sufre la mujer suele acontecer por sus vestimentas provocativas y que es indignante que en las parroquias las mujeres participen así en los recintos sagrados. No tardo pues, los medios de comunicación en hacer su “reality show” universal, para poder ridiculizar a este pobre cura que ni oportunidad tuvo de respirar. 9
Nosotros pues lo vivimos y vemos a cada momento ese enorme “Big Brother” mundial, donde se premia aquel que ofrece sus muy “educados” servicios a la buena “humanidad”. El 31 de diciembre de 2012, por ejemplo, en el noticiario surgió la figura de un “notable” pasajero que grabo al chofer del autobús urbano revisando la pantalla de su propio teléfono celular, apoyándose en su muy amplio y cómodo volante, mientras conducía. A contraparte, podemos tomar el ejemplo que acaba de pasar en mi ciudad, Monterrey, con el caso de la chica Vivian Cepeda, que fue exhibida un video pornográfico con uno de los vocalistas del grupo norteño de la Leyenda y que fue distribuido por todas las redes sociales. La pobre chica no tuvo más que pedir disculpas en el programa “Las noches del futbol”, por su inmoral comportamiento.
Y mientras todos nosotros nos alarmamos ante la falta de “moral” de nuestros conciudadanos, los grandes imperios del capitalismo pueden mover el mundo a su antojo, y es que mientras nos alarmábamos por las infidelidades de las estrellas de televisión, USA provocaba una masacre en México, la llamada “Guerra contra el narco” que dejo no más de 80,000 muertos, y ni se hable de engañar inventando al mundo que Irak posee bombas atómicas, con el fin de poder invadirlos.
Ese gran tiburón del “Bien” no para de devorar, y siempre anda vigilante en todo lo que sucede por el mundo, vigilando para “socorrer” y “alinear” a aquellos pobres individuos con valores de la “edad de piedra”, y sonríe cuando sus “educados” ciudadanos le ayudan a propiciar el “Bien”.
Para concluir me gustaría decir que aun detrás de este Imperio del Bien que deshumaniza y que alinea a todo aquel que atrapa con sus garras, aun queda una pequeña porción de humanidad y de otredad autentica que opone resistencia autentica, y es ahí donde nosotros los cristianos debemos de actuar.


Bibliografía:
Moreno Romo, J.C., Hambre de Dios, editorial Fontamara, Querétaro, México, 2013.
Jean-Luc Nancy, Un pensamiento finito, presentación y traducción de Juan Carlos Moreno Romo, Barcelona, Anthropos, 2002
Muray, P., L`Empire du Bien, Las Bellas Letters, 1991
Miguel de Unamuno. El sentimiento Trágico de la vida, Editorial Porrúa, México, 2011.
Rene Girard, Je vois Satan tomber comme lèclair, Paris, Grasset, 1999






1 Moreno Romo, Hambre de Dios, editorial Fontamara, Querétaro, México, 2013, pp. 117.
2 Rene Girard, Je vois Satan tomber comme lèclair, Paris, Grasset, 1999.
3 Termino griego que significa cultura. Para los griegos la Paideia eran los más altos ideales que se deben de seguir para poder alcanzar la perfección del hombre.
4 Jean-Luc Nancy, Un pensamiento finito, presentación y traducción de Juan Carlos Moreno Romo, Barcelona, Anthropos, 2002, p. 82
5 Moreno Romo, Hambre de Dios, editorial Fontamara, Querétaro, México, 2013, pp. 118.
6 Miguel de Unamuno. El sentimiento Trágico de la vida, Editorial Porrúa, México, 2011.
7 J.-L. Nancy, Un pensamiento finito, p. 74.
8 Moreno Romo, Hambre de Dios, editorial Fontamara, Querétaro, México, 2013. Todos esos no-valores, justamente, en los que nuestros “analistas” “intelectuales” de izquierda cifran ahora la novísima “laicismo”. Blancarte, Para entender el Estado laico, p. 48.

0 comentarios: