jueves, 9 de enero de 2014


Transitaba una profunda crisis vital cuando comencé a hacer yoga.

Encontré paz viajando dentro de mí con esas prácticas milenarias que, a la vez que liberaban mi cuerpo de tensiones, hacían fluir mis emociones más positivas.
Por un tiempo toda mi vida giraba en torno a ello.

En perfecta estructura de mi tiempo, mis días se sucedían entre prácticas de yoga, cursos, retiros a lugares armoniosos donde yo me encontraba siempre en paz. Era dueña de mi cuerpo y de mi vida y elegía emplear mi tiempo de manera, casi exclusiva, en todo ello.

Nació entonces mi hijo y yo, que volaba en las “alturas espirituales”, tuve que aterrizar a mi realidad cotidiana. Tuve que mirar aspectos de mi vida de los que antes huía alejándome de mi mundana existencia.

Y la vida , que es sabia ,me hizo mirar de frente aquello que antes no quise ver.

Comprendí entonces que soy más que un cuerpo en mi esencia de alma; y si vivo una experiencia en este templo humano que habito es para aprender y evolucionar.

Retirarme del mundo periódicamente es fundamental para no perderme de mí misma, pero sin perder de vista que mi realidad cotidiana está para ser vivida y experimentada.

La vida es una escuela donde, inevitablemente, las lecciones se suceden. He de utilizar las prácticas espirituales para mantener la conexión conmigo misma y con la vida. Así desarrollo una supra consciencia que me permite ver más allá de lo que mis sentidos aprecian y leer entre líneas en el libro de la vida.

Pero ahora tengo en cuenta que se trata de conectarme a mi Yo más elevado, pero sin evadirme de mi realidad cotidiana.

El cielo está en la Tierra, solo es cuestión de abrir los ojos de mi conciencia….con la cabeza en el cielo y los pies en el suelo, como ese árbol que cuanto más profundas son sus raíces más se eleva.

Mariví

Transitaba una profunda crisis vital cuando comencé a hacer yoga.

Encontré paz viajando dentro de mí con esas prácticas milenarias que, a la vez que liberaban mi cuerpo de tensiones, hacían fluir mis emociones más positivas.
Por un tiempo toda mi vida giraba en torno a ello.

En perfecta estructura de mi tiempo, mis días se sucedían entre prácticas de yoga, cursos, retiros a lugares armoniosos donde yo me encontraba siempre en paz. Era dueña de mi cuerpo y de mi vida y elegía emplear mi tiempo de manera, casi exclusiva, en todo ello.

Nació entonces mi hijo y yo, que volaba en las “alturas espirituales”, tuve que aterrizar a mi realidad cotidiana. Tuve que mirar aspectos de mi vida de los que antes huía alejándome de mi mundana existencia.

Y la vida , que es sabia ,me hizo mirar de frente aquello que antes no quise ver.

Comprendí entonces que soy más que un cuerpo en mi esencia de alma; y si vivo una experiencia en este templo humano que habito es para aprender y evolucionar.

Retirarme del mundo periódicamente es fundamental para no perderme de mí misma, pero sin perder de vista que mi realidad cotidiana está para ser vivida y experimentada.

La vida es una escuela donde, inevitablemente, las lecciones se suceden. He de utilizar las prácticas espirituales para mantener la conexión conmigo misma y con la vida. Así desarrollo una supra consciencia que me permite ver más allá de lo que mis sentidos aprecian y leer entre líneas en el libro de la vida.

Pero ahora tengo en cuenta que se trata de conectarme a mi Yo más elevado, pero sin evadirme de mi realidad cotidiana.

El cielo está en la Tierra, solo es cuestión de abrir los ojos de mi conciencia….con la cabeza en el cielo y los pies en el suelo, como ese árbol que cuanto más profundas son sus raíces más se eleva.

Mariví

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