Transitaba
una profunda crisis vital cuando comencé a hacer yoga.
Encontré
paz viajando dentro de mí con esas prácticas milenarias que, a la
vez que liberaban mi cuerpo de tensiones, hacían fluir mis emociones
más positivas.
Por
un tiempo toda mi vida giraba en torno a ello.
En
perfecta estructura de mi tiempo, mis días se sucedían entre
prácticas de yoga, cursos, retiros a lugares armoniosos donde yo me
encontraba siempre en paz. Era dueña de mi cuerpo y de mi vida y
elegía emplear mi tiempo de manera, casi exclusiva, en todo ello.
Nació
entonces mi hijo y yo, que volaba en las “alturas espirituales”,
tuve que aterrizar a mi realidad cotidiana. Tuve que mirar aspectos
de mi vida de los que antes huía alejándome de mi mundana
existencia.
Y
la vida , que es sabia ,me hizo mirar de frente aquello que antes no
quise ver.
Comprendí
entonces que soy más que un cuerpo en mi esencia de alma; y si vivo
una experiencia en este templo humano que habito es para aprender y
evolucionar.
Retirarme
del mundo periódicamente es fundamental para no perderme de mí
misma, pero sin perder de vista que mi realidad cotidiana está para
ser vivida y experimentada.
La
vida es una escuela donde, inevitablemente, las lecciones se suceden.
He de utilizar las prácticas espirituales para mantener la conexión
conmigo misma y con la vida. Así desarrollo una supra consciencia
que me permite ver más allá de lo que mis sentidos aprecian y leer
entre líneas en el libro de la vida.
Pero
ahora tengo en cuenta que se trata de conectarme a mi Yo más
elevado, pero sin evadirme de mi realidad cotidiana.
El
cielo está en la Tierra, solo es cuestión de abrir los ojos de mi
conciencia….con la cabeza en el cielo y los pies en el suelo, como
ese árbol que cuanto más profundas son sus raíces más se eleva.
Mariví
Transitaba
una profunda crisis vital cuando comencé a hacer yoga.
Encontré
paz viajando dentro de mí con esas prácticas milenarias que, a la
vez que liberaban mi cuerpo de tensiones, hacían fluir mis emociones
más positivas.
Por
un tiempo toda mi vida giraba en torno a ello.
En
perfecta estructura de mi tiempo, mis días se sucedían entre
prácticas de yoga, cursos, retiros a lugares armoniosos donde yo me
encontraba siempre en paz. Era dueña de mi cuerpo y de mi vida y
elegía emplear mi tiempo de manera, casi exclusiva, en todo ello.
Nació
entonces mi hijo y yo, que volaba en las “alturas espirituales”,
tuve que aterrizar a mi realidad cotidiana. Tuve que mirar aspectos
de mi vida de los que antes huía alejándome de mi mundana
existencia.
Y
la vida , que es sabia ,me hizo mirar de frente aquello que antes no
quise ver.
Comprendí
entonces que soy más que un cuerpo en mi esencia de alma; y si vivo
una experiencia en este templo humano que habito es para aprender y
evolucionar.
Retirarme
del mundo periódicamente es fundamental para no perderme de mí
misma, pero sin perder de vista que mi realidad cotidiana está para
ser vivida y experimentada.
La
vida es una escuela donde, inevitablemente, las lecciones se suceden.
He de utilizar las prácticas espirituales para mantener la conexión
conmigo misma y con la vida. Así desarrollo una supra consciencia
que me permite ver más allá de lo que mis sentidos aprecian y leer
entre líneas en el libro de la vida.
Pero
ahora tengo en cuenta que se trata de conectarme a mi Yo más
elevado, pero sin evadirme de mi realidad cotidiana.
El
cielo está en la Tierra, solo es cuestión de abrir los ojos de mi
conciencia….con la cabeza en el cielo y los pies en el suelo, como
ese árbol que cuanto más profundas son sus raíces más se eleva.
Mariví
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