Fue la enfermedad de mi padre una bendición que permitió acercar
nuestros corazones. Con un cuerpo cada vez más debilitado, su alma bajó las
defensas y pude encontrarme con ese humano sensible y amoroso que se escondía
tras sus máscaras de autoritarismo.
El día que partió, supe que ese
cuerpo inerte era el disfraz de la obra de teatro que habíamos representado
juntos en esta experiencia terrenal.
Finalizada la representación se liberó de los ropajes para, ligero de equipaje, continuar su camino más
allá de las estrellas.
Todo
lo sucedido durante nuestra vida en
común fue necesario; estaba proyectado para que yo evolucionara, aprendiera,
viviera más en plenitud tras su partida. Las lágrimas derramadas en una
relación difícil se transformaron en diamantes de sabiduría ante la
comprensión.
Y
supe de todo el amor que recibí aún sin ser consciente de ello…porque, como
decía Gabriel García Márquez….”solo porque alguien no te ame como tú quieres no
quiere decir que no te ame con todo su ser”
Mariví
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