jueves, 6 de febrero de 2014


La mayoría de personas suelen calificarme con apelativos como “quejica” o “criticón”. He de decir que estas personas no se equivocan en absoluto. La realidad que me está tocando vivir raya ya lo absurdo. Cada vez que me meto a twitter acabo saliéndome de él con una gran sensación de asco y repugnancia. Cuando no son tuits hablando de la fiesta del sábado, son comentando MYHYV y demás telebasura o el futbol. 

También merecen especial mención los tuits de amor, que suelen ir acompañados de una imagen con frases sobre como tratar a una princesita de Disney o dando lecciones de moral, lo cual me produce una sonrisa muy sarcástica. Lo más gracioso es que aquellos que se dedican a dar lecciones de moral tuiteras son los primeros en no predicar con el ejemplo. La que no para de lamentarse de que todos son unos golfos y de que no encuentra un hombre que la valore suele ser la típica que se ha pasado por la piedra a Murcia entera y parte de Albacete.  Ellos tampoco suelen quedarse atrás: Se disfrazan de tronistas de MYHYV y van entran a la discoteca presumiendo de su “hombría”. Llama la atención que todos estos individuos hacen gala de una ignorancia que parece no tener límites. Apostaría 100 euros (Y sé que no los perdería) a que la mayoría de ellos no saben ni en qué provincia viven. Pero, ¿Todo eso qué importa? Si papá y mamá me lo pagan todo, ¿qué importa que sepa leer y escribir a duras penas? (Y dando gracias).

Pues esta es la nueva generación señores, capaz de escribir unas tesis filosóficas en twitter que serían la envidia del propio Nietzsche; capaz de “enamorar” por las redes sociales a pesar de no haberse visto la cara en la vida, los que un día lloran por haber perdido “al amor de su vida” y al día siguiente están perdidamente “enamorados” de otra persona. Una generación sin espíritu crítico, a la que le da igual que una banda de corruptos acabe con su futuro mientras portan la democracia como estandarte. Una generación más preocupada en tener un buen culo o unos buenos abdominales antes que unos valores personales. Y en este último grupo hay personas de toda clase, con estudios o sin ellos y como buen ejemplo servirá una experiencia personal muy reciente:
Hará cosa de un mes, un sábado por la noche, fui al centro en compañía de un par de amigos a tomar algo a “Menos cuarto”. Total que mientras estábamos allí pasó un grupo de tres chicas de muy buen ver y acabamos charlando un rato con ellas. Tras una larga conversación una de las chicas (Que presumía de estudiar Derecho y que en un futuro sería jueza) comenzó a preguntarnos a qué nos dedicábamos. La chica hizo gala de ser una auténtica niñata y una completa ignorante al calificar la carrera de Magisterio como una carrera totalmente inútil (Se ve que la futura jueza no sabe todavía que el futuro de un país está en la educación), así como en tildar a mi otro amigo de “perdido en la vida” al haberse dedicado a formación profesional (Desconoce la futura jueza que el “perdido en la vida” tiene un perfecto nivel de alemán y que ya ha trabajado más de lo que ella trabajará en su vida, concretamente en el hierro, unas 14 horas por jornada laboral, de 6:00 de la mañana a 20:00 de la tarde con una única hora de descanso para comer y librando solamente sábados noche y domingos).

La sensación que experimenté en ese momento fue una mezcla entre sorpresa y asco de ver que la chica era tan imbécil de creerse superior a mi amigo únicamente por estar en la Universidad. Como habréis podido comprobar, el ser universitario no significa que no puedas ser un completo imbécil, pero eso no importa en esta generación dominada por las apariencias.

 Eso es lo que mueve a mi generación; el ser como sus ídolos de la telebasura, cuya vida se rige por el “tanto tienes, tanto vales” y el “no me importa”. Más que la generación NiNi, podríamos hablar de una generación de completos idiotas de amor virtual y cerebro atrofiado. Luego decimos que España es un desastre, pero lo que nadie sabe es que un país es el reflejo de su gente y creo que sobran las palabras al decir que la Marca España únicamente es sinónimo de fiesta y corrupción en el extranjero.  
Todo esto queda perfectamente resumido en una frase del célebre Antonio Machado: “En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa”.



¡Saludos!

Fran Hortal

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran verdad!