Mis queridísimos y leales
lectores, en el día de hoy me aventuro benévola y respetuosamente a tratar un
asunto espinosísimo que enfrenta a los dos eternos bandos ideológicos en los
que se encuentra dividida nuestra amada España. Los años transcurren pero las
cicatrices permanecen para siempre. Es posible perdonar, sin embargo no
olvidar. Perdonar consiste en aceptar y asumir lo hecho por otro de manera
nociva. Una vez ejecutado el perdón sincero, es factible recordar la desdicha
sin sentirse desdichado.
Sin más dilación les revelaré que
deseo escribir acerca del difunto poeta Miguel Hernández. Ese artista literario
que durante décadas cayó en el olvido. El célebre poeta chileno Pablo Neruda le
dedicó un hermoso poema a Hernández relacionado con el olvido del que éste fue
preso póstumamente.
"Recordar a Miguel
Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber
de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el
muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de
su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas
rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz
espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la
sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de
España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel
mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de
corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de
claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche
armado con la espada de la luz!"
Pablo Neruda
Miguel Hernández nació en una
humilde familia de la localidad alicantina de Orihuela. A pesar de los muchos
impedimentos que su padre le impuso para poder nutrirse de cultura, Miguel leía
a los grandes autores del siglo de oro; Garcilaso de la Vega, Lope de Vega,
Pedro Calderón de la Barca, mas su principal maestro fue el laberíntico y
enrevesado Góngora. Mientras el ganado pacía, bajo la reveladora sombra de un
árbol mediterráneo, Miguel se adentraba a través de las palabras en universos
literarios, formándose como el gran poeta que más tarde sería.
Con las alas al viento "el
poeta de Orihuela" se trasladó al Madrid republicano de la época. Allí
conoció a los grandes de la generación del 27, y traicionó a su novia oriolana,
rompiendo la ley de castidad y siéndole infiel con la libertina pintora
comunista Maruja Mallo. Josefina, quedó relegada a la categoría de "novia
de pueblo", sumida en la ignorancia. Allí se cuenta que Miguel Hernández
conoció gran cantidad de excesos pertrechados por sus compañeros "en las
artes". Es muy conocido el rumor que afirma que Federico García Lorca no
soportaba a Miguel Hernández por sus modales y vestimenta campechanos. Lorca
era "muy suyo", no añadiré más.
Finalmente el bueno y humilde
poeta oriolano fue atrapado por las fauces del partido comunista, y en plena
guerra civil luchó contra el bando nacional, liderado por Francisco Franco. Su
implicación tan explícita en política le costó la vida. Una vez ganada la
guerra civil española por el bando nacional, fue trasladado de prisión
en prisión hasta que desafortunadamente enfermó de tuberculosis y al poco
tiempo falleció. Su mujer, Josefina Manresa quedó viuda con un hijo del poeta
en su regazo. Sufrió la repulsión de los legítimos vencedores por ser la difunta del
"rojo Miguel Hernández."
Al preso poeta se le ofreció la
privilegiada opción de firmar un documento en el cual renunciaba a cualquier
ideal comunista, y acataba el nuevo régimen impuesto por victoria, a cambio de
su lealtad al régimen franquista saldría en libertad. Él prefirió mantenerse
firme en sus credenciales hasta el final, aun costándole la vida. Una decisión
inconsciente y egoísta bajo mi humilde punto de vista, pues la viuda de un rojo
con un niño no tenía un futuro demasiado alentador...
Artículo escrito por Jesús
Kuicast
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