sábado, 22 de marzo de 2014


Era horario vespertino, me dispuse a subir en el coche de mi prima, era el momento de reencontrarme con Nerea, de saber de sus inquietudes y de hallar su talento. Fina me invitó amablemente a sentarme en el sofá del salón en aras de charlar con ella y con su hija distendidamente. Aquellos que me conocen saben que gozo de especial habilidad para intuir psicológicamente a las personas. Nerea estaba tranquila, feliz y anhelaba mostrarme las maravillas que con su voz y manos podía hacer. Cual periodista le pregunté acerca de sus inquietudes actuales, sus inicios en la música, y sus proyectos futuros. Esta joven artista se caracteriza por ser tremendamente humilde, pero simultáneamente clara y concisa en sus ideas. A pesar de su juventud, Nerea transmitía inocencia, bondad e intenciones ambiciosas.

Arribó el esperado momento, y la "cantante" decidió deleitarnos con su evidente y excelso talento. Con guitarra en mano y valentía manifiesta comenzó a cantar desde el corazón, su voz era espléndida, y de sus ojos y rostro emanaban fluidos de emociones adversas nacidas del más sincero corazón. Las lágrimas comenzaron a caer, ¿estaba llorando? El poder de emisión energética de Nerea era tan intenso que consiguió conectar con lo más profundo de mi ser, ese recóndito lugar que sólo los sublimes logran que aflore. Cuando finalizó su "personal-acting" no pude hacer otra cosa sino que aplaudir rotundamente.

No era un cuento familiar con intenciones pretenciosas, era real, Nerea Cerezo me había cautivado, su voz era casi sanadora, su amabilidad y humildad ejemplares.

Concluiré exhortando a todo ser a que escuche a este joven cantante, a que sienta junto a ella...



Artículo escrito por Jesús Kuicast

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