domingo, 6 de abril de 2014


Bienaventuradísimos lectores, el retorno diario kuicástico se hace cada día más evidente. Estoy aquí, sí, en aras de transmitir las buenas nuevas o malas noticias del reino kuicástico. Algunas de sus excelencias comenzarán a reflexionar acerca de los misterios que encierra mi particular escritura, provocadora de toda clase reacciones. La opinión que conlleva la crítica subjetiva es dura de aceptar, y más aún de asumir. Sed fieles seguidores de vuestro guía, y no sucumbiréis a las sombras. Sin dilatarme más en estos breves asuntos citados, procedo pues a anunciar sobre qué trataré: La hermandad.

Muchos de vosotros tendréis en vuestros haberes hermano y hermanas, esos gloriosos seres que con respecto a nosotros tienen el mismo padre y la misma madre, o solamente el mismo padre o la misma madre. Un hermano es un tesoro que ha de cuidarse, protegerse y loarse. Los hermanos, aquellos seres que a pesar de la diferencia anual o generacional son capaces de amarte como a sí mismos, porque son parte de un mismo grupo místico. Con un hermano las angustias pasan velozmente y las alegrías se multiplican, porque a pesar de los muchos enfados que puedan producirse entre hermanos, el vínculo fraternal los une, ese enlace nos proporciona la suficiente fuerza como para poder perdonar, aceptar y querer. 

En esta sociedad posmoderna los valores fraternales se pierden paulatinamente en pos del individualismo más egoísta jamás hallado en la historia de la humanidad. Un hermano ha de ser merecedor de respeto, así como respetador sublime. Es un regalo de Dios compartir la infancia, y posteriormente el resto de la vida (aunque separados en muchos aspectos de la existencia por los distintos caminos tomados por cada hermano). ¿Tienes un "frater" al que no soportas?, haz por visualizar todas sus virtudes y olvidar sus defectos. ¿Tu hermano te infravalora consciente o inconscientemente?, jamás tires la toalla, demuestra que existe un vínculo de unión amorosa que debe necesariamente provocar en ti el firme deseo de solventar el problema, si no tuviese solución, aléjate, pero respeta y siempre estate en disposición de reconciliación.

ª Jn. 3:10 dice que aquel que no practica exteriormente la justicia no es de Dios. De la misma manera, aquel que no tiene amor en sus entrañas para con su hermano no es de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios.


Artículo escrito por Jesús Kuicast

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