domingo, 11 de mayo de 2014


“No hay mayor acto de corrupción que intentar robarnos una parte de nuestro país”. Esta frase de Santiago Abascal resume bastante bien lo que es el separatismo: un acto ilegal, corrupto, ilegítimo y destructivo. A pesar de ello, nuestro Gobierno permanece inmóvil, observando como Cataluña sigue dando pasos hacia su autodestrucción y hacia la violación de la innegociable unidad de España.

Sin embargo, hay que felicitar a Arturo Mas, porque su estrategia ha sido todo un éxito. Ha conseguido tapar su lamentable gestión al frente de la Generalidad de Cataluña inyectando en la sociedad catalana una dosis enorme del veneno separatista. Veneno que ya estaba circulando por Cataluña, pero del que él ha sabido sacar el mayor provecho. Ha convencido a gran parte de los ciudadanos de que la culpa de todos los problemas es de Madrid, de España. Ha logrado que crean que la independencia es la solución a su malestar. Incluso, ha manipulado la historia, consiguiendo que los catalanes se crean todas y cada una de las patrañas que se inventan sobre el pasado.

Por este último aspecto, el de los supuestos fundamentos históricos para la independencia, es por el que me gustaría empezar. La invención que más se ha generalizado entre los nacionalistas es esa que dice que en 1714 Cataluña perdió su independencia. Lo que ocurrió realmente, para el que no lo sepa, fue una guerra civil entre los partidarios del heredero al trono, Felipe de Anjou, y  sus opositores, que apoyaban al archiduque Carlos. La mayor parte de Cataluña defendió al archiduque, siendo uno de los últimos reductos en ser vencido. Por tanto, esta burda manipulación de la historia queda desmontada. Lo cierto es que, dejando al margen breves experiencias golpistas, Cataluña nunca ha tenido un estado propio. Existieron los Condados catalanes dependientes de Francia, la Corona de Aragón o Cataluña como parte de España, pero nunca una nación catalana.

Lo más grave de esto es que los nacionalistas han llevado la mentira a las aulas, a los libros de texto, enseñando a los alumnos una historia y una realidad falsa o deformada. Desde que son niños, los catalanes sufren el veneno separatista. No solo aprenden una falsa historia, sino que se desarrolla en ellos una fobia hacia España y hacia lo español. El castellano, por ejemplo, idioma tan oficial y obligatorio como el catalán, es apartado y denigrado. Muy conocidos son los casos de colegios en los que se castiga o ignora a los niños que hablan en el que debería ser su primer idioma.

No es raro ver tampoco jóvenes que queman banderas de España mientras lucen esteladas. Teniendo en cuenta que algunos ayuntamientos retiran la bandera española de sus balcones, dejando solo la catalana o colgando esteladas en su lugar, no es extraño que la población siga este ejemplo tan lamentable como ilegal.

Todos estos casos reflejan se fomenta el odio en Cataluña, el desprecio hacia España. Les han hecho creer que no son España, que no son españoles. Pero si lo son, siempre lo han sido. Y lo que es más importante, lo seguirán siendo le pese a quien le pese. Al que no le guste, ya sabe dónde está la frontera. La unidad España es innegociable.

Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.



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