“No hay
mayor acto de corrupción que intentar robarnos una parte de nuestro país”. Esta
frase de Santiago Abascal resume bastante bien lo que es el separatismo: un
acto ilegal, corrupto, ilegítimo y destructivo. A pesar de ello, nuestro
Gobierno permanece inmóvil, observando como Cataluña sigue dando pasos hacia su
autodestrucción y hacia la violación de la innegociable unidad de España.
Sin
embargo, hay que felicitar a Arturo Mas, porque su estrategia ha sido todo un
éxito. Ha conseguido tapar su lamentable gestión al frente de la Generalidad de
Cataluña inyectando en la sociedad catalana una dosis enorme del veneno
separatista. Veneno que ya estaba circulando por Cataluña, pero del que él ha
sabido sacar el mayor provecho. Ha convencido a gran parte de los ciudadanos de
que la culpa de todos los problemas es de Madrid, de España. Ha logrado que
crean que la independencia es la solución a su malestar. Incluso, ha manipulado
la historia, consiguiendo que los catalanes se crean todas y cada una de las
patrañas que se inventan sobre el pasado.
Por
este último aspecto, el de los supuestos fundamentos históricos para la
independencia, es por el que me gustaría empezar. La invención que más se ha
generalizado entre los nacionalistas es esa que dice que en 1714 Cataluña
perdió su independencia. Lo que ocurrió realmente, para el que no lo sepa, fue
una guerra civil entre los partidarios del heredero al trono, Felipe de Anjou,
y sus opositores, que apoyaban al
archiduque Carlos. La mayor parte de Cataluña defendió al archiduque, siendo
uno de los últimos reductos en ser vencido. Por tanto, esta burda manipulación
de la historia queda desmontada. Lo cierto es que, dejando al margen breves
experiencias golpistas, Cataluña nunca ha tenido un estado propio. Existieron
los Condados catalanes dependientes de Francia, la Corona de Aragón o Cataluña
como parte de España, pero nunca una nación catalana.
Lo más
grave de esto es que los nacionalistas han llevado la mentira a las aulas, a
los libros de texto, enseñando a los alumnos una historia y una realidad falsa
o deformada. Desde que son niños, los catalanes sufren el veneno separatista.
No solo aprenden una falsa historia, sino que se desarrolla en ellos una fobia
hacia España y hacia lo español. El castellano, por ejemplo, idioma tan oficial
y obligatorio como el catalán, es apartado y denigrado. Muy conocidos son los
casos de colegios en los que se castiga o ignora a los niños que hablan en el
que debería ser su primer idioma.
No es
raro ver tampoco jóvenes que queman banderas de España mientras lucen esteladas.
Teniendo en cuenta que algunos ayuntamientos retiran la bandera española de sus
balcones, dejando solo la catalana o colgando esteladas en su lugar, no es
extraño que la población siga este ejemplo tan lamentable como ilegal.
Todos
estos casos reflejan se fomenta el odio en Cataluña, el desprecio hacia España.
Les han hecho creer que no son España, que no son españoles. Pero si lo son,
siempre lo han sido. Y lo que es más importante, lo seguirán siendo le pese a
quien le pese. Al que no le guste, ya sabe dónde está la frontera. La unidad
España es innegociable.
Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.
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