lunes, 22 de septiembre de 2014


Queridísimos y admirables lectores, un día más me hallo presente en aras de redactar un artículo que pueda ser provechoso, y no negaré que también polémico. En un día oscuro en el cual Dios solloza por los pecados de la humanidad, yo me propongo proporcionaros un testimonio veraz sobre mi estancia en una controvertida organización religiosa. Muchos son los que apenas la conocen, otros la malinterpretan, mas pocos saben la verdad subyacente de La Iglesia de Jesucristo de Los Santos de Los Últimos Días, o comúnmente conocida como "Iglesia mormona" o simplemente "los mormones".

Nuestra historia comienza en el año 1823 de la era común; un joven que habitaba en Palmyra, en la región de Nueva Inglaterra, se hallaba perdido y confuso; pues era un ser curioso que anhelaba encontrar la verdad última de la existencia. Las religiones sectarias de su época y lugar, no convencieron al joven Smith, que tras leer la biblia descubrió un pasaje de Santiago, el 1:5, " Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.” Tal pasaje penetró profundamente en su corazón; por consiguiente determinó valientemente seguir las palabras del apóstol. Se retiró a un bosque cercano al rancho donde vivía con su familia, se arrodilló con toda fe y esperanza y obtuvo una respuesta: Joseph Smith afirmó haber tenido una visión en la cual se le aparecieron de manera fulgurosa Dios Padre y su Hijo Cristo; Jesucristo le exhortó a no introducirse en ninguna de las iglesias contemporáneas, porque todas estaban erradas. Él había sido el elegido por Dios para restaurar su verdadera Iglesia sobre la Tierra. Desde el primer momento Joseph Smith (el chico) fue cuestionado por todos sus allegados. ¿Cómo Dios y su Hijo iban a aparecerse a un chico casi analfabeto y rupestre? ¿Le había concedido verazmente la autoridad para restaurar la verdadera Iglesia de Dios sobre la Tierra? En los sucesivos años, por la mediación del ángel Moroni, Joseph Smith encontró unas planchas de oro en las cuales se hallaba grabada la historia de los pueblos judíos que emigraron a América en los tiempos de la torre de Babel. Gracias al poder del espíritu santo, Joseph Smith pudo traducir estas ancestrales planchas; escritas en un idioma no conocido hasta la fecha: "egipcio reformado". El resultado fue: El libro de mormón. Un compendio de narraciones históricas y enseñanzas espirituales; la vida de los judíos en América antes y después de la llegada de Cristo.

Nos hallamos en el año 2014; y la Iglesia mormona crece año tras año exponencialmente. De dos en dos predican por todo el mundo con el hermoso objetivo de bautizar a los humanos, y así hacerlos renacer en el corazón cristiano. Yo arribé a la Iglesia en el año 2012, atraído desde hacía años por tal extraña Iglesia cristiana. Me enamoré de su doctrina, acepté sus principios y sobretodo, supe más de lo que jamás había sabido de Jesucristo. Los líderes de la iglesia, al igual que los miembros me trataron como a un hermano más, preocupándose e interesándose por mi vida. En muchas ocasiones me ayudaron anímicamente, en ellos encontré la perfecta comunidad cristiana: que se comporta como una verdadera familia unida. En esta Iglesia descubrí que los matrimonios pueden ser felices: conyugues unidos para toda la eternidad. Un lugar repleto de gente honesta, sincera y desinteresada. Nunca imaginé que aquella iglesia -que para mí era una mera excentricidad en el inicio de mi entrada- pudiese llegar a convertirse en un lugar santo, donde sólo vislumbraba la presencia de la divinidad. Tantos amigos coseché: jóvenes tolerantes y dispuestos a amarte sin prejuicios; tantos maestros conocí: hombres de intensa fe y curtido intelecto. Un día todo acabó, nadie sabe qué sucedió. Yo tampoco lo sé.

Artículo escrito por Jesús Kuicast.

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