miércoles, 3 de diciembre de 2014


Queridísimos y pacientes lectores, en el día presente me hallo lleno de orgullo y satisfacción por el asunto que me ha sido encomendado. Ustedes son grandes conocedores de mi amor por La Verdad, y cualquier oportunidad para propugnarla es un dádiva divina. El Señor nos provee de sabiduría y benevolencia infinitas si nos aferramos a su místico amor. Gracias a La Santísima Virgen tenemos la oportunidad de aproximarnos con dulzura y reverencia al Dios Todopoderoso. En los momentos de tribulación, María, Reina de los cielos, es clave para despejar nuestras dudas en aras de iluminar el valle sombrío en el que nos vemos sometidos a morar por el ancestral "príncipe de las mentiras". Sin más dilación, procederé a abordar el asunto que hoy me concierne: La fe en Cristo y en su institución terrestre, La Santa Iglesia Católica.

En la actualidad son muchos los cristianos católicos que se aventuran a poner en cuestión las doctrina de nuestra Santa Madre Iglesia. Algunos olvidan que la Iglesia es la única depositaria de la Verdad y la única autorizada para recibir revelación sobre el mundo. Si bien es cierto que como institución compuesta por humanos, ha incurrido en graves errores a lo largo de su larga historia, no hemos de obviar que La Iglesia es Santa, y está regida por el mismísimo Jesucristo, a través de la Cátedra Petrina. El Santo Padre es el único y verdadero ser humano que se halla autorizado para renovar cierto dogmas en base a la racionalidad iluminada o la transmisión mística de Dios. Nuestro Padre Celestial conoce a sus hijos, por lo que ciertos Papas han sido racionalmente iluminados por su propensión a la intelectualidad, y otros han recibido tal magna y sagrada sabiduría, mediante experiencias místicas. 

Es claramente imposible negar que han existido Papas católicos auténticamente endemoniados y nefastos. Estos han ido apareciendo a través de los tiempos en aras de desestabilizar la Iglesia introduciendo el pecado más vil, consiguiendo así provocar tribulación en los fieles cristianos. No obstante siempre hemos de recordar la Santidad de la Iglesia; y por consecuencia, ser obedientes a sus preceptos. La Casa de Dios es tan hermosa, que no admite siquiera descripción. El cristianismo universal (católico) es un movimiento revolucionario, pues nos presenta La Verdad en su absoluta totalidad, y su esencia es divina e infinita en benignidad, como su Maestro, Cristo, el hijo de Dios. ¿Siendo simples humanos, quién somos nosotros para cuestionar las directrices de Dios? Seamos obedientes.

Los países occidentales padecen la temible secularización social. La Iglesia contempla apenada como muchos bautizados determinan no proseguir en su práctica cristiana; intercambiando ésta por las prácticas propias del posmodernismo consumista e individualista. La denominada por muchos versados en sociología como "la cultura de la muerte". Desde aquí hago un llamamiento global a todos los católicos de la Tierra con el objetivo de rogaros que alcéis vuestras cruces, que no ceséis de rezar a La Virgen, y que seáis obedientes a los preceptos de nuestra Santa Madre Iglesia.

Queridos hermanos, que Dios os bendiga sempiternamente.

Artículo escrito por Jesús Kuicast.

1 comentarios:

Disflujo dijo...

Si tan sabio y benevolente es tu sagrado señor, ¿Por qué ha permitido enriquecerse vilmente a su santo estado, sin necesitarlo en absoluto, pues en sus parábolas, dichas de su propia voz, según los evangelios, siempre proclamo su futura iglesia fundamentada desde la pobreza y para dar consuelo a los débiles y pobres sobre la tierra? ¿No sería más evidente y justo tras su dogma, utilizar toda esa riqueza, en su mayoría especulativa, y erradicar el hambre y la pobreza en el mundo? ¿Acaso con el solo convencimiento de que tras los muros de la iglesia se haya la verdad absoluta, ya me he de sentir reconfortado, y no buscar más opciones como mi sed de aprendizaje y cultura me pide? ¿Tan simples consideráis al ser humano del siglo XXI, mal siglo evidentemente para la cultura y la intelectualidad, como para tener que creer como certeza una fe que no se supedita por ninguna parte, que tan solo trae engaño, problemas, dolor, exclusiones sociales y el abismo entre riqueza y pobreza en este mundo diseñado por Dios? ¿Usted no se da cuenta que, el cuento ideado desde muy antaño para tener apaciguado al pobre, a sufrir sus penurias en silencio, con esa esperanza de eternidad divina en un reino de los cielos donde todo será maravilloso, ya no tiene lógica de ser? Sabiendo que este comentario no lo publicará, aún no usando improperios, ni calificativos peyorativos hacia ustedes, se despide con una triste apreciación ante usted, este seguro no servidor