Estimados y atentos lectores, un día más me hallo dispuesto a proseguir con mi luminosa labor articulista. Me llena de orgullo saber que son muchos los que admiran de manera sobresaliente mi obra evangelizadora. No habré de omitir la certeza de todos aquellos que detestan mis humildes tratados, tachándolos de sensacionalistas, conservadores y radicales. La verdad de las cosas debe ser conocida, a pesar de que este ejercicio sea ciertamente desagradable y doloroso. En el presente artículo me dispongo a tratar un asunto de gran trascendencia popular, una circunstancia posmoderna que tiene el vil poder de nublar el juicio de muchos hijos del Señor de la luz: ¿es la tolerancia un atributo intrínsecamente ligado al bien y al progreso?
Occidente está perdiendo la batalla contra la todopoderosa secularización. Los ciudadanos occidentales han cambiado los lugares de culto por los antros de vicio. El ser humano posmoderno ha perdido su reverencia cultual, consecuencia del nihilismo propugnado por "los conspirados del nuevo orden mundial" y sus secuaces. ¿Qué es el nihilismo realmente? La negación de todo principio religioso, político y social. Mas si unos principios son negados, ¿no es cierto que habrán de ser sustituidos por otros? Absolutamente cierto. La sustitución se lleva a cabo a través de un proceso constituyente en el que los conspiradores establecen los nuevos e interesados principios religiosos, políticos y sociales. Estos principios son una suerte de instrucciones manipuladoras que permiten tener al pueblo subyugado a toda clase de concupiscencias. Jóvenes y maduros arden en deseos de poseer la última innovación tecnológica, para así poder llevar a cabo "la gran evasión". Nuevas clases de relaciones humanas han emergido de la oscuridad, contrarias en su totalidad a la recta moral cristiana. La amistad, una hermosa y saludable relación interpersonal, ahora lamentablemente posee connotaciones sexuales. Cuando el desorden caótico impera, y el orden supremo se infravalora: la sociedad se halla en el principio del fin.
Los grandes dirigentes y las personalidades influyentes de este corrupto y volátil mundo nos exhortan incesantemente a través de los vasallos medios de comunicación a practicar el ejercicio de la tolerancia para con todo tipo de asuntos y personas, hasta con aquellos que puedan incluso resultar kafkianos. Ser tolerante no siempre es positivo o adecuado, pues como cristianos hay infinidad de actitudes humanas e influjos culturales que no hemos de tolerar. ¡Bendita sea la santa intransigencia!,¡Respetar no implica tolerar! Como hijos de Dios y fieles de su sede en la Tierra, hemos de mantenernos firmes e inamovibles en la moral cristiana. Cualquier cristiano verdadero debe obedecer los dictados preceptivos de nuestra Santa Madre Iglesia. ¡Las cosas de Dios son locura para el mundo! Mas Él es nuestro creador, y si seguimos sus santas instrucciones en un acto heroico de fe, nos encontraremos protegidos bajo el manto celestial mariano. Obediencia y lealtad sempiterna al Dios del amor. ¡Mantened la llama divina encendida a pesar del huracán maligno que intenta derruir La Verdad!
Queridos hermanos, yo os exhorto a respetar de manera ejemplar, así como a no tolerar aquello que sea contrario a Dios y a su pueblo. Seamos mansos y obedientes, pues así lo quiere El Señor.
Artículo escrito por Jesús Kuicast.
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