miércoles, 4 de febrero de 2015


«¿Cuál es la línea que separa el arte y la vida? ¿Está legitimado el artista para ir más allá de la ética? ¿Cómo debemos posicionarnos ante la injusticia? Y, sobre todo, ¿cómo escapar de un sistema injusto cuando todo escape está prefijado en la lógica del propio sistema?»
Intento de Escapada,
HERNÁNDEZ, M.A.

Se nos muestran muchos casos en los que el arte puede ser controvertido, donde no se nos presenta siempre algo bello (ni tiene que serlo necesariamente). De hecho, el objeto de este tipo de arte contemporáneo es removernos, descubrir la realidad de una sociedad que no siempre (casi nunca) es la ideal.

La obra queda realizada, por tanto, en el contexto al que pertenece y es como se debe de analizar, ya que si no, no se puede entender en su totalidad. Así, pasamos de ver cuadros de Velázquez y esculturas de Bernini, a una obra de arte que grita en sí misma; la actual. Esta obra que se ha ganado muchos enemigos por lo dura que puede ser, por la no representación de “lo bello”, aparece porque la misma sociedad en sí ha cambiado. Surge de una necesidad de expresar inconformidad ante algo que se cree injusto. Se ha ganado libertad de expresión y, gracias a esta, los artistas han podido decir lo que piensan sin pelos en la lengua y se les ha permitido exhibir lo grotesco, lo que no nos es agradable ver.

Desde que el arte fue usado como medio propagandístico, ha sido una manera de mover el mundo (un ejemplo es el famoso cartel del Tío Sam, con su famoso “I Want You For The Army”), ¿por qué no alentar a que actuemos cuando hay algo que no nos gusta? ¿Por qué no levantarnos en vez de demostrar esa especie de indolencia que padecemos?

Para demostrar esa impasibilidad, una de las obras que más ha llamado la atención por el atrevimiento de su autor, G. Vargas, es la que vemos en la imagen del principio del artículo. Un perro fue atado a un poste, sin comida ni bebida. Es cierto que el autor deja allí al perro atado, que es un maltrato. En varias ocasiones se rebasa el límite de lo ético por el mero hecho de que parece que los artistas no son personas normales y corrientes y por lo tanto pueden permitirse ciertas extravagancias. Pero, ¿acaso nadie podría haberlo soltado? ¿Acaso no le estamos nosotros dando a los artistas esa carta blanca para que hagan lo que quieran, esa dosis que hace que crean que están por encima de esa ética? ¿No representa exactamente esa pasividad que todos tenemos hoy en día?


El arte contemporáneo, en el fondo, lo que intenta es remover conciencias y hacer un mundo mejor. Muchas veces se acusa a los artistas de excéntricos, incluso llegamos a afirmar que “se pasan de la ralla”, y muchas veces incluso es cierto. Pero, ¿si nosotros viésemos día a día todos los problemas reales en la calle, si reflexionásemos sobre cada dificultad que se presenta en el mundo, podemos asegurar que estaríamos totalmente cuerdos?

Artículo escrito por Irene Avilés López.

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