domingo, 23 de enero de 2011

Honorables lectores, durante largo tiempo una idea ha rondado por mi cabeza, una convicción que día tras día se confirma en mi ser, la terrible globalización. Hoy es el gran día elegido para que ustedes puedan sumergirse en mi universo de reflexión, en mi mar de emociones e ideales, al final y al cabo en mi dimensión filosófica. Les vaticino una compleja lectura, mas no desistan y alcanzarán la cima.

Actualmente observamos como nuestro mundo se globaliza, como todo lo tradicional queda en el lejano olvido, dando paso a un futurismo homogeneizador y quizá ciertamente pernicioso, ejemplificaré pues, ¿ no es ciertamente peculiar como un japonés puede vestir de igual manera a un peruano?, o , ¿cómo un francés puede comer lo mismo que un australiano? . Nos hallamos ante una situación insólita en la historia de la humanidad, pues medios como la televisión e internet han permitido lo que antaño hubiese parecido surrealista, es algo fascinante y tal vez escalofriante en determinado aspectos.

Los pueblos de la tierra se unen en un solo baile, todos interactúan creando un panorama de generalización absoluta. Sin embargo en este determinado instante ustedes se preguntarán, ¿qué tiene de malo tan fenómeno?, pues superfluamente todo parecen colosales ventajas más que destructivos inconvenientes. Mas yo les expondré mis conclusiones ante tal asunto. Sin negar las irrefutables mejoras de la tecnología y la globalización, he de citar la celeridad con la que nuestras más íntimas tradiciones se esfuman, nuestra identidad se evapora como el mismísimo agua expuesto a excesivo calor. Lo que nos diferenciaba, y por tanto nos enriquecía se descompone, ante la internacionalización capitaneada por la supremacía de un pueblo que inevitablemente nos contamina, mas esta globalización no procede de una aportación unánime de las diversas culturas, sino que nace de la superioridad de una nación sobre el resto.

Por tal conclusión, afirmaría que tal proceso igualador no atiende a justicia alguna, pues si éste sucediese como causa de la fusión igualitaria de los diferentes “clanes” mundiales podríamos tratar de una licitud viable. Sin embargo todo se extiende fruto de la espontaneidad no siguiendo patrones planeados previamente, desembocando todo lo proyectado en inconvenientes seguros. No es mi pretensión el adoctrinamiento acerca de ninguna cuestión, mas creo que una vez más la regla natural “todo en su justa medida” es válida para este problema. Pues es correcta la unión de todos los pueblos en aspectos de bienestar, pero hemos de guardar y custodiar lo nuestro, para que nosotros y los que estén por venir puedan gozarlo.

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