sábado, 25 de junio de 2011

Honorables lectores, tengo el gran placer de presentarles la segunda parte de mi particular y humilde reflexión acerca de la virtualidad. Cómo bien finalizaba en la primera parte de este breve tratado, la virtualidad es la continuación lógica parcial de la realidad física. Cierto es, que nosotros mismos somos seres físicos, parte de la totalidad material universal, y precisamos del resto físico con el leal fin de llevar a cabo las funciones vitales que son la esencia de nuestra existencia. No obstante, y aclarado tal punto citado, que quizá pudo plantearles sospechas acerca de la validez de la primera parte introspectiva, no yerro cuando sostengo que la realidad virtual es una sustitución válida en gran parte de la realidad física. Pues evidente es, que dejando al margen las funciones vitales del ser humano que obviamente son insustituibles en un universo virtual, el ser humano realiza diversas funciones adicionales: función lúdica, función reflexiva, función de aprendizaje... y todas ellas son satisfechas inmejorablemente en un mundo flexible y personalizado al gusto individual. Y me atrevería a sumar una ventaja más, lo saludable del mundo virtual para la conservación y el prolongamiento vital del humano. Muchos de ustedes se cuestionarán de manera ineludible cómo el establecimiento de una virtualidad personalizada e individual podría dañar ciertos sentidos humanos, así como debilitar cualidades físicas debido a su no utilización, potenciación y entrenamiento. Afirmo que cierta es su suposición, pues el ser humano carecerá de diversas cualidades físicas que en tiempo presente y antaño le son y le fueron imprescindibles, mas yo no vislumbro problema alguno en tal hecho, pues por qué habríamos de permanecer preocupados de perder ciertas cualidades físicas, si la virtualidad nos ofrece la recreación más cercana a nuestra más auténtica autoconcepción mental, pues nuestro cerebro experimenta su máximo poder creativo, provocando ésto, nuestra máxima satisfacción personal.

ARTÍCULO ESCRITO POR JESÚS KUICAST

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