Al
inicio de todo existía la oscuridad, y cuando se hizo la luz, de la
luz misma aparecieron las bases para el desarrollo y expansión de la
luz-energía. Todo lo que nos rodea es luz, pero vibrando a distintos
niveles y frecuencias que a la vez se manifiestan de distintas
maneras que el ser humano solo puede apreciar un cierto rango de la
misma. En este plano donde abunda la materia, no es más que luz
vibrando a esa frecuencia. El cuerpo físico del ser humano también
está compuesto de luz que vibra a esa frecuencia.
La
evolución del ser humano apunta su sentido hacia la luz, ya que de
ahí comenzó todo. La parte más pura, profunda y esencial en el ser
humano es la luz animando al cuerpo físico para sus experiencias y
aprendizajes. Cuando se deja el cuerpo físico se vuelve a ese lugar
de alta vibración y luz, por ese principio la evolución va hacia la
luz.
En
donde esta toda esa luz poderosa y de alta vibración, de donde
provenimos todos, para volver ahí se requiere una afinidad que solo
se logra vibrando en estados altos de conciencia como el amor. El
amor en una perspectiva física y energética equivale al magnetismo,
ya que el magnetismo tiende atraer y el amor igual, el amor no
separa, al contrario une y se fomenta en unicidad. Al estar vibrando
de acuerdo al amor, que es una vibración alta, el mismo cuerpo
físico genera más energía y luz e incluso es apreciable por medio
de la visión del aura y percepciones extrasensoriales.
Al
generar más luz, esta misma tiende agruparse a la energía similar.
Ya que lo semejante se atrae, cuando el ser humano logre vivir en
estados de vibración alta, llegará a lo más profundo de sí mismo,
que es la luz y ascenderá a un lugar que comparta esa afinidad. ¿El
cielo? ¿Dios? ¿El planeta donde vive dios? Eso no importa ya que
sea cualquier lugar que sea, será un lugar que comparta nuestra
vibración y estado evolutivo.
Fabían Latxika
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