miércoles, 22 de enero de 2014


Al inicio de todo existía la oscuridad, y cuando se hizo la luz, de la luz misma aparecieron las bases para el desarrollo y expansión de la luz-energía. Todo lo que nos rodea es luz, pero vibrando a distintos niveles y frecuencias que a la vez se manifiestan de distintas maneras que el ser humano solo puede apreciar un cierto rango de la misma. En este plano donde abunda la materia, no es más que luz vibrando a esa frecuencia. El cuerpo físico del ser humano también está compuesto de luz que vibra a esa frecuencia.
La evolución del ser humano apunta su sentido hacia la luz, ya que de ahí comenzó todo. La parte más pura, profunda y esencial en el ser humano es la luz animando al cuerpo físico para sus experiencias y aprendizajes. Cuando se deja el cuerpo físico se vuelve a ese lugar de alta vibración y luz, por ese principio la evolución va hacia la luz.
En donde esta toda esa luz poderosa y de alta vibración, de donde provenimos todos, para volver ahí se requiere una afinidad que solo se logra vibrando en estados altos de conciencia como el amor. El amor en una perspectiva física y energética equivale al magnetismo, ya que el magnetismo tiende atraer y el amor igual, el amor no separa, al contrario une y se fomenta en unicidad. Al estar vibrando de acuerdo al amor, que es una vibración alta, el mismo cuerpo físico genera más energía y luz e incluso es apreciable por medio de la visión del aura y percepciones extrasensoriales.
Al generar más luz, esta misma tiende agruparse a la energía similar. Ya que lo semejante se atrae, cuando el ser humano logre vivir en estados de vibración alta, llegará a lo más profundo de sí mismo, que es la luz y ascenderá a un lugar que comparta esa afinidad. ¿El cielo? ¿Dios? ¿El planeta donde vive dios? Eso no importa ya que sea cualquier lugar que sea, será un lugar que comparta nuestra vibración y estado evolutivo.

Fabían Latxika

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