Los
niños que nacen en esta nueva era son seres evolucionados, maestros de la luz que
vienen en misión de paz para ayudarnos a cambiar los caducos esquemas de miedo
y represión por los que nos regíamos hasta ahora.
Es
la revolución del amor y la libertad del alma la que está cambiando todas las
envolturas de vuestra sociedad terrenal.
Cambio
mi manera de mirar a los niños, ya que
vienen repletos de mensajes en su actuar y en su sentir. Hay que verlos más
allá de los ojos físicos: con los ojos del corazón.
Sus actos de rebeldía no son malintencionados,
no tienen deseos de dañar. No es en nuestra contra sino a favor de la
humanidad. Han de adaptarse a este planeta y
eso les crea conflicto.
Hemos
de explicarles nuestras normas de
funcionamiento, planteándonos ante cada transgresión si no nos estarán
dando información y nos estarán diciendo que, a favor de la felicidad,
esa norma ya queda ridícula.
Y siempre es bajo la llama del amor donde hay
que inculcarles la disciplina, desde donde hay que observar los nuevos retos
que nos traen nuestros niños; Preguntándome siempre que mensajes hay detrás de
cada uno de sus actos.
Tenemos
que poner consciencia en nuestra educación y entender que, las normas nos
rigen, nos ordenan y nos aúnan en nuestro funcionamiento terrestre; pero aún
así cada alma encarnada que elige descender a este plano de la Tierra trae una misión
distinta. Así puedo ayudar a estos seres diminutos y hermosos a que encuentren
su camino escuchando sus necesidades fuera de esquemas ya caducos.
Proyectar
mis deseos e insatisfacciones frena la evolución de este planeta, ya que así
encarcelamos a estos seres que vienen cargados con mensajes de amor. Ellos
han de recordar cuál es su misión y el mensaje que vienen a transmitirnos.
He
de hablarles con el respeto del que tiene un maestro delante; haciéndoles sentir
que son valiosos y que nos honra su presencia. Hemos de acompañarlos, se
sienten extraños en este comienzo de su peregrinación; por eso permanezcamos
con ellos tanto tiempo como nos sea posible para que poco a poco descubran y
sientan sus propias fuerzas, comprendan lo hermoso de esta vida que han elegido
y vayan recordando su misión.
La
risa, la alegría, el juego, el baile, la música, el disfrutar de la
naturaleza... es la verdadera esencia de estos seres que nos están diciendo que
Dios es amor y se refleja en la alegría del que existe, del que transita.
Escuchemos
nuestras almas como chillan desesperadas en forma de insatisfacción y de
enfermedades. Dios es amor, amor es alegría, alegría es luz, luz es sabiduría y
la sabiduría es la garantía que nos proporciona el sentirnos vivos, el poder
cumplir nuestra misión.
Conecto
con el niño que hay en mí. Estos seres de luz y amor me ponen el espejo de esa
niña, a veces perdida en mi interior que, atrapada implora disfrutar,
gozar, sentir y amar apasionadamente.
Dios
es amor y los niños son sus ángeles mensajeros.
Mariví
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