domingo, 13 de abril de 2014


El laicismo agresivo que se ha instalado en España desde hace ya tiempo insiste, día tras día, en montar campañas contra la Iglesia católica. Creo que hoy, Domingo de Ramos, es un buen día para aclarar algunas cosas. Empecemos, por ejemplo, con el tema del IBI.

Las enormes dificultades económicas que atraviesa nuestro país han generado que sean muchas las voces que pidan que la Iglesia pague el Impuesto de Bienes Inmuebles. Interpretan esta exención de pago como un privilegio vergonzoso que perjudica económicamente a España, puesto que las estimaciones más optimistas cifran en 500 ó  600 millones de euros la cantidad anual que se podría recaudar si se aplicase el impuesto. Como es habitual, olvidan contar la parte de la historia que no les interesa.

La Iglesia realiza una cantidad enorme de labores sociales en este país. Además de ofrecer educación y sanidad, ejecuta innumerables obras sociales y mantiene el 80% de los costes de conservación del patrimonio histórico-artístico ligado a ella. Centros de enseñanza, hospitales, orfanatos o centros de acogida son financiados por la Iglesia. En términos económicos, esto se traduce en que la Iglesia ahorra al Estado, aproximadamente, 31.189 millones de euros al año. Por tanto, me parece indecente exigir que la Iglesia pague el IBI o insinuar que sus privilegios cuestan dinero a todos los españoles.

Es interesante plantearse donde comerían diariamente todas las familias que se han quedado sin ingresos, donde dormirían aquellos que han perdido su casa o qué harían los más desfavorecidos si la Iglesia y las organizaciones vinculadas a ella dejaran de ofrecerles su apoyo. Con los momentos tan duros que está atravesando tantas personas y tantas familias afectadas por la crisis, creo que es más importante que nunca valorar esta labor por encima de reclamar un impuesto.

Los casos de pederastia que han salido a la luz también han sido utilizados como objeto arrojadizo con el que intentar deslegitimar a las personas que componen la Iglesia. Estos hechos tan repugnantes deben ser combatidos desde dentro y desde fuera de la Iglesia con firmeza, haciendo que caiga sobre los responsables todo el peso de la ley. Con todo, no debemos olvidar que la Iglesia, por mucho que sea una institución religiosa, está dirigida por hombres, y toda institución gobernada por el hombre tiene defectos. Con esto no justifico la pederastia, ni muchísimos menos, pues me parece intolerable e incomprensible, pero si pido que se deje de exigir la perfección a la Iglesia por el mero hecho de tener un carácter religioso.

Por otra parte, me gustaría resaltar a los ciudadanos que se implican desinteresadamente en las actividades desarrolladas por la Iglesia y demás organizaciones. Desde joven, he tenido la suerte de conocer a personas que trabajan día a día en las parroquias de barrio, desarrollando diferentes funciones para su comunidad sin pedir nada a cambio. Gente de todo tipo, normal y alejada de la imagen de “meapilas” que les quieren imponer algunos, que solo cumple con la labor de amor y servicio al prójimo implícita en su religión.


Más allá de que se crea en Dios o no, o de que se acepte o se rechace a la Iglesia, las personas involucradas en ella merecen un respeto y un reconocimiento. Estoy seguro que actitudes como la solidaridad, el respeto o la tolerancia, fomentadas por los católicos,  son aquellas que todos querríamos que nuestros hijos adquiriesen. Por eso, es necesario poner fin a las actitudes hostiles hacia la Iglesia. España es un Estado aconfesional, y así debe seguir siendo, pero que los laicistas no se pasen de frenada.

Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.

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