El
laicismo agresivo que se ha instalado en España desde hace ya tiempo insiste,
día tras día, en montar campañas contra la Iglesia católica. Creo que hoy,
Domingo de Ramos, es un buen día para aclarar algunas cosas. Empecemos, por
ejemplo, con el tema del IBI.
Las
enormes dificultades económicas que atraviesa nuestro país han generado que
sean muchas las voces que pidan que la Iglesia pague el Impuesto de Bienes
Inmuebles. Interpretan esta exención de pago como un privilegio vergonzoso que
perjudica económicamente a España, puesto que las estimaciones más optimistas
cifran en 500 ó 600 millones de euros la
cantidad anual que se podría recaudar si se aplicase el impuesto. Como es
habitual, olvidan contar la parte de la historia que no les interesa.
La
Iglesia realiza una cantidad enorme de labores sociales en este país. Además de
ofrecer educación y sanidad, ejecuta innumerables obras sociales y mantiene el
80% de los costes de conservación del patrimonio histórico-artístico ligado a
ella. Centros de enseñanza, hospitales, orfanatos o centros de acogida son
financiados por la Iglesia. En términos económicos, esto se traduce en que la
Iglesia ahorra al Estado, aproximadamente, 31.189 millones de euros al año. Por
tanto, me parece indecente exigir que la Iglesia pague el IBI o insinuar que
sus privilegios cuestan dinero a todos los españoles.
Es
interesante plantearse donde comerían diariamente todas las familias que se han
quedado sin ingresos, donde dormirían aquellos que han perdido su casa o qué
harían los más desfavorecidos si la Iglesia y las organizaciones vinculadas a
ella dejaran de ofrecerles su apoyo. Con los momentos tan duros que está
atravesando tantas personas y tantas familias afectadas por la crisis, creo que
es más importante que nunca valorar esta labor por encima de reclamar un
impuesto.
Los
casos de pederastia que han salido a la luz también han sido utilizados como
objeto arrojadizo con el que intentar deslegitimar a las personas que componen
la Iglesia. Estos hechos tan repugnantes deben ser combatidos desde dentro y
desde fuera de la Iglesia con firmeza, haciendo que caiga sobre los
responsables todo el peso de la ley. Con todo, no debemos olvidar que la
Iglesia, por mucho que sea una institución religiosa, está dirigida por hombres,
y toda institución gobernada por el hombre tiene defectos. Con esto no
justifico la pederastia, ni muchísimos menos, pues me parece intolerable e
incomprensible, pero si pido que se deje de exigir la perfección a la Iglesia
por el mero hecho de tener un carácter religioso.
Por
otra parte, me gustaría resaltar a los ciudadanos que se implican
desinteresadamente en las actividades desarrolladas por la Iglesia y demás
organizaciones. Desde joven, he tenido la suerte de conocer a personas que
trabajan día a día en las parroquias de barrio, desarrollando diferentes
funciones para su comunidad sin pedir nada a cambio. Gente de todo tipo, normal
y alejada de la imagen de “meapilas” que les quieren imponer algunos, que solo
cumple con la labor de amor y servicio al prójimo implícita en su religión.
Más
allá de que se crea en Dios o no, o de que se acepte o se rechace a la Iglesia,
las personas involucradas en ella merecen un respeto y un reconocimiento. Estoy
seguro que actitudes como la solidaridad, el respeto o la tolerancia,
fomentadas por los católicos, son
aquellas que todos querríamos que nuestros hijos adquiriesen. Por eso, es
necesario poner fin a las actitudes hostiles hacia la Iglesia. España es un
Estado aconfesional, y así debe seguir siendo, pero que los laicistas no se
pasen de frenada.
Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.
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