sábado, 26 de abril de 2014



El conflicto de Gibraltar es un asunto que a todos los españoles debería resultarnos tremendamente molesto. No solo por la injusticia que se cometió cuando lo perdimos y durante cada uno de los años en los que no se nos ha devuelto, sino también por la desfachatez inglesa de intentar cubrir con falsos velos de legalidad sus acciones en torno al peñón.
Gibraltar pasó a manos inglesas con la firma del Tratado de Utrecht en 1713. Fue el resultado de un conflicto internacional provocado en 1702 por Austria, Reino Unido, Prusia, Saboya, Portugal y las Provincias Unidas, que no aceptaron que Carlos II eligiera como sucesor al trono de España a Felipe de Anjou, miembro de la casa Borbón que también gobernaba en Francia. Esta interferencia tenía como objetivo entregar el poder al archiduque Carlos, perteneciente a la dinastía de los Austrias, y evitar que la hegemonía de Francia y España aumentase. El coste de esta guerra de sucesión para España fue altísimo, pues la firma del tratado le supuso enormes pérdidas territoriales (Sicilia, Cerdeña Nápoles, Flandes, Menorca, Gibraltar etc.) y una guerra civil.
Desde entonces, el Reino Unido se ha agarrado al tratado para mantener su dominio sobre Gibraltar. Resulta curioso que de las cesiones territoriales que obtuvieron en 1713 solo conserven Gibraltar. El resto, las perdieron o fueron cedidas a otros países. Pero dejando esto al margen, y centrándonos en los detalles del artículo X del tratado, sale a relucir por qué es tan absurda la postura británica.
Llevan meses exigiendo el control de las aguas que rodean el peñón, causando diversos conflictos con los pescadores y las autoridades españolas, aun sabiendo que el tratado tan solo les otorga soberanía sobre las aguas del puerto de Gibraltar. Por si fuera poco, en tierra firme también se saltaron parte de los acuerdos de Utrecht en 1938, cuando construyeron un aeropuerto en una zona que no les pertenecía, puesto que su territorio se limitaba al espacio ocupado por la ciudad, el castillo y las edificaciones agregadas en 1704.
De igual manera, se fijaba que España tendría prioridad para recuperar el territorio cedido si Gran Bretaña intentara dar, vender o enajenar de cualquier forma la propiedad de Gibraltar. Y el gobierno británico está enajenado su colonia a la población del peñón. Primero, con la constitución gibraltareña de 1969, y después, con ambiguas concesiones y las reformas adheridas que contemplan el derecho a la autodeterminación de los gibraltareños. Las Naciones Unidas rechazan un Gibraltar independiente o en manos de un tercer país, y además, tiene incluido al territorio en el Comité de Descolonización, encargado de impulsar la descolonización de territorios no autónomos administrados por potencias.
Por tanto, teniendo en cuenta todo esto y aplicando el Derecho Internacional, ¿no debería recuperar España lo que le pertenece? ¿Por qué debemos respetar un tratado que el Reino Unido no respeta?
Resulta evidente que la posición estratégica del peñón lo convierte en un espacio tremendamente valorado y de gran utilidad parar los británicos y en consecuencia, no están dispuestos a renunciar a él. Nuestro país, como dueño legítimo, debe insistir por todo los medios posibles y emprender todas las acciones necesarias para forzar la devolución de Gibraltar. Espero que los métodos empleados por Putin para anexionarse Crimea no sean los únicos que den resultado en este tipo de disputas, porque si es así, tenemos un problema grave y con difícil solución.
 Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.

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