El
pasado 14 de abril contemplaba sorprendido como miles de personas ensalzaban la
II República en las redes sociales y las calles, coincidiendo con el
aniversario de su proclamación. Este sistema político, bajo el que vivió España
de 1931 a 1936, es exaltado como defensor de los derechos sociales y como
ejemplo de democracia, siendo considerado por algunos como uno de los grandes
logros de la historia política española.
Ante
esta visión tan generalizada, me propongo desmontar el mito creado alrededor de
esta experiencia republicana en tres artículos, a lo largo de los cuales
trataré algunos de los aspectos que considero necesario esclarecer.
Se ha
dicho de manera reiterada que la instauración de la república se produjo de
manera democrática y que el pueblo eligió este sistema político en un proceso
electoral. La realidad es bien distinta. Lo cierto es que la intención de la
oposición republicana era realizar el cambio de régimen mediante un
levantamiento militar con apoyo civil. Republicanos, nacionalistas y
socialistas así lo acordaron en 1930 en el Pacto de San Sebastián, en el que
además constituyeron un comité revolucionario, cuyos miembros formarían parte
del gobierno provisional de la república.
La falta
de coordinación hizo que su intento de insurrección, plasmado en los
levantamientos de Jaca (Huesca) y Cuatro
Vientos (Madrid), fracasara. Esto no sería un problema para sus intereses, pues
la debilidad y la inestabilidad del régimen monárquico ofrecían otras opciones
para hacerse con el poder. Republicanos, socialistas e incluso antiguos
políticos dinásticos anunciaron su intención de no presentarse a las elecciones
legislativas de febrero de 1931, provocando la dimisión como Jefe del Gobierno
de Dámaso Berenguer.
Su
sustituto, el Almirante Aznar, convocó elecciones municipales para el 12 de
abril. Republicanos y socialistas, ansiosos por dar la estacada definitiva al
sistema, plantearon los comicios como un plebiscito a favor o en contra de la
monarquía. Cuando se conocieron los primeros resultados, que daban la victoria
a coalición republicano-socialista en las principales capitales de provincia,
Niceto Alcalá Zamora proclamó en Madrid la II República y el comité
revolucionario del Pacto de San Sebastián se convirtió en el gobierno
provisional de la república.
Es en
este punto donde encontramos la gran trampa republicana, reflejada en dos
aspectos:
1-
Otorgar de manera unilateral el carácter de referéndum a favor o en
contra de la monarquía a unas simples elecciones municipales.
2-
Aunque ganaron en las grandes ciudades, el resultado total de la
votaciones daba la victoria a los monárquicos (41.224 concejales frente a los
39.248 republicano-socialistas). Este resultado se ha querido achacar a la gran
influencia que aún tenían los caciques en las zonas rurales, pero la realidad
es que gran parte de España era monárquica y católica, y por tanto, contraria a
las intenciones republicanas.
Que la
II República se instaurase sin oposición se debió, primero, a la conducta
responsable de Alfonso XIII, que abandonó España y el trono para evitar un
enfrentamiento civil, y segundo, a que el sistema monárquico había colapsado.
Nadie confiaba en el modelo vigente para superar las dificultades que acuciaban
a España. Unos recibieron con entusiasmo la república; otros, con reticencia,
pero todos los españoles deseaban que esa nueva e inevitable etapa sirviera
para resolver los problemas del país.
Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.
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