viernes, 18 de abril de 2014


El pasado 14 de abril contemplaba sorprendido como miles de personas ensalzaban la II República en las redes sociales y las calles, coincidiendo con el aniversario de su proclamación. Este sistema político, bajo el que vivió España de 1931 a 1936, es exaltado como defensor de los derechos sociales y como ejemplo de democracia, siendo considerado por algunos como uno de los grandes logros de la historia política española.

Ante esta visión tan generalizada, me propongo desmontar el mito creado alrededor de esta experiencia republicana en tres artículos, a lo largo de los cuales trataré algunos de los aspectos que considero necesario esclarecer.

Se ha dicho de manera reiterada que la instauración de la república se produjo de manera democrática y que el pueblo eligió este sistema político en un proceso electoral. La realidad es bien distinta. Lo cierto es que la intención de la oposición republicana era realizar el cambio de régimen mediante un levantamiento militar con apoyo civil. Republicanos, nacionalistas y socialistas así lo acordaron en 1930 en el Pacto de San Sebastián, en el que además constituyeron un comité revolucionario, cuyos miembros formarían parte del gobierno provisional de la república.

La falta de coordinación hizo que su intento de insurrección, plasmado en los levantamientos de Jaca (Huesca)  y Cuatro Vientos (Madrid), fracasara. Esto no sería un problema para sus intereses, pues la debilidad y la inestabilidad del régimen monárquico ofrecían otras opciones para hacerse con el poder. Republicanos, socialistas e incluso antiguos políticos dinásticos anunciaron su intención de no presentarse a las elecciones legislativas de febrero de 1931, provocando la dimisión como Jefe del Gobierno de Dámaso Berenguer.

Su sustituto, el Almirante Aznar, convocó elecciones municipales para el 12 de abril. Republicanos y socialistas, ansiosos por dar la estacada definitiva al sistema, plantearon los comicios como un plebiscito a favor o en contra de la monarquía. Cuando se conocieron los primeros resultados, que daban la victoria a coalición republicano-socialista en las principales capitales de provincia, Niceto Alcalá Zamora proclamó en Madrid la II República y el comité revolucionario del Pacto de San Sebastián se convirtió en el gobierno provisional de la república.

Es en este punto donde encontramos la gran trampa republicana, reflejada en dos aspectos:
1-    Otorgar de manera unilateral el carácter de referéndum a favor o en contra de la monarquía a unas simples elecciones municipales.
2-    Aunque ganaron en las grandes ciudades, el resultado total de la votaciones daba la victoria a los monárquicos (41.224 concejales frente a los 39.248 republicano-socialistas). Este resultado se ha querido achacar a la gran influencia que aún tenían los caciques en las zonas rurales, pero la realidad es que gran parte de España era monárquica y católica, y por tanto, contraria a las intenciones republicanas.


Que la II República se instaurase sin oposición se debió, primero, a la conducta responsable de Alfonso XIII, que abandonó España y el trono para evitar un enfrentamiento civil, y segundo, a que el sistema monárquico había colapsado. Nadie confiaba en el modelo vigente para superar las dificultades que acuciaban a España. Unos recibieron con entusiasmo la república; otros, con reticencia, pero todos los españoles deseaban que esa nueva e inevitable etapa sirviera para resolver los problemas del país. 

Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.

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