Cuando
hace ya más de un año presencié las primeras apariciones de Pablo Iglesias en
las tertulias políticas de algunas televisiones, supe que algo se iba a gestar
alrededor de este profesor de ciencia política. Su discurso, estructurado de
manera sibilina y entonado decididamente, representaba a la izquierda agresiva
reforzada por la crisis. Esa izquierda que quiere controlar todo, pero que se
niega a que se controlen sus actos; que quiere tener todos los derechos, pero
que se niega a asumir obligaciones; que quiere que se lo den todo, pero que se
niega a asumir los costes de sus demandas.
Con el
paso de los meses, Pablo Iglesias comenzó a convertirse en un icono para esta
nueva izquierda, hasta el punto de verse lo suficientemente respaldado como
para fundar su propio partido político, Podemos. Así, mi vaticinio se
confirmaba.
A
primera vista, el programa de Podemos es otro manifiesto bienintencionado a
favor de los derechos sociales, la libertades públicas y la regeneración
democrática. No obstante, indagando levemente en su contenido encontramos una
serie de pretensiones mucho más oscuras. En el aspecto socioeconómico,
intervencionismo y paternalismo se funden para sostener todas y cada una de sus propuestas. Tres de
ellas me resultan especialmente representativas: inversiones y políticas
públicas para la reactivación económica, la creación de empleo y la
reconversión del modelo productivo, control público de los sectores
estratégicos de la economía y derechos sociales garantizados por el estado, lo
que se traduce en servicios públicos gratuitos.
Es
decir, expoliamos a ricos y empresarios y reducimos la capacidad adquisitiva de
los ciudadanos para mantener un estado del bienestar desproporcionado,
despilfarrador, injusto y mal diseñado. Lo de siempre. Y si esto no es
suficiente, proponen considerar ilegítima parte de la deuda pública para
proceder a su impago.
Podemos
concurrirá en las próximas elecciones europeas, y según revelan algunas encuestan,
obtendrá representación. Esto no deja de ser un fiel reflejo de la cantidad y
gravedad de problemas que tenemos en España, que hacen que algunos ciudadanos
se agarren a cualquier propuesta embelesadora. A cualquier utopía.
Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.
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