Hace
poco escuché a Elena Valenciano hablar en un acto del PSOE previo a la campaña
electoral de las elecciones europeas. No pude evitar compadecerla. Esta señora,
que será la cabeza de lista del PSOE, pone de manifiesto en cada una de sus
intervenciones públicas sus complejos y su discurso incongruente. No daré más protagonismo a la figura de
Valenciano, puesto que lo que resultó de especial interés para mí fue una de
las afirmaciones que realizó en dicho evento. Ahí va:
“España
solo saldrá de la crisis si Europa es gobernada por la socialdemocracia”
Los
socialdemócratas, aferrados a sus principios ideológicos, se niegan a entender
que no pueden gestionar esta crisis. Ni siquiera reconocen que, al menos en
España, fueron un factor agravante de la misma. Sus planteamientos
fundamentales en materia socioeconómica han chocado contra un muro que no saben
superar: el endeudamiento público.
De los
muchos frentes a los que hay que hacer frente para tratar de solventar la
crisis actual, el de la deuda pública es quizás el más delicado, que no el más
importante, lugar que ocupa sin duda el desempleo. En los prolegómenos de la
crisis, gran parte de Europa estaba sumida en una espiral de gasto público desmedido
que construyó una base sólida sobre la que se sostendrían la mayoría de los
problemas económicos a los que se vería sometido el continente.
Los
acontecimientos se fueron sucediendo, alcanzando su punto crítico con la
intervención de la Unión Europea en países como Grecia, Portugal o Irlanda para
evitar que cayeran en bancarrota. Las directrices de Europa a los países de la
Unión fueron claras: austeridad y reducción del déficit. Recomendaciones
acertadas, pero mal ejecutadas. Subidas de impuestos y recortes fueron los
mecanismos elegidos para tratar el problema, aplicados de manera especialmente
severa en los países rescatados.
En el
caso concreto de España, habíamos alimentando un modelo de estado de bienestar
insaciable e ineficiente, convirtiéndolo en un “estado del malgastar” que junto
al modelo de organización territorial autonómico, habían llevado las cifras de
déficit público a niveles insostenibles. Por supuesto, Europa nos recetó la
misma cura, y el Gobierno del PP se está dedicando a ejecutarla, instalando el
malestar entre la población y haciendo brotar un socialismo irracional
contrario a casi todo y a casi todos.
La
propuesta de la socialdemocracia pasa por aumentar las inversiones públicas,
generar empleo también público y en definitiva, hacer que sea el Estado quien
reactive la economía y asegure el bienestar de los ciudadanos. Su justificación
teórica, el keynesianismo; su justificación histórica, los resultados del New
Deal. Como siempre.
Reacios
a modificar lo más mínimo su idolatrado estado del bienestar, proponen expoliar
a las rentas altas y a los empresarios para sostener su modelo de bienestar.
Luchan, según dicen, por los derechos sociales que les está arrebatando la
“derecha” europea.
Coincido
con ellos en que los métodos aplicados para salir de la crisis no han sido
acertados, pero no entiendo cómo pueden seguir basando su programa económico en
gastar. ¿Por qué insisten en pasar por alto el factor del endeudamiento
público? Su propuesta de entrar de nuevo en la espiral de gasto está condenada
al fracaso. El ejemplo lo tenemos en Francia, donde el gobierno socialista de
François Hollande tan solo ha conseguido incrementar el déficit, endeudar al
país, elevar el paro y agravar la situación económica general de Francia, con
el consiguiente descontento social.
La tan
generalizada idea socialdemócrata de que paguen más los que más tiene, o lo que
es lo mismo, expoliar a base de impuestos a todo aquel que tenga dinero, no es
suficiente para sostener su modelo social. Tampoco vale de nada señalar y
demonizar a los bancos. La socialdemocracia no puede sacarnos de esta. Solo
puede causar más problemas. Solo dibuja a la gente una realidad desproporcionada.
Reducción
de las dimensiones del Estado, transformación de los servicios públicos para
hacerlos prácticos, justos y eficientes, bajadas de impuestos… este debería
ser, en mi opinión, el camino a seguir.
Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.
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