Acaba el
mes de abril y con él, se cierran mis primeros treinta días escribiendo para
Helios y sapentia. Una experiencia enriquecedora, con muchos aspectos positivos
y algunos puntos negativos que, de alguna manera, terminarán por favorecer mis
procesos reflexivos.
En mi
primer artículo, hablaba de la importancia en política de romper esquemas y de
mi empeño por abrir nuevas perspectivas al lector y derrumbar falsos argumentos
tradicionalmente aceptados como válidos. Ahora, me veo obligado a aclarar, como
punto de partida, que las ideas manifestadas en mis artículos jamás han estado
acompañadas de un espíritu demagogo o sensacionalista. Nunca ha sido esa mi
intención. Tampoco he manipulado jamás ningún dato u acontecimiento histórico.
Y lo que es más importante, ni me he atrevido ni me atreveré jamás a hablar de
algo que no conozco, que no he estudiado o sobre lo que no me he informado.
Partiendo
de esta base, soy consciente de que en el ejercicio de mi libertad de expresión,
mis posiciones con respecto a algunos temas no han sido las que la mayoría suelen adoptar. Y no por ello
miento o estoy equivocado. Por ejemplo, que defienda la monarquía tanto con
argumentos como con datos es una posición minoritaria, pero que merece el mismo
respeto que cualquier otra postura. Por supuesto, debo aceptar las críticas,
siempre que, como he dicho, se realicen de manera respetuosa. Sin embargo,
reflejar una verdad histórica como que la coalición republicano-socialista no
ganó las elecciones de 1931 no es un acto que pueda ser criticado, porque es
historia, está ahí.
A lo
largo de este mes, he recibido por las redes sociales críticas feroces e
incluso insultos. Expresarme de manera libre y seria ha supuesto para algunos
una ofensa y una extravagancia monstruosa contra la que han tenido que arremeter.
Tal y como esperaba desde un primer momento. Estos señores tienen una
percepción terrible de la libertad de expresión, más generalizada de lo que la
mayoría piensa. Son tolerantes intolerantes. Admiten que tengas libertad para
expresarte, pero siempre que pienses como ellos. Si no, debes asumir las
consecuencias…
Lo que
creo es que tienen miedo. Miedo a descubrir la realidad y la historia. Miedo a
abrir los ojos. Miedo a reconocer que se han podido equivocar. Miedo a aceptar
otras posibilidades. Miedo abandonar el resguardo que le dan sus idealizados
conceptos de la sociedad, la política y la vida.
Yo no
estoy en posesión de ninguna verdad irrefutable. Soy un simple ciudadano que
intenta expresar sus convicciones de manera racional y responsable. Pero sobre
todo, intento tener amplitud de miras. Me gusta que la gente me transmita su
opinión sobre lo que digo o escribo. Considero que cada cuestión a la que es
sometida mi estructura ideológica es un paso adelante para afianzar su
coherencia o un impulso a su proceso de maduración.
Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.
0 comentarios:
Publicar un comentario