Emprendo
con este artículo mi primera experiencia alejada de la crítica política en Helios
y sapentia. Se trata de una gran oportunidad para abordar otros temas, que
espero resulten tan interesantes para nuestros lectores como lo son para mí.
Hablaré hoy sobre cine, y como no podía ser de otra forma, mi debut en este
ámbito girará en torno a Quentin Tarantino, cineasta al que admiro
profundamente.
Tarantino
es un tipo peculiar y algo extravagante. Ama el cine de manera casi enfermiza y
disfruta como un niño con lo que hace. Su personalidad queda patente en todas y
cada una de sus películas y reconocer sus trabajos no resulta complicado.
Acostumbra a introducir largos y peculiares diálogos, humor negro e
irreverente, violencia desmedida y elegante a la vez o planos contrapicados en
todas sus películas. Esto se debe, entre otras cosas, a que casi siempre sigue
los mismos tres pasos para construirlas: coge una historia, le introduce
elementos de los géneros que más le han influido (spaguetti-western, artes
marciales, blaxploitation, grindhouse…) y sobre esa base, imprime su propio
sello.
Su
primera producción, Reservoirs Dogs ya representaba lo que Tarantino traía al
mundo del cine. Era un aviso de que se avecinaba un soplo de aire fresco que
iba a aportar algo distinto a la industria. Así se confirmó con Pulp Fiction y
el resto de películas que ha dirigido hasta hoy.
De
Reservoirs Dogs me resulta tremendamente atractivo observar como Tarantino
juega con la naturaleza humana para dotar de interés y de tensión al argumento.
Cuatro ladrones en un almacén, a los que la policía acaba de frustrar un robo,
se percatan de que alguien les ha traicionado. Tres de ellos tienen
personalidades distintas y enfrentadas que terminan por chocar, desatando la violencia.
El cuarto, un policía infiltrado, consigue pasar desapercibido y se gana la
confianza de uno de los atracadores, enfrentándolo con sus compañeros e incluso
con sus propios jefes. Todo eso, mientras se desangra en el suelo.
Es
fascinante ver cómo la sospecha y la desconfianza fluye entre los personajes,
cómo se establecen relaciones de cooperación y de qué manera se intentan
desacreditar los unos a los otros. Cada personaje va destapando su lado oscuro
conforme discurre la trama. El firme y fiel señor blanco, el sádico señor
rubio, el cobarde y codicioso señor rosa y el manipulador señor naranja quedan
retratados en distintos momentos. La interacción este estos personajes,
acompañada de los flashback que nos muestran cómo se gestó el robo y cómo
construyó el señor naranja su tapadera, hacen de esta película una delicia en
el plano sociológico y psicológico.
Magnífico
es también el trabajo de Tarantino detrás de la cámara. Cada plano y cada
movimiento explotan al máximo las excepcionales interpretaciones de un gran
reparto. Todas y cada una de las escenas se saborean de forma especial. Tanto
los momentos cómicos como los de brutal y fina violencia están perfectamente
medidos y ejecutados. Si a esto le añadimos una banda sonora de categoría, nos
queda una película de sobresaliente que nadie debe perderse.
Un
director que siempre causa controversia, con un estilo alabado por unos y
despreciado por otros, pero sobre todo, diferente. El genio Quentin Tarantino.
Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.
1 comentarios:
Interesante entrada, pero en estos casos deberías hacer una advertencia de spoilers, no por mí, sino porque le puedes reventar la película a más de uno.
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