sábado, 17 de mayo de 2014


Emprendo con este artículo mi primera experiencia alejada de la crítica política en Helios y sapentia. Se trata de una gran oportunidad para abordar otros temas, que espero resulten tan interesantes para nuestros lectores como lo son para mí. Hablaré hoy sobre cine, y como no podía ser de otra forma, mi debut en este ámbito girará en torno a Quentin Tarantino, cineasta al que admiro profundamente.

Tarantino es un tipo peculiar y algo extravagante. Ama el cine de manera casi enfermiza y disfruta como un niño con lo que hace. Su personalidad queda patente en todas y cada una de sus películas y reconocer sus trabajos no resulta complicado. Acostumbra a introducir largos y peculiares diálogos, humor negro e irreverente, violencia desmedida y elegante a la vez o planos contrapicados en todas sus películas. Esto se debe, entre otras cosas, a que casi siempre sigue los mismos tres pasos para construirlas: coge una historia, le introduce elementos de los géneros que más le han influido (spaguetti-western, artes marciales, blaxploitation, grindhouse…) y sobre esa base, imprime su propio sello.

Su primera producción, Reservoirs Dogs ya representaba lo que Tarantino traía al mundo del cine. Era un aviso de que se avecinaba un soplo de aire fresco que iba a aportar algo distinto a la industria. Así se confirmó con Pulp Fiction y el resto de películas que ha dirigido hasta hoy.

De Reservoirs Dogs me resulta tremendamente atractivo observar como Tarantino juega con la naturaleza humana para dotar de interés y de tensión al argumento. Cuatro ladrones en un almacén, a los que la policía acaba de frustrar un robo, se percatan de que alguien les ha traicionado. Tres de ellos tienen personalidades distintas y enfrentadas que terminan por chocar, desatando la violencia. El cuarto, un policía infiltrado, consigue pasar desapercibido y se gana la confianza de uno de los atracadores, enfrentándolo con sus compañeros e incluso con sus propios jefes. Todo eso, mientras se desangra en el suelo.

Es fascinante ver cómo la sospecha y la desconfianza fluye entre los personajes, cómo se establecen relaciones de cooperación y de qué manera se intentan desacreditar los unos a los otros. Cada personaje va destapando su lado oscuro conforme discurre la trama. El firme y fiel señor blanco, el sádico señor rubio, el cobarde y codicioso señor rosa y el manipulador señor naranja quedan retratados en distintos momentos. La interacción este estos personajes, acompañada de los flashback que nos muestran cómo se gestó el robo y cómo construyó el señor naranja su tapadera, hacen de esta película una delicia en el plano sociológico y psicológico.

Magnífico es también el trabajo de Tarantino detrás de la cámara. Cada plano y cada movimiento explotan al máximo las excepcionales interpretaciones de un gran reparto. Todas y cada una de las escenas se saborean de forma especial. Tanto los momentos cómicos como los de brutal y fina violencia están perfectamente medidos y ejecutados. Si a esto le añadimos una banda sonora de categoría, nos queda una película de sobresaliente que nadie debe perderse.

Un director que siempre causa controversia, con un estilo alabado por unos y despreciado por otros, pero sobre todo, diferente. El genio Quentin Tarantino.

Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante entrada, pero en estos casos deberías hacer una advertencia de spoilers, no por mí, sino porque le puedes reventar la película a más de uno.