martes, 6 de mayo de 2014


Para algunos este artículo será una inmoralidad, para otros una muestra de responsabilidad. Para mí es un compromiso con lo que creo que es correcto. El deber de los españoles, en especial el de nuestros gobernantes, es defender por encima de todo los intereses de nuestra patria. Ni las convicciones morales propias, ni el querer quedar bien con unos y con otros, ni mucho menos las estrategias electorales o la imagen pública pueden estar por delante de los intereses de España o interponerse en su consecución y defensa. La inmigración ilegal es uno de esos problemas que atacan los intereses de España, y por tanto, debe ser combatida.

Partiendo de esta base, procedo a tratar la situación tan lamentable que se está viviendo en nuestra frontera sur, en Melilla.

Estamos siendo invadidos. Llamemos a las cosas por su nombre. De manera sucesiva cientos de personas violan nuestra frontera y entran en España de forma ilegal. Encima, hay que aguantar que el Gobierno diga con total descaro que no se puede hacer nada para evitarlo, cruzándose de brazos ante semejante situación. Resulta ridículo que digan que no se pueden evitar los asaltos cuando ni siquiera dejan que la policía y la Guardia Civil lo intenten. Les niegan los medios y recursos necesarios para ello, permitiendo que los asaltantes violentos impongan su ley. El colmo es ver como piden a la Unión Europea dinero para ampliar los centros de acogida, en vez de para reestructurar la valla o para reforzar la seguridad de la frontera. Una declaración de intenciones de nuestro Gobierno, que quiere dinero para los centros de acogida porque no se atreve a asumir la responsabilidad de frenar la invasión.

Igual de ridícula es la gestión conjunta con las autoridades marroquíes, cuya colaboración para detener los asaltos es nula. Hay en territorio marroquí campamentos de miles de personas que se preparan para saltar y nadie ha exigido a Marruecos que disuelva esas concentraciones ilegales. Peor es la actitud de Europa, que lejos de apoyar la defensa de su frontera sur, solo alza la voz para pedir que se respete a los inmigrantes, pasando por alto la ilegalidad que se comete y el perjuicio directo que supone para España y la Unión Europea.

Todos somos conscientes del drama que vive la gente que intenta cruzar la frontera. Es una verdadera tragedia humanitaria. Pero si alguien piensa que dejándoles pasar vamos a solucionar algo, está muy equivocado. Permitiendo esta situación nos estamos poniendo en evidencia delante del mundo entero, que ve como España es incapaz de reaccionar para defender 12 kilómetros de frontera. Facilitamos el trabajo de las mafias que se lucran con la inmigración ilegal y la trata de personas. Alimentamos una espiral infinita, pues cuantos más saltos exitosos se produzcan, más intentos se producirán. Generamos un gasto económico importante, derivado de la manutención de aquellos que entran a nuestro territorio. Y sobre todo, incumplimos nuestras propias leyes y hacemos daño a nuestra Nación.

El primer paso que tenemos que dar para abordar el problema es reestructurar las defensas fronterizas, mejorando las infraestructuras y reforzando la seguridad, tomando como ejemplo diseños de frontera efectivos. También debe cambiar el protocolo de actuación con los que consigan entrar. Nada de acogerlos indefinidamente o enviarlos a la península: se les atiende y se les da cobijo el tiempo justo y necesario hasta que se proceda a su repatriación, proceso que también debe agilizarse.

Una vez consigamos que saltar nuestra frontera sea imposible o muy difícil, y que aquellos que lo consigan no puedan permanecer en el país de forma ilegal, los asaltos cesarán y podremos empezar a tratar el problema real, que es la terrible situación que viven estas personas en sus países de origen. Es ahí donde la comunidad internacional tiene que dar un paso adelante.

Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.

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