Para
algunos este artículo será una inmoralidad, para otros una muestra de
responsabilidad. Para mí es un compromiso con lo que creo que es correcto. El
deber de los españoles, en especial el de nuestros gobernantes, es defender por
encima de todo los intereses de nuestra patria. Ni las convicciones morales
propias, ni el querer quedar bien con unos y con otros, ni mucho menos las
estrategias electorales o la imagen pública pueden estar por delante de los
intereses de España o interponerse en su consecución y defensa. La inmigración
ilegal es uno de esos problemas que atacan los intereses de España, y por
tanto, debe ser combatida.
Partiendo
de esta base, procedo a tratar la situación tan lamentable que se está viviendo
en nuestra frontera sur, en Melilla.
Estamos
siendo invadidos. Llamemos a las cosas por su nombre. De manera sucesiva
cientos de personas violan nuestra frontera y entran en España de forma ilegal.
Encima, hay que aguantar que el Gobierno diga con total descaro que no se puede
hacer nada para evitarlo, cruzándose de brazos ante semejante situación.
Resulta ridículo que digan que no se pueden evitar los asaltos cuando ni siquiera
dejan que la policía y la Guardia Civil lo intenten. Les niegan los medios y
recursos necesarios para ello, permitiendo que los asaltantes violentos
impongan su ley. El colmo es ver como piden a la Unión Europea dinero para
ampliar los centros de acogida, en vez de para reestructurar la valla o para
reforzar la seguridad de la frontera. Una declaración de intenciones de nuestro
Gobierno, que quiere dinero para los centros de acogida porque no se atreve a asumir
la responsabilidad de frenar la invasión.
Igual
de ridícula es la gestión conjunta con las autoridades marroquíes, cuya
colaboración para detener los asaltos es nula. Hay en territorio marroquí
campamentos de miles de personas que se preparan para saltar y nadie ha exigido
a Marruecos que disuelva esas concentraciones ilegales. Peor es la actitud de
Europa, que lejos de apoyar la defensa de su frontera sur, solo alza la voz
para pedir que se respete a los inmigrantes, pasando por alto la ilegalidad que
se comete y el perjuicio directo que supone para España y la Unión Europea.
Todos
somos conscientes del drama que vive la gente que intenta cruzar la frontera.
Es una verdadera tragedia humanitaria. Pero si alguien piensa que dejándoles
pasar vamos a solucionar algo, está muy equivocado. Permitiendo esta situación
nos estamos poniendo en evidencia delante del mundo entero, que ve como España
es incapaz de reaccionar para defender 12 kilómetros de frontera. Facilitamos el
trabajo de las mafias que se lucran con la inmigración ilegal y la trata de
personas. Alimentamos una espiral infinita, pues cuantos más saltos exitosos se
produzcan, más intentos se producirán. Generamos un gasto económico importante,
derivado de la manutención de aquellos que entran a nuestro territorio. Y sobre
todo, incumplimos nuestras propias leyes y hacemos daño a nuestra Nación.
El
primer paso que tenemos que dar para abordar el problema es reestructurar las
defensas fronterizas, mejorando las infraestructuras y reforzando la seguridad,
tomando como ejemplo diseños de frontera efectivos. También debe cambiar el
protocolo de actuación con los que consigan entrar. Nada de acogerlos
indefinidamente o enviarlos a la península: se les atiende y se les da cobijo
el tiempo justo y necesario hasta que se proceda a su repatriación, proceso que
también debe agilizarse.
Una vez
consigamos que saltar nuestra frontera sea imposible o muy difícil, y que
aquellos que lo consigan no puedan permanecer en el país de forma ilegal, los
asaltos cesarán y podremos empezar a tratar el problema real, que es la terrible situación
que viven estas personas en sus países de origen. Es ahí donde la comunidad
internacional tiene que dar un paso adelante.
Artículo escrito por Adrián Nicolás Doblas.
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