viernes, 5 de septiembre de 2014


Queridísimos y excelsos lectores, ¿no es más cierto que la muerte es consecuencia de la vida? Algunos de ustedes no comprenderán en este momento primigenio de la narración, mas aguarden mis omnímodos devotos, pronto hallarán respuesta a sus cuestiones más sinuosamente maquiavélicas. El día presente es verdaderamente descorazonador, pues cuántos gatos negros se cruzan en el áureo sendero de aquellos que marchan rumbo a la guarida santa, aquella en donde se haya la fuente de la vida. La nebulosa oscuridad se extiende por doquier, separando a los hombres imperfectos de la barra de hierro que jamás debiese ser soltada. Sin más dilación procederé a exponer el tema sobre el que hoy me dispongo a tratar de manera sublime con la luz divina como fulgurosa guía. ¿Debemos matar a los animales y comérnoslos?

Cada día es más frecuente encontrar personas que han optado por el ovolacteovegetarianismo o el vegetarianismo integral. Década atrás este tipo de individuos eran casi inexistentes en nuestro hermosa nación multicultural. La Santísima Iglesia Católica, institución predominante legítimamente en España, siempre ha volcado sus esfuerzos en enseñar a los hijos de Dios que toda la creación fue donada por el Creador amorosamente para nuestra supervivencia, y si fuere posible nuestro disfrute. Muchos son los que se ciñen a estas palabras del Génesis bíblico (Génesis 9) para justificar el consumo de carne animal. Sin embargo creo firmemente que la biblia es un libro sagrado y por ende eterno, válido desde el inicio de los tiempos hasta el final de los mismos. Haciendo una interpretación contemporánea de todos aquellos pasajes bíblicos que autorizan al hombre a subyugar a toda la creación para su total servicio, considero que en la actualidad deben ser reinterpretados, en el especial y singular contexto del siglo XXI. Actualmente son cada día más aquellas personas que mediante ejercicios de elevación de conciencia se percatan del insano consumo de carne. La carne de cualquier ser viviente no está hecha para ser comida. El Homo Sapiens puede alimentarse de verduras, frutas, leche, huevos y tener una salud envidiable y encomiable. Si nos detenemos a reflexionar con especial introspección, nos percataremos de que nos hallamos consumiendo cadáveres. Después de tal vil sangría animal, nuestro estómago tarda horas en digerir la carne comida, y si es roja, más se demora nuestra digestión.

Tratando este asunto desde el superior plano espiritual, puedo afirmar y afirmo que la consumición de carne es gravemente perniciosa para el alma humana. Los animales son ejecutados de manera impasible en los mataderos; conllevando tal acto una colosal tensión energética, y por ende desprendiendo energía nociva e infecciosa que absorben todos los cuerpos que se acerquen o integren en sus organismos a las criaturas aniquiladas. Cuando nosotros alojamos "ese crimen" en nuestro organismo, asimilamos lamentablemente la totalidad del alimento en sí. Nuestra alma sagrada se colma de energías agresivas en esencia. Nos bañamos de sangre inocente; contaminando nuestra alma. Esto comporta consecuencias terribles a medio y largo plazo para el que haya cometido tal tropelía. El ser humano, criatura predilecta de Dios, creado a su imagen y semejanza posee innato el atributo de la percepción energética. Debido a esto hemos de preservarnos de todo alimento, material o lugar en los que predominen energías nocivas para el espíritu

Hace algún tiempo, un hombre sabio me expuso un ejemplo sobre este asunto que creo oportuno reproducir: "Una chica joven porta un pulcro y blanco vestido. Su padre se encuentra en el sótano realizando tareas mecánicas con el objetivo de arreglar el coche. El padre se encuentra embadurnado de grasa. Llama cordialmente a su hermosa hija porque precisa de su ayuda; una de las herramientas esenciales para su menester a quedado lejos de su alcance. La chica obedece a su padre, baja al sótano y le entrega la herramienta que su padre no podía alcanzar, en el breve intercambio la chica observa su mano impregnada de grasa, y a continuación en un acto inconsciente pone la citada mano sobre la cintura de su bello blanco traje, que queda trágicamente manchado; no era su intención pero todo apuntaba a que se untaría de grasa en un lugar como un sótano donde un coche está siendo reparado. Mediante este esclarecedor ejemplo comprendemos el motivo por el cual debemos evitar a toda costa impregnar nuestra alma de suciedad.

Cuando una persona toma la firme determinación de convertirse en ovolacteovegetariano o en vegetariano integral ha de estar preparada para llevar una alimentación rica y equilibrada, sustituyendo las propiedades de la carne animal por propiedades constitutivas en las plantas, hongos comestibles, y un sinfín de sustitutivos esenciales para el organismo.

Queridos hermanos, me gustaría concluir este breve tratado con una hermosa sentencia que escribió San Francisco de Asís: "Los animales son mis amigos, y yo no me como a mis amigos."


Artículo escrito por Jesús Kuicast.

1 comentarios:

Unknown dijo...

Yo creo que es necesario comer de todo, no me gusta la caza por diversión , ni nada de eso, pero si la alimentación equilibrada.