Queridísimos y excelsos lectores, ¿no es
más cierto que la muerte es consecuencia de la vida? Algunos de ustedes no
comprenderán en este momento primigenio de la narración, mas aguarden mis
omnímodos devotos, pronto hallarán respuesta a sus cuestiones más sinuosamente
maquiavélicas. El día presente es verdaderamente descorazonador, pues cuántos
gatos negros se cruzan en el áureo sendero de aquellos que marchan rumbo a la guarida santa, aquella en donde
se haya la fuente de la vida. La nebulosa oscuridad se extiende por
doquier, separando a los hombres imperfectos de la barra de hierro que jamás debiese ser soltada. Sin más
dilación procederé a exponer el tema sobre el que hoy me dispongo a tratar de
manera sublime con la luz
divina como fulgurosa guía. ¿Debemos matar
a los animales y comérnoslos?
Cada día es más frecuente encontrar
personas que han optado por el ovolacteovegetarianismo o el vegetarianismo
integral. Década atrás este tipo de individuos eran casi inexistentes en
nuestro hermosa nación multicultural. La Santísima Iglesia Católica, institución
predominante legítimamente en España, siempre ha volcado sus esfuerzos en
enseñar a los hijos de Dios que toda la creación fue donada por el Creador amorosamente para nuestra
supervivencia, y si fuere posible nuestro disfrute. Muchos son los que se ciñen a estas palabras del Génesis bíblico (Génesis 9) para justificar el consumo de carne
animal. Sin embargo creo firmemente que la biblia es un libro sagrado y por ende eterno, válido desde el inicio
de los tiempos hasta el final de los mismos. Haciendo una interpretación
contemporánea de todos aquellos pasajes
bíblicos que autorizan al
hombre a subyugar a toda la creación para su total servicio, considero que en
la actualidad deben ser reinterpretados, en el especial y singular contexto del
siglo XXI. Actualmente son cada día más aquellas personas que mediante
ejercicios de elevación de conciencia se percatan del insano consumo de carne.
La carne de cualquier ser viviente no está hecha para ser comida. El Homo Sapiens puede
alimentarse de verduras, frutas, leche, huevos y tener una salud envidiable y
encomiable. Si nos detenemos a reflexionar con especial introspección, nos
percataremos de que nos hallamos consumiendo
cadáveres. Después de tal vil sangría animal, nuestro estómago tarda horas
en digerir la carne comida, y si es roja, más se demora nuestra digestión.
Tratando este asunto desde el superior
plano espiritual, puedo afirmar y afirmo que la consumición de carne es gravemente perniciosa para el alma humana. Los animales son
ejecutados de manera impasible en los mataderos;
conllevando tal acto una colosal tensión energética, y por ende desprendiendo energía nociva e infecciosa que absorben todos los cuerpos que se acerquen o integren en sus organismos a las criaturas aniquiladas. Cuando
nosotros alojamos "ese crimen" en nuestro organismo,
asimilamos lamentablemente la totalidad
del alimento en sí. Nuestra alma sagrada se colma de energías agresivas en esencia. Nos bañamos de sangre inocente; contaminando
nuestra alma. Esto comporta consecuencias
terribles a medio y largo
plazo para el que haya cometido tal tropelía. El ser humano, criatura predilecta de Dios, creado a su imagen y
semejanza posee innato el atributo de la percepción energética. Debido a
esto hemos de preservarnos de todo alimento, material o lugar en
los que predominen energías nocivas para el espíritu.
Hace algún tiempo, un hombre sabio me expuso un ejemplo sobre este asunto
que creo oportuno reproducir: "Una chica joven porta un pulcro y blanco
vestido. Su padre se encuentra en el sótano realizando tareas mecánicas con el
objetivo de arreglar el coche. El padre se encuentra embadurnado de grasa.
Llama cordialmente a su hermosa hija porque precisa de su ayuda; una de las
herramientas esenciales para su menester a quedado lejos de su alcance. La
chica obedece a su padre, baja al sótano y le entrega la herramienta que su
padre no podía alcanzar, en el breve intercambio la chica observa su mano impregnada
de grasa, y a continuación en un acto inconsciente pone la citada mano sobre la
cintura de su bello blanco traje, que queda trágicamente manchado; no era su
intención pero todo apuntaba a que se untaría de grasa en un lugar como un
sótano donde un coche está siendo reparado. Mediante este esclarecedor ejemplo
comprendemos el motivo por el cual debemos
evitar a toda costa impregnar nuestra alma de suciedad.
Cuando una persona toma la firme
determinación de convertirse en ovolacteovegetariano o en vegetariano
integral ha de estar
preparada para llevar una alimentación rica y equilibrada, sustituyendo las
propiedades de la carne animal por propiedades constitutivas en las plantas, hongos comestibles, y un sinfín
de sustitutivos esenciales para el organismo.
Queridos hermanos, me gustaría concluir
este breve tratado con una hermosa sentencia que escribió San Francisco de
Asís: "Los
animales son mis amigos, y yo no me como a mis amigos."
Artículo escrito por Jesús
Kuicast.
1 comentarios:
Yo creo que es necesario comer de todo, no me gusta la caza por diversión , ni nada de eso, pero si la alimentación equilibrada.
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