Recientemente
se ha celebrado el Torneo del Toro de la Vega en la localidad de Tordesillas,
acontecimiento de gran repercusión mediática por los detractores que acumula esta
fiesta vallisoletana. Pero lo que me ha resultado bastante molesto ha sido
observar como las protestas en contra de esta celebración se han mezclado estos
días con las muestras de alegría derivadas del anuncio del Gobierno de no
continuar con su proyecto de reforma de la ley del aborto.
En primer
lugar debo decir que no me gustan las corridas de toros. Ningún aspecto de la
tauromaquia me resulta atractivo. Por tanto, comprendo a aquellos que la
rechazan y, en parte, entiendo sus argumentos. Sin embargo, siento un gran
respeto la fiesta y por aquellos que la defienden, porque forma parte de
nuestra cultura. Soy capaz de ver el trasfondo que tiene la celebración y lo
que simboliza a nivel popular.
Tampoco
me gusta el Toro de la Vega, al igual que no me gusta que se maltrate o se mate
injustificadamente a ningún tipo de
animal. Aquellos que quieran posicionarse en contra de este tipo de actos están
en su derecho y no seré yo quien les contradiga. Sin embargo, es desolador que
esa misma gente que defiende a ultranza la vida animal, minusvalore e incluso
desprecie la vida humana.
Me
resulta espeluznante el movimiento favorable a la cultura de la muerte que se
está creando en España. No solo porque se defienda el aborto incondicionalmente,
sino porque según encuestas recientes, los jóvenes cada vez se muestran más
favorables a la pena de muerte y a la eutanasia. Creo necesario hacer una
reflexión concreta para los dos primeros casos, puesto que cobran especial
trascendencia en el tema a tratar.
Antes
de nada, hay que tener en cuenta que, aunque algunos no lo sepan o quieran
pasarlo por alto, el Estado tiene la obligación constitucional de defender la
vida, afirmación que cobra más importancia en referencia a la eutanasia,
proceso en el que no profundizaré hoy pero que está rodeado de connotaciones de
todo tipo.
La
cuestión del aborto se mueve, a mi modo de ver, en torno a una serie de
sucesiones lógicas. Si el ser humano adquiere tal condición desde el momento de
su concepción, a partir de ese instante obtiene el derecho a la vida que es
inalienable a cualquier individuo. En consecuencia, este derecho solo se podrá
pasar por alto cuando se ponga en riesgo la integridad física o la vida de la
madre o cuando una serie de circunstancias médicas justificadas así lo
permitan. Autorizar el aborto sin condiciones es disparatado. Claro que la
mujer tiene derecho a decidir si quiere ser madre o no, pero el ser humano que
lleva dentro tiene un derecho superior a vivir, y que tenga alguna
discapacidad, que sea el accidente de una noche loca o que el contexto en el
que vaya a nacer no sea el adecuado no son motivos para arrebatarle ese
derecho. Por tanto, el Estado debe poner los medios (ayudas económicas,
facilidades en las adopciones, programas de apoyo etc.) para acabar con los
argumentos de los abortistas, porque el “nosotras parimos, nosotras decidimos”
no es un razonamiento válido para justificar una muerte.
Por
otro lado, el creciente apoyo a la pena de muerte me parece, en general, una demanda inconsciente de justicia. Es
evidente que las leyes de este país son irrisorias y que los criminales no son
castigados con suficiente dureza por sus delitos, pero condenar a muerte a
alguien, por muy abominable que sea el crimen que haya cometido, es un gran
error. ¿Quiénes somos para decidir si una persona debe vivir o morir? Se pueden
endurecer las condenas y las condiciones carcelarias, establecer la cadena
perpetua para delitos muy graves o agilizar el funcionamiento del sistema
judicial, pero arrebatar una vida es un acto irreversible y que entraña una
responsabilidad demasiado grande como para ser asumido por alguien.
En
definitiva, he pretendido lanzar aquí un mensaje claro: aunque la vida humana
no esté de moda, pienso seguir defendiéndola porque está por encima de todo. Es
mucho más importante y valiosa que la vida de un toro o de otro animal.
1 comentarios:
¿El estado debe ayudar a las mujeres? Pero muchacho, ¿Tu no eras liberal o que?
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