domingo, 5 de octubre de 2014


Queridísimos y estimados lectores, como de costumbre mi retorno es un hecho constatable. Tras breves periodos de "meditaciones introspectivas espacio-temporales", me hallo de vuelta dispuesto a reflexionar sobre el mundo y la vastedad cósmica. Es para mí un verdadero deleite poder exponer mis ideas y que éstas sean leídas y cuestionadas, pues el debate es el padre de la sabiduría. En esta especial ocasión tengo la seria obligación moral endógena de agradeceros vuestra fidelidad como seguidores: devotos, detractores, investigadores... Todos valiosos y necesarios en la viña del Señor. En 2008 comenzó esta aventura meditativa, y ahora prosigue con heroicidad "heracletiana". En el presente somos un gigante mediático independiente auspiciado por todos aquellos que creen en el libre pensamiento. Siendo todo lo mencionado tan real como la salida del sol en la mañana; me dispondré a manifestar el asunto que hoy me concierne. El mandamiento noveno de Dios afirma: "No consentirás pensamientos ni deseos impuros."

En los últimos tiempos la sociedad relativista posmoderna se ha convertido en una generalidad global amoral; y por consiguiente impura. Actualmente el contubernio ateo-nihilista occidental propaga una corriente ideológica perniciosa que está comportando terribles consecuencias como la indignidad orgullosa del género humano. Como ya he tratado en artículos precedentes la abstinencia sexual está intrínsecamente ligada a la pulcra pureza. Muchos psicólogos iluminados por el pérfido racionalismo omnipotente posmoderno defienden a ultranza la naturaleza de pensamientos y deseos impuros en nuestra mente consciente y subconsciente. Estos profesionales de la psique, influidos por el maligno contubernio, contaminan con sus ideas a las sociedades del primer mundo. Los mandamientos de nuestro Padre celestial fueron dados a Moisés como leyes naturales que deben regir la conducta humana en todas las facetas de su existencia. ¡Benditas órdenes amorosas concedidas de manera misericordiosa por el Dios de la creación! Sustentada esta argumentación por nuestro Señor, procederé a explicar la importancia suprema de mantener nuestra mente y corazón libres de todo pensamiento y deseo impuro. Los humanos han sido biológicamente diseñados para procrear y así extender el género humano por todo el universo. El hombre y la mujer llegados a una cierta edad se inician per natura en la adultez, conllevando esto una serie de necesidades psíquicas y biológicas determinadas. La sexualidad adquiere una dimensión de especial relevancia en la humanidad adulta. Es en este preciso instante cronológico, cuando el hombre y la mujer deben determinar cuál será su vocación espiritual en la vida terrenal: matrimonio, sacerdocio o vida monacal, soltería cristiana.

Todo ser humano ha sido preordenado (no predestinado) para cumplir con una de estas vocaciones sagradas. Sólo aquel o aquella que esté preordenado para la vocación matrimonial habrá de cavilar la posibilidad de practicar sexo de manera moderada y ética. El resto de vocaciones terrenales habrán de acogerse amorosamente al ascetismo, que implica una absoluta abstinencia sexual. Aquel que anhela servir a Dios en plenitud, mediante un acto heroico debe ser capaz de encomendarse a María Santísima, divina Reina celestial que irradia virginidad y casticismo. Los sacerdotes verdaderos logran cumplir el sagrado celibato transformando su necesidad sexual en hambre espiritual, así como las hermanas consagradas. Esto no es una fantasía utópica cristiana, es plena realidad gozosa para el mundo. Sin embargo el príncipe de las mentiras tratará incesantemente de tentar a todos aquellos que viven por y para Dios, sea cual sea su vocación terrenal sobrenatural; para prevenir tales tentaciones, hemos de seguir una estricta disciplina mental y conductual. El hombre casado, no debe mirar a ninguna mujer más de dos veces, pues si se produce una tercera mirada, la lascivia puede apoderarse de la débil mente masculina. Evitando la tentación, evitaremos el peligro. La mujer habrá de tener un comportamiento similar, basado en la modestia y elegancia a la hora de vestir. La mujer cristiana evitará ser carne de provocación masculina, por y para el bien espiritual de la humanidad. La pornografía es una siniestra industria que pretende destruir la virtud humana en pos de su cosificación. La visión de pornografía es un grave pecado, e induce a quienes la consumen a un vicio tremendamente nocivo y difícil de superar. Una gran experta norteamericana admitió que la pornografía era más adictiva incluso que el crack, una droga tremendamente peligrosa. Desde Helios y Sapentia exhortamos al gobierno a la censura total de la pornografía en todos sus formatos.

La mente humana está conformada por conceptos o ideas que nos permiten pensar. Si la naturaleza de estas ideas es loable, positivo y casto, nuestra mente no podrá pensar de manera impura. La fórmula es sencilla: no introducir contenido obsceno en nuestra mente. No debemos obviar la necesidad esencial de inyectar mentalmente conceptos sagrados con frecuencia. La palabra de Dios santifica al hombre. Una mente centrada en Dios, es una mente pulcramente brillante. Un corazón abierto al Señor, es corazón que rezuma misericordia y misticismo angelical.

Queridos hermanos, en el nombre de Cristo Rey, yo os exhorto a cumplir los mandamientos del Señor. No nos esclavizan, nos liberan.


Artículo escrito por Jesús Kuicast.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

De verdad, que horror ser tu, que horror tener esa mente tan atada y cerrada... Si solo supieras lo que es ser libre...