Queridísimos y estimados lectores, como de
costumbre mi retorno es un hecho constatable. Tras breves periodos de
"meditaciones introspectivas espacio-temporales", me hallo de vuelta
dispuesto a reflexionar sobre el mundo y la vastedad cósmica. Es para mí un
verdadero deleite poder exponer mis ideas y que éstas sean leídas y
cuestionadas, pues el debate es el padre de la sabiduría. En esta especial
ocasión tengo la seria obligación moral endógena de agradeceros vuestra
fidelidad como seguidores: devotos, detractores, investigadores... Todos
valiosos y necesarios en la viña del Señor. En 2008 comenzó esta aventura
meditativa, y ahora prosigue con heroicidad "heracletiana". En el
presente somos un gigante mediático independiente auspiciado por todos aquellos
que creen en el libre pensamiento. Siendo todo lo mencionado tan real como la
salida del sol en la mañana; me dispondré a manifestar el asunto que hoy me
concierne. El mandamiento noveno de Dios afirma: "No consentirás
pensamientos ni deseos impuros."
En los últimos tiempos la sociedad
relativista posmoderna se ha convertido en una generalidad global amoral; y por
consiguiente impura. Actualmente el contubernio ateo-nihilista occidental
propaga una corriente ideológica perniciosa que está comportando terribles
consecuencias como la indignidad orgullosa del género humano. Como ya he
tratado en artículos precedentes la abstinencia sexual está intrínsecamente
ligada a la pulcra pureza. Muchos psicólogos iluminados por el pérfido
racionalismo omnipotente posmoderno defienden a ultranza la naturaleza de
pensamientos y deseos impuros en nuestra mente consciente y subconsciente.
Estos profesionales de la psique, influidos por el maligno contubernio,
contaminan con sus ideas a las sociedades del primer mundo. Los mandamientos de
nuestro Padre celestial fueron dados a Moisés como leyes naturales que deben
regir la conducta humana en todas las facetas de su existencia. ¡Benditas
órdenes amorosas concedidas de manera misericordiosa por el Dios de la
creación! Sustentada esta argumentación por nuestro Señor, procederé a explicar
la importancia suprema de mantener nuestra mente y corazón libres de todo
pensamiento y deseo impuro. Los humanos han sido biológicamente diseñados para
procrear y así extender el género humano por todo el universo. El hombre y la
mujer llegados a una cierta edad se inician per
natura en la adultez, conllevando esto una serie de necesidades psíquicas y
biológicas determinadas. La sexualidad adquiere una dimensión de especial
relevancia en la humanidad adulta. Es en este preciso instante cronológico,
cuando el hombre y la mujer deben determinar cuál será su vocación espiritual
en la vida terrenal: matrimonio, sacerdocio o vida monacal, soltería cristiana.
Todo ser humano ha sido preordenado (no
predestinado) para cumplir con una de estas vocaciones sagradas. Sólo aquel o
aquella que esté preordenado para la vocación matrimonial habrá de cavilar la
posibilidad de practicar sexo de manera moderada y ética. El resto de
vocaciones terrenales habrán de acogerse amorosamente al ascetismo, que implica
una absoluta abstinencia sexual. Aquel que anhela servir a Dios en plenitud,
mediante un acto heroico debe ser capaz de encomendarse a María Santísima,
divina Reina celestial que irradia virginidad y casticismo. Los sacerdotes
verdaderos logran cumplir el sagrado celibato transformando su necesidad sexual
en hambre espiritual, así como las hermanas consagradas. Esto no es una
fantasía utópica cristiana, es plena realidad gozosa para el mundo. Sin embargo
el príncipe de las mentiras tratará incesantemente de tentar a todos aquellos
que viven por y para Dios, sea cual sea su vocación terrenal sobrenatural; para
prevenir tales tentaciones, hemos de seguir una estricta disciplina mental y
conductual. El hombre casado, no debe mirar a ninguna mujer más de dos veces, pues
si se produce una tercera mirada, la lascivia puede apoderarse de la débil
mente masculina. Evitando la tentación, evitaremos el peligro. La mujer habrá
de tener un comportamiento similar, basado en la modestia y elegancia a la hora
de vestir. La mujer cristiana evitará ser carne de provocación masculina, por y
para el bien espiritual de la humanidad. La pornografía es una siniestra
industria que pretende destruir la virtud humana en pos de su cosificación. La
visión de pornografía es un grave pecado, e induce a quienes la consumen a un
vicio tremendamente nocivo y difícil de superar. Una gran experta
norteamericana admitió que la pornografía era más adictiva incluso que el crack,
una droga tremendamente peligrosa. Desde Helios y Sapentia exhortamos al
gobierno a la censura total de la pornografía en todos sus formatos.
La mente humana está conformada por
conceptos o ideas que nos permiten pensar. Si la naturaleza de estas ideas es
loable, positivo y casto, nuestra mente no podrá pensar de manera impura. La
fórmula es sencilla: no introducir contenido obsceno en nuestra mente. No
debemos obviar la necesidad esencial de inyectar mentalmente conceptos sagrados
con frecuencia. La palabra de Dios santifica al hombre. Una mente centrada en
Dios, es una mente pulcramente brillante. Un corazón abierto al Señor, es
corazón que rezuma misericordia y misticismo angelical.
Queridos hermanos, en el nombre de Cristo
Rey, yo os exhorto a cumplir los mandamientos del Señor. No nos esclavizan, nos
liberan.
Artículo escrito por Jesús Kuicast.
1 comentarios:
De verdad, que horror ser tu, que horror tener esa mente tan atada y cerrada... Si solo supieras lo que es ser libre...
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