domingo, 28 de diciembre de 2014




Por Jorge Iván Aguirre Rodríguez

¿La gente siempre actúa bien? ¿La gente busca el bien? Alguna vez te habrás preguntado si lo que haces está bien o si lo que haces está mal, muchas veces habrás declarado buenas tus acciones y otras tantas las habrás declarado malas; en otras ocasiones, habrás declarado malas o buenas las acciones de los demás, incluso algunas las llamarías “horribles” o “maravillosas”. ¿Pero en general tu fin en toda acción es el bien?

He de decir: ¡Todos sin excepción buscamos el bien! ¡No hay ni uno, ni siquiera uno solo que no busque el bien! Esta frase puede ser escandalosa, me dirán: “¿¡Como que todos buscan el bien!? ¿Y los malhechores, los corruptos, los asesinos, los ladrones, los violentos, los suicidas, los drogadictos? ¡Todos sin excepción buscamos es bien! ¡No hay ni uno, ni siquiera uno solo que no busque el bien!”.

¿Cómo conciliar los anteriores ejemplos con esta frase? La respuesta es que debemos diferenciar dos cosas, una, es la “persecución” del bien y la otra es la “identificación” del “supuesto bien”. Aquí sería conveniente apelar un poco a Santo Tomás de Aquino, pues él en sus “Cinco vías” de la demostración de la existencia de Dios, específicamente en la quinta, nos dice:
“…vemos que hay cosas que no tienen conocimiento, como son los cuerpos naturales, y que obran por un fin. Esto se puede comprobar observando cómo siempre o a menudo obran igual para conseguir lo mejor. De donde se deduce que, para alcanzar su objetivo, no obran al azar, sino intencionadamente. Las cosas que no tienen conocimiento no tienden al fin sin ser dirigidas por alguien con conocimiento e inteligencia, como la flecha por el arquero. Por lo tanto, hay alguien inteligente por el que todas las cosas son dirigidas al fin. Le llamamos Dios”. (Suma Teológica I , q2, art 3, resp).

¿Qué quiere decir todo esto? Que Dios hace que todo se mueva para poder obrar un fin y ese fin es un bien, entonces el bien es la causa de nuestros movimientos y de todas las demás cosas. Sin embargo, cabría resaltar que hay dos alternativas en las búsqueda de un bien por algún ser: una, que el ser en cuestión no tenga inteligencia alguna y solo obre según la inteligencia anterior a ella es decir según la naturaleza dada por Dios, por ejemplo: que un piedra caiga al suelo al ser soltada, que un perro te intente morder la mano si le sujetas la cola, que las hormigas se acerquen a la comida, o sea, como persiguiendo el bien en automático. La otra, es cuando el ser en cuestión posee inteligencia y puede escoger y priorizar entre diferentes bienes, aquí entramos los seres humanos que buscamos solo el bien que mayor nos parece para determinado momento.

¿Te rascaste la nariz? Es porque tenías una comezón por satisfacer, lo cual fue percibido como un bien. Pero imagínese el lector que está en una formación militar y no debe moverse nada pues está vigilado por su superior y este podrá amonestarlo si se mueve; entonces usted ya no se rascará la nariz y se aguantará la comezón, pues usted ponderó el no ser amonestado como el bien mayor digno de ser buscado y el satisfacer la comezón como un bien secundario que podría posponer o rechazar. Sin embargo, usted iba actuar irremediablemente según algún bien, quiéralo o no usted siempre obrará según un bien, por eso se puede decir que estamos “condenados a buscar el bien”.

Incluso negar lo anterior sería un bien pues si por la palabra “condena” usted se siente “oprimido”, buscará entonces librarse de esa opresión al negar mi frase, pero precisamente usted tácitamente ve el “librarse” como un bien. Si bien, esto parece evidente, a veces se nos olvida que esto nos pasa a todos, incluso a los que declaramos como malos, pues un drogadicto identificará la sensación de la droga como un bien mayor que el conservar su salud, igual un suicida, ve el suicidio como un bien mayor al ser aparentemente un cese inmediato de su sufrimiento y ve como un bien menor el seguir intentando vivir.

El lector puede observar en su propia vida que toda acción que haga tiene un bien como fin, examínese y note todas sus acciones ¡A ver si puede negarlo!

Pero si perseguimos el bien, ¿Por qué nos portamos mal? Ya que nos queda claro que siempre actuamos buscando un fin, ahora hay que preguntarnos si nuestros “supuestos bienes” lo son en realidad. Cuando algo es deseado lo es en la medida en que nos parece un bien y nos parecerá un bien en la medida que nos pueda satisfacer algo, incluso aunque esto sea pecado. Sí, leyó bien, podemos considerar el pecado como un bien, aunque no lo sea en realidad.

Fije el lector la vista en el objeto más lejano que tenga en su habitación, luego ponga su dedo pulgar frente a su nariz; si usted pone su mirada en su dedo, el objeto anterior se volverá borroso y ya no lo podrá apreciar, en cambio si mantiene su mirada fija en el objeto lejano, el pulgar se volverá borroso y no lo podrá apreciar. El ejemplo anterior es una forma de ilustrar lo que pasa cuando según nuestra inteligencia y voluntad priorizamos los bienes.

Pongamos un ejemplo de prioridades: el adulterio. El ser humano tiene la facultad sexual y el acto sexual dará una satisfacción específica a una variedad del sentido del tacto por lo que esto es visto como un bien y es un bien que tiende a ser buscado. El problema está cuando esta satisfacción, este bien, implica el engañar a su pareja por el motivo que sea (que obviamente será visto como un bien también) se le da prioridad a esta satisfacción INMEDIATA sobre el bien A LARGO PLAZO que es tener un matrimonio estable, sincero, fiel, unión familiar, santidad, etc. Esto último no puedes conseguirlo de inmediato, pero lo primero sí. No debemos, pues, priorizar un supuesto bien por la “inmediatez” del mismo sino meditar el beneficio verdadero, se tarde mucho o poco en conseguirlo.

Por eso el ejemplo del dedo enfrente de la nariz: el que comete adulterio fijó su mirada en el “pulgar” más próximo a su nariz mientras que perdió de vista a su “familia” más lejana. Es necesario, pues, que mediante nuestra inteligencia y nuestra voluntad identifiquemos los bienes verdaderos para poder perseguirlos.

Y por supuesto, el bien último, el bien máximo es Dios, entonces no dejemos que ningún “pulgar” nos haga desenfocar a Dios por que en el momento en que se desenfoque Dios de nuestra mirada, el “pulgar” parecerá más deseable solo por la proximidad o inmediatez y perseguiremos el supuesto bien que nos da el “pulgar”.

Para poder apreciar mejor a Dios debemos de pedirle humildemente que nos abra el entendimiento para irnos convenciendo cada vez más que “los pulgares” no valen la pena sino solo el sumo bien, que es Dios mismo. Aunque a veces repentinamente aparezca en nuestro campo de visión un “pulgar llamativo” y fijemos nuestra mirada en Él, Dios siempre estará esperando a que volvamos a enfocar nuestra mirada en Él.

MATEO CAPITULO VI:
19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
(…)
25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;
29 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.
30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.


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