miércoles, 10 de diciembre de 2014


Los sacramentos de la iglesia son los medios por lo cual esta busca santificar a sus miembros. Podríamos definir a los sacramentos como los signos visibles del amor transformador de Dios que busca santificar al hombre, para que este pueda ser partícipe de la gloria eterna de Dios. Buscan que el hombre pueda vivir la gloria de Dios en la tierra y prepararlo para el cielo prometido.

En el sentido etimológico, la palabra latina “sacramentum” es un sustantivo que se deriva del adjetivo “sacer” – “sacra” – “sacrum” que significa algo que santifica (“res sacrans”) y equivale en griego a la voz “misterio” (cosa oculta, sacra, o secreta)

Participantes en los sacramentos

Para poder entender la realidad de los sacramentos tenemos que entender la realidad de los participantes de estos: El hombre y Dios.

El hombre: El hombre es exterioridad e interioridad (materia y espíritu). Es por eso que Dios usa los medios de los signos para comunicarse con nosotros. El hombre necesita palpar el amor de Dios por los sentidos. No solo pensarlo, sino también sentirlo de forma sensible. Ignorar esta realidad sería grave, debido a que no se estaría tocando la realidad material del hombre.

Dios: como creador nuestro conoce perfectamente nuestro modo de ser, y por eso mismo se comunica a través de nosotros por medio de signo.  El signo principal con el que se ha comunicado Dios con nosotros es Cristo. El es el sacramento original y frontal; El, visible corporalmente con su humanidad histórica, nos ha hecho presentes a Dios. Cristo nos comunica a Dios.

Cada sacramento ayuda al hombre a participar de una realidad vivida por Cristo. Además de que le ayudan a seguir el agotador camino del maestro, nutriendo su espíritu y su fortaleza. El sacramento tiene cuatro componentes importantes: Ministro, Sujeto, Materia y Forma.

Los sacramentos son 7: bautismo, confirmación, confesión, matrimonio, sacerdote, unción de los enfermos y Eucaristía.

Cada uno permite al cristiano participar de la vida en Cristo. Con ellos nos hacemos uno con El, haciéndonos participes de la su vida.  Y además, todos particularmente tienen su signo visible.
Sacramentos y su importancia
Hoy en día se ha puesto una moda que tiene como base la idea un “angelicalismo espiritista”,  donde se busca erradicar toda necesidad de un contacto con Dios por medios que no sea de forma “espiritual”  

Teniendo este principio “muy espiritual” y “personal” muchos optan por querer confesar sus pecados “directamente” con Dios, arrodillados en la esquina de su cama o tener un encuentro espiritual con Dios a base de pensar que en cada cosa que me gusta hacer es un acto de dar gracias a Dios. Esta visión espiritista de la relación con Dios parte de muchos prejuicios: tantos prejuicios hacia Dios y prejuicios hacia el hombre. Esto ha ocasionando diversos el crecimiento de sectas y supersticiones que han retornado para acoplarse a  nuestra época moderna, que muchos han llamado la era “Neo-pagana”.

Ahora bien, debemos de entender que estas concepciones parten de una idea errónea del hombre y de Dios. Jesús mismo se ha encarnado por nosotros y con ello ha hecho posible este plan salvífico. El se ha hecho materia, y no solo eso, persona humana, para participar con El no solo de manera espiritual, sino sensible en su vida. Se puede decir que los sacramentos son la muestra de que Dios comprende al hombre.

Pensemos por ejemplo en el sacramento de la Eucaristía. Donde podemos ver de verdad a Cristo de nuevo cara a cara. No solo pensarlo, ¡De verdad verlo de nuevo cara a cara! Y no solo eso, poder comerlo. El nos comparte su vida. Se vuelve alimento para poder seguir su camino.

Para entender esto, debemos de entender la realidad sensible de Cristo. Porque Cristo no es una filosofía, ni ideología, tampoco es una moral ni una ética. Es una persona concreta, con la cual nos podemos relacionar. Y El, para poder ser nuestro amigo ha tocado nuestra carne, y nosotros sus yagas. Con eso participamos de su vida plena en este mundo.




[2] Compartir la comida con otro suele significar compartir tu vida con el. 

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