Estimados y excelentes lectores, tras un breve periodo de tiempo, retorno en aras de proseguir con mi siempre ardua labor articulista. En el día presente me hallo hastiado y profundamente enfurecido por lo que mis ojos y mis oídos han habido de ver y oír. En un intento heroico por defender la recta moral cristiana me veo en la santa obligación moral de reprobar las prácticas que muchos artistas, en especial músicos, utilizan habitualmente durante sus actuaciones. Sin más dilación procederé a tratar el asunto que hoy me concierne: La noche y el demonio.
Es bien sabido por aquellos que han tenido la oportunidad de conocerme, que siento un absoluto rechazo por cualquier sustancia estupefaciente que se consuma con el objetivo de alterar la conciencia ,y así evadir la realidad. Como consecuencia de mis firmes y loables ideales, determiné hace años que pernoctar es un hábito manifiestamente diabólico. Cuando el sol nos brinda el día, los demonios no pueden soportar ni un mero rayo procedente del astro rey. Sin embargo cuando las tinieblas inundan las calles, arriba la hora de las bestias. Mientras la luna regenta, el pecado se extiende por doquier. Los "antros demoniacos" abren sus puertas con la firme intención de completar su aforo. Maltrechos "rincones inmorales" colmados de corrupción carnal. El alcohol y las droga animalizan al ser humano, convirtiéndolo en una suerte de chimpancé pernicioso y altamente tóxico.
No tengo palabras para expresar de manera clara y concisa mi total repulsa espiritual hacia todo aquel que "se une al inicuo". Maridos que traicionan a sus mujeres en pos de satisfacer sus concupiscencias más vergonzosas: auspiciados por los espíritus diabólicos moradores. Mujeres ataviadas con prendas indecentes, anhelantes de lujuria. La blasfemia y la herejía producen una sonrisa de aquel que fue desterrado de los cielos por su soberbia inconmensurable. Todo aquel que busque la santidad en su vida ordinaria ha de resguardarse en su hogar cuando el sol se esconde. El buen cristiano evita la tentación, y dedica sus horas nocturnas a descansar física y espiritualmente. El paganismo se propaga cual virus gripal, trayendo consigo la gran confusión de los últimos tiempos, vaticinada en el último libro canónico del nuevo testamento, denominado "Apocalipsis".
Occidente ha olvidado a Dios. Y cuando una civilización cesa de honrar a su Padre y a su Madre, queda condenada a la paulatina degradación que concluirá con la temida destrucción. A través de Moisés, Dios nos proporcionó los mandamientos, reglas morales que nos protegen de la iniquidad. Cumplir los mandamientos de Dios nos hace verdaderamente libres, a pesar de que las hordas de Satanás intenten de manera desesperada convencer al mundo de que los mandamientos divinos son privativos de libertad.
Queridos hermanos y hermanas, yo os exhorto a manteneros alejados de aquello o aquellos que os induzcan a pecar. No debéis olvidar que Dios nos ama y nos protege si seguimos sus divinas instrucciones.
Artículo escrito por Jesús Kuicast.
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