Me hallo ojiplático ante los discursos incoherentes de algunos que se autoproclaman sapientísimos. No puedo evitar soltar carcajadas cuando ciertos mentecatos se aventuran a proferir difamaciones en contra de la banca. En ningún momento ha estado entre mis pretensiones defender el sector bancario, sin embargo en un ejercicio de obediencia al sentido común me siento en la obligación lógica de afirmar vehementemente que nadie nunca dijo que los bancos o empresas de financiación fueran ONGs. Tampoco obviaré que los bancos y cajas de ahorros se aprovecharon de la ignorancia de sus clientes en era del boom inmobiliario, aquel tiempo remoto en el que España crecía sin cese. No obstante ir a un banco y pedir financiación es un acto libre. Si estoy en lo cierto, los bancos no han obligado a las personas apuntándoles en la cabeza con una pistola a pedir préstamos. La ignorancia no exime de culpa, recordemos esta máxima. Muchos de ustedes se cuestionarán en estos precisos instantes el motivo por el cual podría parecer que estoy redimiendo de alguna manera las actuaciones bancarias. Mas no se trata de redimir a las entidades financieras, sino de depurar responsabilidades en un acto consciente de autocrítica individual. Un proceso por el cual muchos de usted no estarán dispuestos a pasar.
Rondaban los primeros años del siglo XXI cuando España alcanzaba el cenit del bienestar social. España se erigía como octava potencia mundial, algo increíble para una nación que durante tantos siglos vivió en el oscurantismo más deprimente. Un tierra aquejada por continuas guerras civiles; un lugar destruido por la incapacidad para llevar a cabo un proyecto común en aras de avanzar. Después de una cruda guerra civil y de una longeva dictadura, España comenzó a mover las alas hasta ascender al mismísimo "monte Olympo". Algo que fue factible gracias a la excelsa gestión del gobierno del partido popular, liderado por su presidente, Don José María Aznar. Aquellos dedicados en cuerpo y alma a la reflexión nos percatábamos de cómo se estaban construyendo unos cimientos efímeros que pronto desembocarían en la destrucción total. Sueldos desorbitados que servían como aval bancario para conceder hipotecas inasumibles para un albañil de clase media que vivía por encima de sus posibilidades, valga el oficio expuesto como ejemplo. Era ciertamente común contemplar como la gente compraba más casas de las necesarias, se permitían el lujo de adquirir coches de alta gama, ¡qué más daba! Todo estaba incluido en la hipoteca. Claro, no se imaginaban que si algún día perdían su empleo, no podrían hacerse cargo de semejante deuda, y lo perderían todo. Albañiles, carpinteros, cocineros...un sinfín de oficios que pueden proporcionar unos salarios dignos para vivir modestastamente, en ningún caso en la opulencia. Los españoles jugaron a ser ricos, y lo peor de todo esto, es que acabaron creyéndoselo. Un hermoso sueño que pronto derivaría en una terrorífica pesadilla.
Muchas entidades financieras han omitido la letra pequeña de sus contratos a aquellos no versados en asuntos económicos, y esto debe ser considerado un acto delictivo, y por lo tanto condenado por la justicia. Sin embargo me parecería indebido tachar a todas las entidades financieras de "diabólicas" cuando esto no es cierto en modo alguno. La crisis económica global ha ocasionado estragos en la economía española, aunque sería propio de un necio negar que la crisis podría haber tenido un impacto mucho menor en España si el gobierno socialista hubiese actuado de manera inteligente y si los ciudadanos españoles no hubiesen incurrido en una vida marcada por el despilfarro escandaloso.
Las personas de la tercera edad alertaban constantemente de que la juventud había de gastar menos, y ahorrar más. Aquellos que fueron ávidos y visionarios han podido vivir una crisis muchísimo más suave que los que "tiraron la casa por la ventana". Los tan temidos y denunciados desahucios no son más que la consecuencia de la irresponsabilidad de los individuos implicados. De tal modo que resulta dantesco exigirle al estado que pare los desahucios cuando se está aplicando la ley en todo su esplendor. El hipotecado de turno adquirió un compromiso con una entidad financiera, si éste es incumplido, la entidad está en todo su derecho de reclamar lo que es suyo. Muchos alzarán las manos al cielo apelando a la ética, Repitan conmigo: Un banco o caja de ahorros se rige por intereses, no por moral solidaria. No "pidamos peral al olmo".
Artículo escrito por Jesús Kuicast.
https://twitter.com/jesuskuicast
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