Queridos e ilustres lectores, en
el día presente me dispongo a proseguir con mi labor articulista, como es
habitual. La constancia es la madre de todos los triunfos, y esta cualidad ha
logrado que Helios y Sapentia sea leído por miles de personas diariamente. Una
empresa ambiciosa que comenzó en el año 2008 para no cesar en su crecimiento.
Muchos han sido los que han trabajado para esta "noble casa de la
información". Una gran lista de eruditos que se percataron de la
relevancia nacional de esta áurea bitácora, y no perdieron la oportunidad de
formar parte de su historia. Año tras año Helios y Sapentia continua creciendo
exponencialmente, alcanzando a convertirse en uno de los web-blogs más
visitados de España. La opinión libre es baluarte de un estado democrático,
consciente de ello, propago mi sana ideología, basada en la razón iluminada. La
Divina Providencia guía mi cauto proceder, de su irradiación emerge mi
elocuente discurso disciplinado, ordenado, coherente y valiente. No me demoraré
más, pues sus excelencias estarán expectantes en referencia al asunto que hoy
me ha sido encomendado: "No codiciarás los bienes ajenos."
El décimo mandamiento en su
fórmula catequética es el referente a la codicia de los bienes ajenos. Es un
mandamiento de suma importancia porque en esta sencilla exhortación instructiva
de Dios, se halla la clave para el triunfo en la vida propia así como en la del
prójimo. La codicia y la tristeza o pesar del bien ajeno, conducen al ser
humano a la perdición absoluta. La historia de la humanidad está manchada de
sangre por la omisión de este importante mandamiento de Dios. La codicia está
intrínsecamente ligada con la envidia, ese sentimiento tan nocivo y perturbador
que fue, es y será causante de las mayores tragedias del mundo. La envidia surge
a raíz de un deseo excesivo del bien del ajeno. Aquellos que sufren de este
patología moral, nunca arribarán a encontrar la felicidad, pues el envidioso
está en una constante insatisfacción consigo mismo, por lo que es capaz de
anhelar la calamidad ajena. El envidioso vive preso de su propia frustración.
El ser humano benéfico y cabal lucha por su sueño, implicándose en los medios que
llevan a su fin. La máxima del filósofo italiano Nicolás Maquiavelo: "El
fin justifica los medios." Es moralmente incorrecta y se aleja de la
sagrada moral cristiana. "Sin prisa pero sin pausa en un perfecto sendero
de conquista kilométrica". El triunfante debe ser muy cauto y prudente en
su empresa pública y personal, ya que la ambición desmesurada puede desembocar en
un auténtico despropósito existencial. Una agonía fatídica que machaca al
humano vencedor, imposibilitándolo para disfrutar de lo tan dignamente
conseguido. La codicia es una suerte de serpiente que te devora por
dentro, un álgido impulso que te conduce a requerir en desmedida; ya sea en el
plano económico o moral.
En este mandamiento el Señor nos
advierte de este peligro, y nos insta de manera tajante a alejar tal diabólica
intención de nuestro corazón. El Señor nos concedió los mandamientos a través
de Moisés con el objetivo de protegernos. Aquel que cumple o intenta cumplir
con este y el resto de los mandamientos se halla en el redil de Dios, Nuestro
Señor. Existen ciertos individuos y colectivos que consideran que los
mandamientos son leyes coercitivas infundamentadas. El contubernio
ateo-nihilista-marxista tiene especial interés en exponer argumentaciones
falaces en referencia a la legitimidad de los mandamientos del Señor; sin
embargo hasta un ateo o un agnóstico de cierta categoría intelectual reconoce
la benignidad emanada del seguimiento de estas normas morales reguladoras.
Otros códigos éticos posmodernos intentan reemplazar los mandamientos
celestiales en aras de dominar a las masas bajo un nuevo orden mundial en el
cual los seres humanos serán meros números de estadísticas. El triunfo del
dragón, un buen titular para anunciar la victoria del mal. Estos
neomandamientos nos exhortan a ejecutar nuestra voluntad en aras de ser felices,
de la mejor manera factible. De facto, el otro día tuve la oportunidad de
charlar con un miembro reconocido de La Iglesia Satanista, que no es más ni
menos que una organización que sigue las enseñanzas de Nietzsche, y contemplan
la figura de Satanás como una metáfora de rebeldía y libertad. Este tipo no
hesitaba a la hora de transmitirse su firme convicción de vivir bajo los
dictados de las concupiscencias del corazón. "El placer es el fin último
del humano", afirmaba de manera optimista este "señor".
Cualquier persona con "dos dedos de frente" se percata de la inviabilidad
de esta corriente moral, que es causante de infinidad de fatalidades presentes.
El corazón sin el filtro de la
mente racional es fuente de innobles pasiones que pueden comportar la desgracia
individual y colectiva más absoluta. La capacidad de razonar fue un regalo
dorado de nuestro amoroso Padre Celestial; ya que gracias a ella el ser humano
puede trascender la pura biología natural. La mente es un instrumento sagrado
que debe ser entrenado incesantemente en la elevación de la conciencia, que nos
permite conocer más profundamente el secreto de la existencia. Este enigma se
halla en la cima del conocimiento universal. Sin embargo en su eterna
generosidad, Dios nos desveló una parte de este misterio a través de sus
profetas. Se hizo humano para guiar al rebaño perdido, dando ejemplo a la
humanidad. Mas no todo el misterio ha sido desvelado, por lo que el humano que
anhele conocer La Verdad debe trascender el mundo de las apariencias para
adentrarse en el mundo de las esencias.
Queridos hermanos, yo os exhorto
a abandonar el deseo codicioso, y sustituirlo por el deseo amoroso.
Artículo escrito por Jesús
Kuicast.
1 comentarios:
Increíble la cantidad de comentarios a esta entrada. Se nota que te siguen miles de personas. :D
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