sábado, 1 de noviembre de 2014



Por Dante A. Urbina

Para comprender bien la obra de Lutero hay que entender primero su doctrina sobre el hombre. De acuerdo con ésta la naturaleza humana era totalmente buena antes del pecado original pero luego de la caída queda completamente corrompida dejando al hombre fatalmente abocado al mal. Su caída es tan profunda que el pecado se convierte en su naturaleza misma pues lo lleva dentro, es imborrable, lo vuelve radicalmente malo y lo empuja irremediablemente al mal. El propio Lutero diría de sí mismo: “No soy más que un hombre sujeto a la atracción de la sociedad, a la embriaguez y a los impulsos de la carne”. 

Si analizamos a fondo nos daremos cuenta de que esta antropología radicalmente pesimista de la que parte Lutero se constituye como el problema estructural de toda su teología pues destruye la verdad esencial sobre el hombre al sólo tener en cuenta los elementos oscuros de su naturaleza, negándole la posibilidad de la gracia y la santificación. La fatal equivocación de Lutero es confundir la concupiscencia con la naturaleza haciendo del hombre un ser esencialmente malo pero que accidentalmente, por la fe, puede ser hecho bueno. 

La teología católica es de una posición diferente. De acuerdo con ella la naturaleza del hombre es esencialmente buena, pues ha sido creada por Dios, pero está accidentalmente abocada al mal por causa de la herida que ha quedado en ella luego del pecado original. Esto es lo que se conoce como concupiscencia, es decir, aquella mancha impregnada en el hombre luego del pecado original, que desordena sus deseos y lo hace tender al mal. De este modo, en virtud de la concupiscencia, cosas buenas y queridas por Dios terminan convirtiéndose en malas y pecaminosas: el lícito placer en lujuria, el moderado amor a sí mismo en soberbia, el sano interés en egoísmo, la buena alimentación en gula, el necesario descanso en pereza, etc, etc, etc.

Pero no hay que confundir las cosas: la concupiscencia a pesar de estar fuertemente impregnada en la naturaleza humana no se identifica con ella. Para decirlo en términos filosóficos: le está unida como accidente, no como esencia. Pretender que  la concupiscencia se identifique con la naturaleza sería tanto como decir que un hombre enfermo es lo mismo que su enfermedad. Totalmente absurdo: el hombre es esencialmente sano pero puede accidentalmente estar enfermo sin que ello implique que la enfermedad se convierta, por el solo hecho de que está enfermo, en su esencia pues puede dejar de estar enfermo sin tener que dejar de ser hombre. 

Hay que entender que Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza, infundiéndole el espíritu. Y es justamente este espíritu el que, en unidad con su cuerpo, se constituye como la esencia de su ser. “El espíritu que Dios ha dado al hombre es luz que alumbra lo más profundo de su ser” (Prov 20:27). Cuando el hombre peca no es que pierda ese espíritu o que éste se corrompa completamente, sino que las potencias espirituales de su alma como son su emoción, intelecto y voluntad, que proceden de su espíritu pero que no necesariamente se identifican con éste (1),  se desordenen haciendo que se dirija hacia las cosas sensibles en busca de su felicidad dejando de lado a Dios, única y verdadera fuente de su felicidad, y haciéndose por tanto desgraciado. Como bien dice el libro de Eclesiastés: “Dios hizo perfecto al hombre pero éste se ha complicado la vida” (Ecl 7:29).

Y es que el corazón del hombre aunque accidentalmente pueda estar pervertido por el pecado tal como nos recuerda el profeta Jeremías (Jer 7:29) está esencialmente dirigido hacia Dios, su Creador. Nadie ha comprendido esto mejor que San Agustín quien, aun cuando llevaba una vida desordenada y de placeres mundanos, sentía algo muy profundo dentro de él que le decía que eso no era la verdadera felicidad sino que ésta se encontraba en algo mucho más alto y trascendente. Por ello es que comienza sus Confesiones escribiendo: “Nos creaste para Ti, Señor, y nuestro corazón estará siempre inquieto mientras no descanse en Ti”. (2) Así pues, nuestra esencia es que hemos sido hechos para Dios y no para el pecado. 
  
Referencias:
1. Véase: Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, Ia, q.77, a.1. 
2. San Agustín, Confesiones, Libro I, Capítulo I, n.1. 

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente artículo.

Anónimo dijo...

Muy bueno, pura verdad. Un saludo

samu dijo...

Lutero era soberbio, eso le llevo a construir su propia iglesia.

Anónimo dijo...

Hablas de oídas y sin rigor, léete primero las 95 tesis de Lutero y verás que el culto católico ha vendido y sigue vendiendo la fé y la absolución, y declarando "santos" objetos cuando un objeto no puede ni ser santo (pues la santificación proviene del espíritu santo y un objeto no posee espíritu, ni tan siquiera el ZOÉ que Dios sopló sobre la nariz de Adán en Génesis), además que rendir culto a objetos es abominación a Dios pues constituye odpñatría.

Anónimo dijo...

odpñatría no, disculpen, IDOLATRÍA

Anónimo dijo...

El comentario precedente NO VA A LA MATERIA DEL ARTÍCULO. Y tampoco entiendo por qué le atribuyen ignorancia respecto de las 95 tesis al Sr. Urbina... ¿acaso el que comenta es un detective que espía lo que lee y lo que no lee? ESO ES OPINAR SIN RIGOR SEÑOR.

Anónimo dijo...

Basicamente, Lo que llevo a lutero a crear su propia Iglesia fue la ferocidad, en los crimenes y la tortura que sistematicamente infligian la jerarquia catolica a la poblacion. Ellos inventaron las peores maneras de inflingir castigo al ser humano en nombre de dios. Que culminaban con las hoguers donde quemaban a los que no eran suficientemente catolicos

Anónimo dijo...

Basicamente, Lo que llevo a lutero a crear su propia Iglesia fue la ferocidad, en los crimenes y la tortura que sistematicamente infligian la jerarquia catolica a la poblacion. Ellos inventaron las peores maneras de inflingir castigo al ser humano en nombre de dios. Que culminaban con las hoguers donde quemaban a los que no eran suficientemente catolicos

Anónimo dijo...

Pareciera que el del comentario anterior ignora que es un hecho históricamente establecido que LA INQUISICIÓN PROTESTANTE MATÓ COMPARATIVAMENTE MUCHAS MÁS PERSONAS QUE LA INQUISICIÓN CATÓLICA. Pensar que Lutero era un opositor de la violencia de por sí, tipo Mahatma Gandhi, es un absurdo DADO QUE TAMBIÉN ES UN HECHO HISTÓRICAMENTE ESTABLECIDO QUE APOYÓ LA MASACRE CONTRA LOS CAMPESINOS ALEMANES CUANDO LE CONVINO POR EL CONTEXTO POLÍTICO. Esto se puede comprobar con sus mismos escritos. Si el prejuicio anti-católico lleva a ignorar la historia, ya es problema de quien la ignora...

Anónimo dijo...

Muy buen artículo realmente, esta es una cuestión que solemos perder de vista a diario, por eso es bueno recordarla. La visión del hombre del protestantismo es esencialmente negativa, de ahí procede el desprecio con el cual tratan toda obra que sea adjudicada a la autoría del hombre, de ahí expresiones de uso peyorativo tales como: ´esas son obras de hombres´. He ahí es motivo de que usen y abusen de ese tipo de expresiones en su lenguaje corriente. Esto es además antibíblico pues desconoce todos los pasajes del NT donde Dios a través del Salvador convierte al hombre en colaborador de la construcción del Reino de Dios en la Tierra por medio del establecimiento de los Sacramentos.

Anónimo dijo...

es imposible que el hombre no regenerado , siga la ley de Dios , Salmo 51:5 "he aqui en pecado e sido formado, y en pacado me cocibio mi madre". David reconocia su naturaleza caida/pecaminosa.solo puede eliminarse esa inclinacion de la vida del creyente solo mediante la redencion en Cristo y la presencia del Espiritu Santo,Tito 3:3-7 Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.
Tit 3:4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,
Tit 3:5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,
Tit 3:6 el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna" . Nadie puede agradar a Dios si no a nacido de nuevo,

Anónimo dijo...

Si nuestra naturaleza está TOTAL Y ABSOLUTAMENTE DEPRAVADA y si de nuestra naturaleza UNICAMENTE pueden salir actos pecaminosos, como plantean los comentaristas protestantes... ¿DEBERÍAMOS CALIFICAR COMO "ACTO PECAMINOSO" EL QUE UN ATEO SALVE A UN NIÑO DE AHOGARSE?

Anónimo dijo...

Si nuestra naturaleza está TOTAL Y ABSOLUTAMENTE DEPRAVADA y si de nuestra naturaleza UNICAMENTE pueden salir actos pecaminosos, como plantean los comentaristas protestantes... ¿DEBERÍAMOS CALIFICAR COMO "ACTO PECAMINOSO" EL QUE UN ATEO SALVE A UN NIÑO DE AHOGARSE?