domingo, 1 de febrero de 2015


Estimados y loables lectores, un día más me hallo dispuesto a proseguir con la divina tarea que un día me fue encomendada desde las alturas. La gente no desea más dramas en su vida, sólo anhelan comedias entretenidas. Por consiguiente, el mundo no ha comprendido la existencia en su esencia, pues el drama que va ligado al tan temido dolor forma parte de la hermosura y magnificencia de la creación. ¿No es más cierto que si no hubiera drama, no habría tampoco comedia? Con esta breve y humilde reflexión basada en la letra de una gran canción del grupo musical español Fangoria, pretendo comenzar concienzudamente este tratado. En el día de hoy abordaré un asunto que suelo tratar de forma ciertamente usual; pues su importancia en la vida humana es vital. ¿Es pecaminoso meramente contemplar a una mujer desnuda por completo? ¿Es nociva tal imagen sexual en nuestra psique?

En la más fiel actualidad no es de extrañar visualizar como aparecen desmesuradamente mujeres y hombres desnudos o en paños menores en televisión, cine y anuncios publicitarios. Todo está contaminado por el erotismo humano; gran enemigo del amor verdadero. El erotismo es altamente rentable para los empresarios, que obviando la virtud moral, dan rienda suelta a las fantasías de las gentes del mundo "evolucionado", lucrándose de tal injusto y nocivo acto. Los niños, criaturas inocentes y santas, se ven expuesto a situaciones embarazosas que comportan consecuencias desastrosas: la hipersexualización social, la pérdida de la modestia y la perversión de la vestimenta. 

El mundo occidental sucumbe al posmodernismo relativista-nihilista, en el cual no hay un pilar fundamental sobre el que apoyarse. La moral y la ética han quedado reservadas para aquellos que determinan seguirlas, como si de un cantante o artista se tratase. La moral ha de ser universal y obligatoria para todo individuo que habite en un país civilizado y verídicamente evolucionado. Los hombres deben vestir libremente, pero siempre con recato y moderación estética-virtuosa. Las mujeres deben ser más cautelosas aún, pues en muchos hombres prevalece el instinto animal ante la imprescindible inteligencia racional. Toda mujer debe vestirse y ataviarse alegre y libremente, mas el recato, la decencia y el decoro deben ser regla primordial en su estética diaria y extraordinaria. ¿Esto significa que una mujer no puede llevar prendas provocativas? Para nada, pues vivimos en democracia y cada uno es libre de ejercer tal derecho, siguiendo sus propios principios estéticos, en este caso particular. Sin embargo si les manifestaría respetuosamente a las mujeres que las prendas provocativas sólo pueden traerles inconvenientes, tales como malos comentarios acerca de su indumentaria y alaridos lascivos exaltando la exuberancia femenina mostrada consciente o inconscientemente. ¿Y si la mujer en cuestión  busca tales estímulos? Habremos de respetarla, pero ello no significa que hemos de tolerarla o aceptarla. 

La estética posmoderna promueve interesadamente todo aquello que incite a practicar sexo de manera frenética. El sexo es un gran negocio, pues casi todo el mundo lo practica por instinto, y si además es calificado como acto saludable y beneficioso para el ser en su totalidad, más practicado es; provocando esta circunstancia enfermedades como la ninfomanía, que son serios trastornos emocionales. No debemos frivolizar con este asunto, pues de toda esta oda a la sexualidad provienen infinitos males: embarazos adolescentes, traspaso de enfermedades venéreas y un sinfín más de despropósitos para la buena salud física y mental. Muchos de ustedes se aventurarán a pensar que mis escritos responden a las ideas de un autor machista y religioso hasta el fanatismo. Mas he de advertir que si tales pensamientos rondan por sus mentes, son inciertos. No se trata de que el género masculino y femenino se vean obligados a retroceder al medievo y vestir de forma monjil. En el artículo presente mis únicas pretensiones son despertar a aquellos que han caído en la laxitud moral. 

La religión santa y verdadera es la madre de la recta moral. Seamos obedientes a los preceptos de la Santa Madre Iglesia, la santa casa divina que sólo pretende protegernos de las tentaciones perturbadoras del príncipe del mal. Aboguemos ferviente y gloriosamente por una sociedad cuerda, coherente y responsable. Hombres y mujeres éticamente decentes y libres, pero abrazando con dulzura la moderación e integridad que ensalzan la dignidad humana.

Queridos hermanos, yo os exhorto a deleitaros en la belleza auténtica; aquella que proviene del alma, y no del cuerpo.

Artículo escrito por Jesús Kuicast.
https://twitter.com/jesuskuicast

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