domingo, 2 de noviembre de 2014

fuente gráfica: pacma.es

Estimadísimos y fieles lectores, un día más me hallo presente en cuerpo y alma con el sublime objetivo de transmitirles las verdades que emanan de Dios. No osaré redactar sentencia alguna que no esté sustentada en la sagrada racionalidad iluminada. Todo el que escribe "in nomine Dei" ha de orar previamente, y una vez recibida la gracia del Espíritu Santo, se debe proceder a iniciar la divina tarea de la opinión. Helios y Sapentia es un lugar colmado de luz, pues las reflexiones plasmadas en los célebres tratados se hayan fundamentadas en La Divina Providencia. Me agradaría recalcar la importancia vital que tiene La Santísima Virgen María en la metodología meditativa kuicástica; pues su dulzura maternal me proporciona el benigno atributo de la misericordia articulista. Mis queridos lectores, sin más dilación procederé a exponer el asunto que hoy me ha sido encomendado: La necesidad de una dieta ovolacteovegetariana.

Actualmente la situación de las personas que practican el vegetarianismo ha mejorado respecto a décadas anteriores. España ha sido un país ciertamente atrasado en el movimiento de respeto animal y  alimentación saludable para cuerpo y el alma. El homo sapiens fue vegetariano en sus más remotos orígenes. Nuestra dentadura es una prueba evidente de que no estamos creados para consumir carne, nuestros dientes no tiene esa capacidad desgarradora que nuestros hermanos animales poseen. Pero por si no fuera suficiente esta total evidencia, experimentemos como el proceso digestivo después de haber ingerido carne es tremendamente copioso y fatigoso. La carne no está destinada para el consumo humano; aunque muchos expertos de diferentes nacionalidades se obstinen en afirmar que desde nuestro inicios hemos sido omnívoros.

Alejándonos de lo meramente físico y adentrándonos en la faceta espiritual del ser humano, debo afirmar vehemente que la carne animal es perniciosa para el espíritu. Ustedes se cuestionarán el porqué de tal afirmación, que por muchos puede ser considerada como una sentencia pseudocientífica y subjetiva. Amables lectores, nos hallamos en pleno siglo XXI, en la era acuariana, una edad en la cual el ser humano eleva su conciencia para conocer y comprender mejor la complejidad cósmica. En este proceso, propio de esta era, el hombre debe ser consciente de que alimentarse de un animal que ha sido sacrificado violentamente no es beneficioso para el espíritu. ¿Por qué no es beneficiosa para el espíritu tal acción? Porque el cadáver en cuestión, ha sido asesinado, y todo ese drama cruento y sangriento es plasmado energéticamente, por lo que al que comer el cadáver estamos contaminándonos de su agresividad energética.
Sin embargo, una vez que desinfectamos nuestro espíritu de todas estas energías contraproducentes, nuestro espíritu irradia "luz blanca". Nos desprendemos de toda esa carga energética nociva, en aras de alimentarnos equilibradamente de todo aquello que está libre de drama.

Sé que muchos de ustedes aman la carne sobremanera, y nadie les prohíbe consumirla, mas han quedado advertidos de las graves consecuencias de tal acción. Desde un plano de protección animalista tampoco es comprensible como el ser humano puede creer que tiene el legítimo derecho de matar a nuestros hermanos de la creación con tranquilidad impune. Todos hemos sido creados por el Dios del amor y la justicia, ese Ser Sobrenatural que nos ha concedido el hermoso regalo de la vida. Él dio forma a toda cosa y criatura. Todo ser vivo, ya sea vegetal o animal, ha de ser respetado, cuidado y amado. No somos nadie para adueñarnos de la creación, y menos para destruirla a nuestro antojo cual dioses grecorromanos.


San Francisco de Asis fue el primer cristiano que ensalzó de manera excelsa la hermosura creatural. El humilde Francisco amaba con ternura mariana a los animales que junto a él vivían. Escuchaba atentamente el canto de las aves, y se deleitaba con el aroma de las flores. El primer defensor de los animales fue el sencillo y angelical Francisco. Él nos transmitió el respeto por la obra de Dios. El título de este breve tratado fue escrita por el mismo San Francisco.

Queridos lectores, Hermano Sol, hermana Luna...

Artículo escrito por Jesús Kuicast.
https://twitter.com/jesuskuicast

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Si nuestros dientes son dientes de herbívoro, explícame cuando perdieron los caninos y los incisivos las vacas.
Si Dios nos hizo a su imagen y semejanza, puso la Creación para sacar provecho de ella, pues no tiene sentido que ponga a sus Hijos al mismo nivel que un conejo sin raciocinio aparente.
Sobre lo de que al consumir carne estamos consumiendo su espíritu "manchado de sangre"... la Iglesia tiene bastante claro que solo el Hombre tiene alma.

Anónimo dijo...

Pues mira, he leído varios artículos de esta persona , y es el único en el que tiene algo de razón. Sólo en lo concerniente a que no deberíamos comer carne, en los motivos que da no, y por supuesto que si nosotros tenemos alma los demás animales también , y más que algunas personas . Pero cada vez me parece más cruel el comer carne, habiendo alternativas , o por lo menos legislar y cambiar las maneras de cría de estos animales, ya que hay muchos que viven en pequeñas celdas y son engordados con dios sabe que. Habría tantas cosas que cambiar

Anónimo dijo...

¿ Entonces un león, un cocodrilo o cualquier otro animal carnívoro no ha sido creado por el dios del amor y la justicia ? ¿ les deja devorar a sus hermanos ? ¿ ellos si pueden jugar a ser dioses grecorromanos ? no seamos tan engreídos, no todo gira alrededor nuestro. Por cierto, fue de hecho la ingesta continuada de carne lo que proporcionó una fuente de proteínas suficientes para desarrollar nuestro intelecto. Aunque quizá fue ese nuestro pecado, salirnos de lo que dios nos tenia programado, ser inteligentes.
Pero coincido en que la industralización de seres vivos es denigrante, y atenta contra la dignidad de la vida y la naturaleza. Es vergonzoso el trato que estamos teniendo con el resto de seres vivos.

Anónimo dijo...

"Y oyó una voz: Levántate Pedro, mata y come" (Hech 10,13)