The Stanley Parable, un juego que te hará reír,
que te hará llorar, que te hará echarte las manos a la cabeza y gritarle a la
pantalla. Un juego que da mucho más de lo que se podía esperar de él, con
infinidad de posibilidades y finales de lo más inesperados.
Nació en julio de 2011 como un mod para Half
Life 2, pero a finales de 2013 y desarrollado por Galactic Cafe, se publicó la
versión remasterizada, en hd, con más historias, más finales, más Stanley y más
locura.
En esta aventura conversacional encarnaremos a
Stanley, un hombre que trabaja en una oficina, frente a una pantalla de
ordenador, pulsando los botones que se le ordena pulsar. Hasta que un día, tras
unas horas sin recibir órdenes, sale de su despacho para encontrarse con que
todos sus compañeros se habían volatilizado. Todo esto lo sabemos porque hay un
narrador contándonos todo lo que pasa. El mismo narrador nos pedirá que hagamos
cosas y aquí es donde se encuentran las infinitas posibilidades del juego:
podemos hacerlas o... no.
Jamás habría pensado que un juego tan, a
primera vista, simple, podría hacerte perder la cabeza de tal forma. Y es que,
cuando crees que ya has visto todo lo que el juego puede ofrecerte, resulta que
no, que todavía hay más (y mejor). Cualquier acción, por insignificante que
sea, puede resultar en un final totalmente alternativo. Incluso no hacer nada,
quedarse quieto y renunciar a jugar, puede resultar en cualquier cosa. Se
podría decir que este juego juega contigo más que tú con él.
En el juego, el narrador nos guiará por una
serie de pasillos y salas hasta llegar a una sala con dos puertas, en la que
nos indicará que entremos por la de la izquierda. Pero, ¿entrarás por esa o te
irás por la derecha sin hacerle caso al narrador?
En fin, este juego se nos presenta en un tono
de ironía y sarcasmo, de crítica tanto a desarrolladores que no esperan mucho
de sus jugadores como a jugadores que esperan demasiado de los desarrolladores.
Pero, ante todo, es un juego que se sale de la norma, un juego que te hará
sudar y emocionarte de tal forma que te sentirás avergonzado por haberte
emocionado tanto con un juego que, siendo sinceros, no es un alarde de
sensibilidad y emoción. O si no, que se lo digan a Raphael.
Plague
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