Es
la maternidad un viaje profundo de transformación interior, en el
que el milagro de la vida nos conecta con una visión más
trascendente de nuestra existencia.
Siempre
deseé ser madre. En mí lo sentí siempre como un fuerte instinto
impregnado de sueños e ilusión.
Lo
que comenzó con un fuerte deseo de albergar un hijo en mi vientre,
se convirtió tras un tiempo en una obsesión generada por el
sufrimiento de que, tan deseado embarazo no llegaba a mí.
Sumida
en la desesperación comencé a hacer yoga, a meditar…por la
necesidad de relajar mi cuerpo y mis ansias. Entonces se activó en
mí una supra consciencia, algo que va más allá de la razón y que
te eleva para comprender verdades que a simple vista no capta el
común entendimiento.
Y
así comprendí que todo tiene una razón de ser….que quizá a mí
no me correspondía ser madre en esta encarnación y que mis
instintos maternales tendrían que encauzarse hacia otras labores en
el mundo.
La
aceptación y el fluir con la realidad me hicieron desprenderme de la
angustia vital y, por primera vez en mucho tiempo sentí armonía en
mi alma. Sentí que con o sin hijo mi vida tiene sentido y es
hermosa.
Entonces
Noé vino a mi vientre y, profundamente agradecida por el regalo de
la vida, comencé a disfrutar de la más impresionante aventura que
jamás he vivido y que aún continúa.
Y
me dí cuenta de las valiosas enseñanzas que mi pequeño Gran
Maestro, vino a enseñarme antes de habitar su pequeño cuerpecito.
Agradecí
a posteriori no haberme quedado embarazada en aquellos momentos de
deseo compulsivo. Hubiera forjado un ser desgraciado porque había
puesto en él una responsabilidad que no le correspondía, que es mía
y solo mía; y es la de ser la razón de mi felicidad. Hubiera sido
un pesado lastre para él.
Y
así me entendí que mi hijo tiene un camino diferente al mío que,
transitando juntos nuestra realidad, yo no he de renunciar a mi
camino por ser madre ni he de proyectar en él algo que no
corresponda con sus dones puesto que él trae su propia impronta.
Amor,
presencia y límites respetando su esencia. Porque como decía Khalil
Gibran…”tus hijos no son tus hijos, son hijos de la vida deseosa
de sí misma”.
Sentí
el agradecimiento profundo por tan inmenso regalo de la maternidad
con la fuerte sensación de no dar por hecho algo que podría no
tener en mi vida y sin embargo existe. Al igual que agradezco el
ver, el oír, el caminar….porque podría carecer de algunos de esos
sentidos por designios de la vida y sin embargo los disfruto.
Ese
tiempo antes de quedar embarazada fue una profunda experiencia que
marcó mi vida; y desde entonces acostumbro a agradecer lo que la
vida me da….y también lo que no me da, ya que detrás de eso se
esconde una perla que el tiempo me hará descubrir.
Mariví
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