viernes, 27 de diciembre de 2013


Un don es un regalo divino que traje en mi encarnación para realizar mi misión en la Tierra.
Todos poseemos algo único, diferente a los otros seres que nos fue entregado para que pudiéramos dejar lo mejor de nosotros mismos en esta vida y, elevar con cada uno de nuestros pasos la vibración en amor.

Reconocer ese don es activarlo, es darle el carácter sagrado que tiene. Negarlo es rechazar lo sagrado en mí, es no fluir con el ritmo natural del Universo en el cual mi sonido,  es una nota más de la bella melodía que es el vivir. 

Miro dentro, reconozco y saco fuera lo que se depositó en mi corazón para así entregar de vuelta, en agradecimiento, los frutos
Mi don hace que yo sea una pieza fundamental del engranaje que compone toda la humanidad.
Soy única, nadie es como yo.
Entenderlo es asumir que mi misión solo  yo puedo realizarla; que el mundo no sería lo mismo sin mí;  que todo fue y será perfecto porque yo pongo mi grano de arena, mi parte activa en que todo el Universo funcione a la perfección.

Doy gracias y entiendo que no es necesario desear lo que no soy, ya que me desviaré de la energía de creación que hay en mí. No pretendo compararme en ningún momento porque sería como si el mar quisiera ser cielo o el cielo quisiera ser mar.
La inmensidad de mi don es tal que fluir y utilizarlo en mi propio bien contribuye a realizar un mundo mejor.

Reconocer quien soy, darme la posibilidad de manifestarlo realza el valor de aquello que, en mí, empuja siempre por salir.
Miro dentro en lugar de fuera para buscar; allí es donde  el poder emana de mi Yo superior, donde todo es perfecto.
Las vivencias terrenales me apartan de lo que soy verdaderamente si no es el corazón el que dirige el timón del barco de mi vida.
Entenderé que mi vida cumple su cometido cuando descubro en mi eso que me realza, me reafirma, me eleva. 

Eso que me permite fluir porque el rio siempre me conduce hasta el inmenso mar.
Mi  esencia es sagrada: enriquece el mundo y conecta con lo divino.
El coraje de ser yo misma implica atravesar fuerzas de resistencia, internas y externas,  que pretenden dirigir mis pasos.

Reconocer y ver lo que fue puesto en mí como don es elevar mi alma a a lo más sagrado de mi existencia y decir un sí a la vida; es elevar mi alma hasta el lugar donde la alegría, la fuerza y la pasión dirigen y dan sentido a mi existencia.

Miro dentro de mí para reconocer lo sagrado, mi joya, mi sabiduría interior que, sin importar de que modo se manifiesta, es lo que me ayuda a Ser, a evolucionar;

 y de ese modo el mundo a mi alrededor comenzará a brillar cual onda expansiva hacia todo el cosmos.

Mariví 


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