Estimados y admirables lectores, tras un breve periodo de trascendente introspección, he retornado en aras de proseguir con mi loable labor. Un escritor no puede aspirar a sobrevivir sin plasmar su ficción, o su opinión -en este caso- mediante las palabras. Muchos son los que se declaran abiertamente hostiles a mis humildes tratos, empero, es superior el número de fieles seguidores que amparan mi esmerado cometido. Sin más dilación procederé a exponerles el asunto que en el día presente me ha sido encomendando: La corrupción y sus temibles consecuencias.
El pasado 24 de mayo se celebraron en España las elecciones locales y autonómicas. Unos comicios electorales que se presentaban harto complejos para los confundidos ciudadanos de la nación española. La dificultad de estas elecciones ha residido en el temor de un pueblo defraudado por aquellos a los que habían depositado su confianza. El Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español han sido los causantes de este pernicioso y desfavorable distanciamiento entre el pueblo y sus representantes políticos. Cuantiosos casos de corrupción de gran envergadura han salido a la luz, salpicando a los dos principales partidos políticos nacionales. El bipartidismo sobre el que residía la estabilidad y el bienestar nacional ha sido dinamitado por la codicia, avaricia y ambición de sus dirigentes. Políticos convertidos en ladrones de guante blanco, inmunes en muchos casos a la propia justicia. El poder de esta maltrecha élite cleptócrata, ha logrado acabar con la independencia judicial, subyugándolo a los intereses de los siniestros gobernantes. Un hecho deleznable e ilegal, pues la constitución garantiza la separación de poderes, cosa que el Partido Popular parece haber olvidado. Mediante soflamas irrisorias ha tratado de manipular al pueblo español como si de niños analfabetos se tratase. El Partido Socialista también ha jugado con el dinero de los contribuyentes, pero al menos han emprendido un abierto proceso de regeneración democrática.
Estamos asistiendo a la dramática historia de aquellos que se corrompen, perdiendo sus principios morales, y por ende su honor. El Partido Popular ha sido una gran movimiento político conformado por profesionales dispuestos a servir a la patria española. Un partido político que ha logrado hitos económicos y sociales. Un grupo de personas leales a los principios cristianos, y hostiles al progresismo trasnochado. No obstante la corrupción se ha apoderado del partido conduciéndolo al descrédito y a la desvergüenza. Ante este catastrófico fenómeno -sumado a la crisis económica ya tratada de manera suficiente en artículos precedentes- nuevas fuerzas emergentes de centro y de izquierda han sido votadas masivamente, instalándose en las instituciones y cambiando el panorama político municipal y regional de España.
Podemos y Ciudadanos han irrumpido triunfalmente, como un soplo de aire fresco regenerador. La formación liderada por Pablo Iglesias cobra fuerza día tras día, y no es un delirio pensar que en las elecciones generales pueda hacerse con el gobierno de España. En cambio, me aventuro a vaticinar que Ciudadanos será un partido importante, que ejercerá un papel esencial en la oposición. En los seis meses que quedan de legislatura, el Partido Popular tiene mucho que trabajar si no quiere verse relegado al ostracismo.
Artículo escrito por Jesús Kuicast.
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