Por Dante A. Urbina
ERROR 1: La falacia de la lucha de
clases
La
lucha de clases se constituye como la doctrina clave del marxismo. De hecho,
Marx y Engels comienzan el “Manifiesto Comunista” (1848) escribiendo: “Toda la historia de la humanidad no es más
que la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y
plebeyos, nobles y siervos, maestros jurados y compañeros; en una palabra,
opresores y oprimidos, en lucha constante, mantuvieron una guerra
ininterrumpida, ya abierta, ya disimulada; una guerra que termina siempre, bien
por una transformación revolucionaria de la sociedad, bien por la destrucción
de las dos clases antagónicas”.
Sin
embargo, ello es una gran falacia pues si, como dice Marx, “toda la historia de
la humanidad no es más que la historia de la lucha de clases”, ¿cómo se
explican las luchas entre Stalin y León Trotski en la Unión soviética? ¿eran de
diferente clase? ¿Cómo se explica que cuando se dio la Primera Guerra Mundial
los obreros franceses en vez de aliarse
con los obreros alemanes para combatir a los capitalistas de Alemania y Francia
más bien se aliaron con sus propios capitalistas locales para combatir al otro
país? ¿Cómo se explican las disputas entre los diferentes reyes en la Edad
Media? ¿eran acaso luchas de “explotadores y explotados”?
En
realidad, son muchas las veces en que los vínculos nacionales y religiosos
pesan más que los supuestos vínculos de clase. Ergo, la teoría marxista de la
lucha de clases peca de simplista.
ERROR 2: Visión maniquea sobre el Estado
Para
Marx el Estado se
identifica con el aparato o conjunto de aparatos de los que se vale la clase
dominante para mantener su dominio. “El poder político, propiamente
hablando, es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra”, nos
dicen Marx y Engels en el “Manifiesto Comunista”. De ahí se sigue que el
fin del Estado no es un fin benévolo como la justicia, la libertad o el
bienestar general, sino pura y simplemente el interés específico de una
determinada clase social. El Estado no sirve a la sociedad en su conjunto;
favorece a unos, aplasta a los otros.
El
error de Marx está en que si bien puede ser cierto que el Estado puede servir a
los intereses
de la clase dominante, no tiene por qué ser necesariamente así ni tampoco
siempre ha sido así. Por ejemplo, gran parte de las leyes que reflejan
principios éticos fundamentales, como los de los derechos humanos o el derecho
criminal no son necesariamente consecuencia directa de los intereses económicos
de la clase dominante. Incluso en la política económica, cuando se persiguen
fines como una mayor justicia social o una distribución más equitativa de la
renta, el Estado no actúa necesariamente en sumisión a los intereses de la clase
dominante.
Aún más, ha habido varias
veces en la historia en que los intereses de los obreros (“la clase oprimida”,
en términos de Marx) han influido en las políticas económicas del Estado. Así
lo observaba el laborista inglés Jhon Strachey cuando escribía: “Es
realmente difícil sostener hoy, en Gran Bretaña, que los asalariados son una
clase impotente. Es necesario observar
los hechos; si lo hacemos, tendremos que admitir sin la menor duda que
los asalariados ingleses y agricultores americanos están usando efectiva y
continuamente, con mayor o menor éxito, al Estado, en interés suyo. La prueba
más válida de esto, según mi opinión, viene dada por la actitud hacia el Estado
que han ido tomando los propietarios americanos e ingleses. El hecho innegable es
que el típico hombre de negocios americano y, en parte, su colega inglés, odian
y teman hoy a su propia administración estatal” (1).
En este sentido también
convendría criticar la concepción marxista del poder, generalmente encarnado
por el Estado. Y es que el poder no tiene por qué ser intrínsecamente opresor
ni por qué estar ligado necesariamente a la división de intereses o el dominio
de una clase. El poder es aquello que nos permite alcanzar resultados y, por
tanto, no es de por sí un obstáculo para la emancipación social, sino que
también puede funcionar como aquello que la hace posible.
La visión según la cual el
Estado es un ente benévolo que sólo existe para servir a los intereses de toda
la sociedad, es evidentemente falsa. Pero eso no significa que deba ser
sustituida por la que proponen los marxistas, arguyendo que el Estado sirve
siempre y en cualquier parte a los intereses de la clase dominante. El Estado
es una institución sometida al juego del poder y éste puede ser usado por
cualquiera de los grupos de la sociedad tanto para fines buenos (mayor
igualdad, respeto a los derechos humanos, etc) como para fines malos (opresión,
legalización del aborto, etc).
ERROR 3: La violencia como medio necesario y
fundamental para el cambio político
La
violencia es una cuestión sustantiva del marxismo porque sin violencia
revolucionaria –según esta visión- no se puede sustituir una clase por otra, no
se puede derrumbar un viejo orden para crear uno nuevo. Esto no es
elucubración. Los propios Marx y Engels escriben claramente lo siguiente en el
último párrafo de “El Manifiesto Comunista”: “Los comunistas no se cuidan de disimular sus intenciones y sus
proyectos. Proclaman abiertamente que sus propósitos no pueden ser alcanzados
sino por el derrumbamiento violento de todo el orden social tradicional”.
Entonces,
la violencia es vista en el marxismo
como el medio primordial. No obstante, el gran problema es el siguiente: los
comunistas plantean que ellos luchan por la justicia social y solo van a
utilizar la violencia como medio contra
el “sistema opresor”, pero una vez que llegan al poder no ejercen ese poder en
función de la justicia sino para perpetuarse y terminan convirtiéndose en los
nuevos opresores por la vía política.
En
ese sentido, cabe recordar la experiencia de la Revolución Francesa: los grupos,
cuando llegan al poder, se sienten los grupos iluminados, se sienten los grupos
superiores de la sociedad que tienen el derecho de utilizar la violencia en pro
de que se cumplan sus ideales. Así, durante la Revolución Francesa se
guillotinaron a más de 6 mil personas y ¿saben en qué nombre? ¡En nombre de la
democracia, la libertad, la igualdad y la fraternidad! Para mantener la “democracia”
se instaló una dictadura.
De
este modo, el marxismo pretende luchar contra los “males de nuestra sociedad”
pero puede terminar generando males aún peores tomado en sí mismo. Y es que el
marxismo tiene un diagnóstico muy simplista y reduccionista de los problemas
sociales. Un diagnóstico correcto de estos problemas debe ser más complejo y
más estructurado. Pero no solo está el problema del diagnóstico simplista sino
sobre todo que las “soluciones” que ofrece el marxismo son sumamente erradas y
hasta peligrosas pues están basadas en un modelo antropológico que no reconoce
la dignidad humana, ni individualidad, ni el valor del hombre
independientemente de la sociedad o las revoluciones históricas. En la
estrategia marxista se utiliza al hombre como “carne de cañón” para lograr el “avance” hacia la próxima
etapa histórica para lograr el supuesto socialismo. Pero el hombre tiene un
valor intrínseco y quien así lo crea debe, por tanto, cuestionar fuertemente al
marxismo.
7 comentarios:
Me pregunto de dónde habrá sacado el autor de este artículo su conocimiento del socialismo científico, porque no acierta en prácticamente nada de lo que dice en su "homilía sacerdotal". Voy a refutar punto por punto todo lo que este señor ha dicho, que básicamente son un cúmulo de tópicos concentrados en un cóctel atiborrado de falacias.
En el primer punto el autor pone los siguientes ejemplos para demostrar que la teoría de la lucha de clases marxista es simplista:
1- La lucha interna dentro del PCUS.
2- La lucha fratricida entre obreros en la Primera Guerra Mundial.
3- Las disputas medievales.
Como el autor no tiene idea alguna sobre socialismo científico, no ha tenido en cuenta que el primer principio fundamental que rige éste es la dialéctica materialista, es decir, una concepción de la naturaleza y sus fenómenos representada de manera que las contradicciones inherentes en el universo son el motor y el resultado de la acción recíproca de las fuerzas contradictorias de la misma naturaleza. El autor hace una caracterización absolutamente metafísica de las clases sociales, casi religiosa, como si estas fueran elementos inmóviles que permanecieran por siempre en el mismo estado. No señor, las clases sociales también están sujetas a contradicciones, y elementos que en principio podrían tener una misma meta pueden convertirse en antagónicos, tal y como pasó con las luchas internas dentro del PCUS. El autor no tiene en cuenta que la materia se desarrolla en espiral, y que una vez llegada a un nivel cualitativo superior, ésta aún conserva particularidades de estados inferiores. Esto se contrapone a la concepción metafísica de la realidad, que observa el desarrollo como un círculo cerrado en el que nada nuevo es producido. El progreso del hombre lleva implícito la suma de determinadas características de manera gradual o continua, llegando a un momento límite en el que el más mínimo desequilibrio puede cambiar la realidad de manera radical. En la realidad social, este desequilibrio se mueve por la acción de la colectividad humana, denominada clase social. Por tanto, durante un proceso revolucionario habrá elementos de la clase revolucionaria que conservarán propiedades del antiguo orden, y que podrán ejercer prácticas antagónicas y reaccionarias. En otras palabras: la clase obrera, por muy revolucionaria que sea, aún conserva particularidades propias de la clase dominante —burguesía—, interiorizados mediante la hegemonía ejercida por la estructura. Estos elementos contradictorios se entienden como tesis y antítesis.
Respecto a la Primera Guerra Mundial, ésta demuestra que elementos de la misma clase pueden ser antagónicos entre sí, tal y como demostró aquella matanza de obreros y campesinos, que no fue otra cosa que una representación de las luchas entre diferentes facciones de una burguesía monopolista que luchaba por el control de los mercados internacionales. Es más, la posición de los partidos de la Segunda Internacional —que se decía marxista— en la que defendían la compra de bonos de guerra, significó el cisma definitivo entre los elementos revolucionarios de la Tercera Internacional, y los anteriormente citados, reaccionarios y social-chovinistas. El autor no entiende que, independientemente de la lucha de clases, las clases también luchan dentro de sus límites por diferentes contradicciones, como puede ser la toma de los territorios de un señor feudal contrario para aumentar el poder, si nos referimos a la Edad Media.
Es tan básico que me sorprende que alguien que se dice intelectual defienda semejante visión del marxismo.
En el segundo punto y el tercer punto, el autor obvia que las luchas entre contrarios y las acumulaciones de fuerza determinan el carácter opresor de un Estado, es decir, un Estado en el que la clase obrera es muy poderosa y esta cercana a las instituciones será más benévolo con la clase obrera que uno en el que ésta esté apartada por completo. El desarrollo de las medidas represivas del Estado español es un ejemplo paradigmático de esto. Asimismo, cabe destacar que Marx y Engels aciertan en su visión del Estado porque la historia les demostró que la burguesía jamás permitirá que la clase obrera lleve adelante sus planes económicos socialistas. Además, los ejemplos de Chile o Indonesia —por citar algunos— demuestran que el Estado conserva los elementos represivos de clase para defender los intereses económicos de la burguesía. De hecho, las leyes fueron creadas para gestionar el control de las primeras sociedades esclavistas. Una constante es evidente, ningún poder de clase ha sido derribado jamás mediante métodos pacíficos, principalmente porque la clase dominante no ha renunciado a sus privilegios.
Podría ser más profundo, pero la escasa calidad del artículo me invita a renunciar a continuar.
Saludos.
No es que el marxismo sea simplista. Es que lo retratas simplista para decir que es simplista. El artículo no aporta nada, es un vano intento de atacar a una ideología de la que el autor no tiene ni idea
Como seguidor de esta página destaco su transparencia, honradez intelectual y espíritu democrático de tener, nuestro querido Jesús Kuicast, también la contribución del cada vez más relevante filósofo católico crítico del marxismo Dante A. Urbina y por lo cual, ante presumible “defecto” del mismo (quizá no quiere prostituir este importante espacio con interminables “discusiones” que propicie cualquier “hijo de vecino”), tengo a bien, también como anónimo, responder al evidentemente recalcitrante y encasillado marxista que lo emplaza diciéndole:
1) Si, antes de manifestarte, hubieras precavidamente “googleado” a Dante (yo sí lo hice) verías que no se trata de un advenedizo sino de un economista, filósofo y apologista que aun siendo muy joven ya está adquiriendo raigambre internacional incluso en círculos especializados, habiendo dado ya conferencias en España y Alemania.
2) Dante ha sido ateo (condición obligada del marxismo) lo cual no solo lo ha enriquecido intelectualmente sino que le ha dado autoridad para confrontar las posiciones marxistas y, por tanto, el tratarlo gratuitamente como un neófito es clara evidencia del maniqueísmo (propio del marxismo recalcitrante) en que te ves aprisionado.
3) Antes de pronunciarte drásticamente sobre Dante y hacerle calificativos deberías primero haber visto lo que dice al respecto en su canal YouTube (https://www.youtube.com/channel/UCCwVIDA-8wV4D_GpYNVecrg) y/o sus blogs (http://elherejeortodoxo.blogspot.com/ y http://thehereticaleconomist.blogspot.com/).
4) Finalmente, y para no discutir en vacío ni nadar en una piscina de melaza, te decimos que es precisamente el Marx maduro (un frustrado de la religiosidad de su juventud por si no lo sabes) quien establece, introduce y parametra como “metafísicos” los conceptos de “clase social” y “lucha de clases” que son trasnochados ya que es evidente que las políticas marxistas han fracasado y seguirán fracasando en la práctica al no corresponderse con los principios de “primacía de la realidad” y el “sentido común”.
De anónimo a anónimo: 1) La dialéctica materialista es un artificio solo para sustentar y defender el marxismo y en la práctica no ha podido llegar más allá ya que devendría en un anti-epistemológico absurdo, 2) El coyuntural tránsito del individuo entre la riqueza y la pobreza según su capacidad, esfuerzo, oportunidad, suerte y aun maña (primacía de la realidad) hace absurdos los conceptos estáticos de "clase social" y "lucha de clases" del marxismo (si te esfuerzas, apoyas y aplicas a que tus descendientes tengan mayor y mejor formación que tu, es casi seguro que te superen y quede como una insensatez la supuesta "clase social" en que los pretendiste encasillar y menos lucharán por ella), 3)Si, siendo tu y yo pobres, taras las mentes de tus descendientes con lo de que pertenecen a una clase social y deben luchar por ella, es casi seguro que acaben sirviendo a los míos y sintiéndose siempre como inferiores y relegados (crees que en China quedan verdaderos maoistas y en Rusia verdaderos estalinistas?)
DE ANÓNIMO A ANNÓNIMO: 1) La dialéctica materialista es un artificio solo para sustentar y defender el marxismo y no ha podido llegar más allá ya que devendría en un absurdo epistemológico, 2) El coyuntural tránsito del individuo entre la riqueza y la pobreza según su capacidad, esfuerzo, oportunidad, suerte y aun maña hace irracionales los conceptos estáticos de "clase explotada" y "lucha de clases" del marxismo (si nos esforzamos, apoyamos y nos aplicamos a que nuestros descendientes tengan mayor y mejor formación y educación que nosotros, es casi seguro que nos superarán y quedará como un disparate lo de la supuesta "clase explotada" y más aun el que haya que luchar por ella), 3)Si taramos las mentes de nuestros descendientes con lo de que pertenecen a la clase explotada y deben luchar por ella, es casi seguro que acaben sirviendo a los de quienes no lo hacen y sintiéndose siempre como inferiores y relegados (¿crees que con la cada vez mayor libertad de pensamiento en Rusia, China y Cuba quedarán verdaderos comunistas?)
Buen artículo de este buen intelectual. Siempre seguidor de helios y sapentia. Un saludo desde Venezuela.
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