martes, 16 de junio de 2015



Por Dante A. Urbina

ERROR 1: La falacia de la lucha de clases

La lucha de clases se constituye como la doctrina clave del marxismo. De hecho, Marx y Engels comienzan el “Manifiesto Comunista” (1848) escribiendo: “Toda la historia de la humanidad no es más que la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, nobles y siervos, maestros jurados y compañeros; en una palabra, opresores y oprimidos, en lucha constante, mantuvieron una guerra ininterrumpida, ya abierta, ya disimulada; una guerra que termina siempre, bien por una transformación revolucionaria de la sociedad, bien por la destrucción de las dos clases antagónicas”.

Sin embargo, ello es una gran falacia pues si, como dice Marx, “toda la historia de la humanidad no es más que la historia de la lucha de clases”, ¿cómo se explican las luchas entre Stalin y León Trotski en la Unión soviética? ¿eran de diferente clase? ¿Cómo se explica que cuando se dio la Primera Guerra Mundial los obreros  franceses en vez de aliarse con los obreros alemanes para combatir a los capitalistas de Alemania y Francia más bien se aliaron con sus propios capitalistas locales para combatir al otro país? ¿Cómo se explican las disputas entre los diferentes reyes en la Edad Media? ¿eran acaso luchas de “explotadores y explotados”?

En realidad, son muchas las veces en que los vínculos nacionales y religiosos pesan más que los supuestos vínculos de clase. Ergo, la teoría marxista de la lucha de clases peca de simplista.

ERROR 2: Visión maniquea sobre el Estado

Para Marx el Estado se identifica con el aparato o conjunto de aparatos de los que se vale la clase dominante para mantener su dominio. “El poder político, propiamente hablando, es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra”, nos dicen Marx y Engels en el “Manifiesto Comunista”. De ahí se sigue que el fin del Estado no es un fin benévolo como la justicia, la libertad o el bienestar general, sino pura y simplemente el interés específico de una determinada clase social. El Estado no sirve a la sociedad en su conjunto; favorece a unos, aplasta a los otros.  

El error de Marx está en que si bien puede ser cierto que el Estado puede servir a los intereses de la clase dominante, no tiene por qué ser necesariamente así ni tampoco siempre ha sido así. Por ejemplo, gran parte de las leyes que reflejan principios éticos fundamentales, como los de los derechos humanos o el derecho criminal no son necesariamente consecuencia directa de los intereses económicos de la clase dominante. Incluso en la política económica, cuando se persiguen fines como una mayor justicia social o una distribución más equitativa de la renta, el Estado no actúa necesariamente en sumisión a los intereses de la clase dominante.

Aún más, ha habido varias veces en la historia en que los intereses de los obreros (“la clase oprimida”, en términos de Marx) han influido en las políticas económicas del Estado. Así lo observaba el laborista inglés Jhon Strachey cuando escribía: “Es realmente difícil sostener hoy, en Gran Bretaña, que los asalariados son una clase impotente. Es necesario observar  los hechos; si lo hacemos, tendremos que admitir sin la menor duda que los asalariados ingleses y agricultores americanos están usando efectiva y continuamente, con mayor o menor éxito, al Estado, en interés suyo. La prueba más válida de esto, según mi opinión, viene dada por la actitud hacia el Estado que han ido tomando los propietarios americanos e ingleses. El hecho innegable es que el típico hombre de negocios americano y, en parte, su colega inglés, odian y teman hoy a su propia administración estatal” (1).

En este sentido también convendría criticar la concepción marxista del poder, generalmente encarnado por el Estado. Y es que el poder no tiene por qué ser intrínsecamente opresor ni por qué estar ligado necesariamente a la división de intereses o el dominio de una clase. El poder es aquello que nos permite alcanzar resultados y, por tanto, no es de por sí un obstáculo para la emancipación social, sino que también puede funcionar como aquello que la hace posible.

La visión según la cual el Estado es un ente benévolo que sólo existe para servir a los intereses de toda la sociedad, es evidentemente falsa. Pero eso no significa que deba ser sustituida por la que proponen los marxistas, arguyendo que el Estado sirve siempre y en cualquier parte a los intereses de la clase dominante. El Estado es una institución sometida al juego del poder y éste puede ser usado por cualquiera de los grupos de la sociedad tanto para fines buenos (mayor igualdad, respeto a los derechos humanos, etc) como para fines malos (opresión, legalización del aborto, etc).

ERROR 3: La violencia como medio necesario y fundamental para el cambio político

La violencia es una cuestión sustantiva del marxismo porque sin violencia revolucionaria –según esta visión- no se puede sustituir una clase por otra, no se puede derrumbar un viejo orden para crear uno nuevo. Esto no es elucubración. Los propios Marx y Engels escriben claramente lo siguiente en el último párrafo de “El Manifiesto Comunista”: “Los comunistas no se cuidan de disimular sus intenciones y sus proyectos. Proclaman abiertamente que sus propósitos no pueden ser alcanzados sino por el derrumbamiento violento de todo el orden social tradicional”.

Entonces, la violencia  es vista en el marxismo como el medio primordial. No obstante, el gran problema es el siguiente: los comunistas plantean que ellos luchan por la justicia social y solo van a utilizar  la violencia como medio contra el “sistema opresor”, pero una vez que llegan al poder no ejercen ese poder en función de la justicia sino para perpetuarse y terminan convirtiéndose en los nuevos opresores por la vía política.

En ese sentido, cabe recordar la experiencia de la Revolución Francesa: los grupos, cuando llegan al poder, se sienten los grupos iluminados, se sienten los grupos superiores de la sociedad que tienen el derecho de utilizar la violencia en pro de que se cumplan sus ideales. Así, durante la Revolución Francesa se guillotinaron a más de 6 mil personas y ¿saben en qué nombre? ¡En nombre de la democracia, la libertad, la igualdad y la fraternidad! Para mantener la “democracia” se instaló una dictadura.

De este modo, el marxismo pretende luchar contra los “males de nuestra sociedad” pero puede terminar generando males aún peores tomado en sí mismo. Y es que el marxismo tiene un diagnóstico muy simplista y reduccionista de los problemas sociales. Un diagnóstico correcto de estos problemas debe ser más complejo y más estructurado. Pero no solo está el problema del diagnóstico simplista sino sobre todo que las “soluciones” que ofrece el marxismo son sumamente erradas y hasta peligrosas pues están basadas en un modelo antropológico que no reconoce la dignidad humana, ni individualidad, ni el valor del hombre independientemente de la sociedad o las revoluciones históricas. En la estrategia marxista se utiliza al hombre como “carne de cañón”  para lograr el “avance” hacia la próxima etapa histórica para lograr el supuesto socialismo. Pero el hombre tiene un valor intrínseco y quien así lo crea debe, por tanto, cuestionar fuertemente al marxismo. 

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pregunto de dónde habrá sacado el autor de este artículo su conocimiento del socialismo científico, porque no acierta en prácticamente nada de lo que dice en su "homilía sacerdotal". Voy a refutar punto por punto todo lo que este señor ha dicho, que básicamente son un cúmulo de tópicos concentrados en un cóctel atiborrado de falacias.

En el primer punto el autor pone los siguientes ejemplos para demostrar que la teoría de la lucha de clases marxista es simplista:

1- La lucha interna dentro del PCUS.

2- La lucha fratricida entre obreros en la Primera Guerra Mundial.

3- Las disputas medievales.

Como el autor no tiene idea alguna sobre socialismo científico, no ha tenido en cuenta que el primer principio fundamental que rige éste es la dialéctica materialista, es decir, una concepción de la naturaleza y sus fenómenos representada de manera que las contradicciones inherentes en el universo son el motor y el resultado de la acción recíproca de las fuerzas contradictorias de la misma naturaleza. El autor hace una caracterización absolutamente metafísica de las clases sociales, casi religiosa, como si estas fueran elementos inmóviles que permanecieran por siempre en el mismo estado. No señor, las clases sociales también están sujetas a contradicciones, y elementos que en principio podrían tener una misma meta pueden convertirse en antagónicos, tal y como pasó con las luchas internas dentro del PCUS. El autor no tiene en cuenta que la materia se desarrolla en espiral, y que una vez llegada a un nivel cualitativo superior, ésta aún conserva particularidades de estados inferiores. Esto se contrapone a la concepción metafísica de la realidad, que observa el desarrollo como un círculo cerrado en el que nada nuevo es producido. El progreso del hombre lleva implícito la suma de determinadas características de manera gradual o continua, llegando a un momento límite en el que el más mínimo desequilibrio puede cambiar la realidad de manera radical. En la realidad social, este desequilibrio se mueve por la acción de la colectividad humana, denominada clase social. Por tanto, durante un proceso revolucionario habrá elementos de la clase revolucionaria que conservarán propiedades del antiguo orden, y que podrán ejercer prácticas antagónicas y reaccionarias. En otras palabras: la clase obrera, por muy revolucionaria que sea, aún conserva particularidades propias de la clase dominante —burguesía—, interiorizados mediante la hegemonía ejercida por la estructura. Estos elementos contradictorios se entienden como tesis y antítesis.

Anónimo dijo...

Respecto a la Primera Guerra Mundial, ésta demuestra que elementos de la misma clase pueden ser antagónicos entre sí, tal y como demostró aquella matanza de obreros y campesinos, que no fue otra cosa que una representación de las luchas entre diferentes facciones de una burguesía monopolista que luchaba por el control de los mercados internacionales. Es más, la posición de los partidos de la Segunda Internacional —que se decía marxista— en la que defendían la compra de bonos de guerra, significó el cisma definitivo entre los elementos revolucionarios de la Tercera Internacional, y los anteriormente citados, reaccionarios y social-chovinistas. El autor no entiende que, independientemente de la lucha de clases, las clases también luchan dentro de sus límites por diferentes contradicciones, como puede ser la toma de los territorios de un señor feudal contrario para aumentar el poder, si nos referimos a la Edad Media.

Es tan básico que me sorprende que alguien que se dice intelectual defienda semejante visión del marxismo.

En el segundo punto y el tercer punto, el autor obvia que las luchas entre contrarios y las acumulaciones de fuerza determinan el carácter opresor de un Estado, es decir, un Estado en el que la clase obrera es muy poderosa y esta cercana a las instituciones será más benévolo con la clase obrera que uno en el que ésta esté apartada por completo. El desarrollo de las medidas represivas del Estado español es un ejemplo paradigmático de esto. Asimismo, cabe destacar que Marx y Engels aciertan en su visión del Estado porque la historia les demostró que la burguesía jamás permitirá que la clase obrera lleve adelante sus planes económicos socialistas. Además, los ejemplos de Chile o Indonesia —por citar algunos— demuestran que el Estado conserva los elementos represivos de clase para defender los intereses económicos de la burguesía. De hecho, las leyes fueron creadas para gestionar el control de las primeras sociedades esclavistas. Una constante es evidente, ningún poder de clase ha sido derribado jamás mediante métodos pacíficos, principalmente porque la clase dominante no ha renunciado a sus privilegios.

Podría ser más profundo, pero la escasa calidad del artículo me invita a renunciar a continuar.

Saludos.

Anónimo dijo...

No es que el marxismo sea simplista. Es que lo retratas simplista para decir que es simplista. El artículo no aporta nada, es un vano intento de atacar a una ideología de la que el autor no tiene ni idea

Anónimo dijo...

Como seguidor de esta página destaco su transparencia, honradez intelectual y espíritu democrático de tener, nuestro querido Jesús Kuicast, también la contribución del cada vez más relevante filósofo católico crítico del marxismo Dante A. Urbina y por lo cual, ante presumible “defecto” del mismo (quizá no quiere prostituir este importante espacio con interminables “discusiones” que propicie cualquier “hijo de vecino”), tengo a bien, también como anónimo, responder al evidentemente recalcitrante y encasillado marxista que lo emplaza diciéndole:
1) Si, antes de manifestarte, hubieras precavidamente “googleado” a Dante (yo sí lo hice) verías que no se trata de un advenedizo sino de un economista, filósofo y apologista que aun siendo muy joven ya está adquiriendo raigambre internacional incluso en círculos especializados, habiendo dado ya conferencias en España y Alemania.
2) Dante ha sido ateo (condición obligada del marxismo) lo cual no solo lo ha enriquecido intelectualmente sino que le ha dado autoridad para confrontar las posiciones marxistas y, por tanto, el tratarlo gratuitamente como un neófito es clara evidencia del maniqueísmo (propio del marxismo recalcitrante) en que te ves aprisionado.
3) Antes de pronunciarte drásticamente sobre Dante y hacerle calificativos deberías primero haber visto lo que dice al respecto en su canal YouTube (https://www.youtube.com/channel/UCCwVIDA-8wV4D_GpYNVecrg) y/o sus blogs (http://elherejeortodoxo.blogspot.com/ y http://thehereticaleconomist.blogspot.com/).
4) Finalmente, y para no discutir en vacío ni nadar en una piscina de melaza, te decimos que es precisamente el Marx maduro (un frustrado de la religiosidad de su juventud por si no lo sabes) quien establece, introduce y parametra como “metafísicos” los conceptos de “clase social” y “lucha de clases” que son trasnochados ya que es evidente que las políticas marxistas han fracasado y seguirán fracasando en la práctica al no corresponderse con los principios de “primacía de la realidad” y el “sentido común”.

Anónimo dijo...

De anónimo a anónimo: 1) La dialéctica materialista es un artificio solo para sustentar y defender el marxismo y en la práctica no ha podido llegar más allá ya que devendría en un anti-epistemológico absurdo, 2) El coyuntural tránsito del individuo entre la riqueza y la pobreza según su capacidad, esfuerzo, oportunidad, suerte y aun maña (primacía de la realidad) hace absurdos los conceptos estáticos de "clase social" y "lucha de clases" del marxismo (si te esfuerzas, apoyas y aplicas a que tus descendientes tengan mayor y mejor formación que tu, es casi seguro que te superen y quede como una insensatez la supuesta "clase social" en que los pretendiste encasillar y menos lucharán por ella), 3)Si, siendo tu y yo pobres, taras las mentes de tus descendientes con lo de que pertenecen a una clase social y deben luchar por ella, es casi seguro que acaben sirviendo a los míos y sintiéndose siempre como inferiores y relegados (crees que en China quedan verdaderos maoistas y en Rusia verdaderos estalinistas?)

Anónimo dijo...

DE ANÓNIMO A ANNÓNIMO: 1) La dialéctica materialista es un artificio solo para sustentar y defender el marxismo y no ha podido llegar más allá ya que devendría en un absurdo epistemológico, 2) El coyuntural tránsito del individuo entre la riqueza y la pobreza según su capacidad, esfuerzo, oportunidad, suerte y aun maña hace irracionales los conceptos estáticos de "clase explotada" y "lucha de clases" del marxismo (si nos esforzamos, apoyamos y nos aplicamos a que nuestros descendientes tengan mayor y mejor formación y educación que nosotros, es casi seguro que nos superarán y quedará como un disparate lo de la supuesta "clase explotada" y más aun el que haya que luchar por ella), 3)Si taramos las mentes de nuestros descendientes con lo de que pertenecen a la clase explotada y deben luchar por ella, es casi seguro que acaben sirviendo a los de quienes no lo hacen y sintiéndose siempre como inferiores y relegados (¿crees que con la cada vez mayor libertad de pensamiento en Rusia, China y Cuba quedarán verdaderos comunistas?)

venezuelafree dijo...

Buen artículo de este buen intelectual. Siempre seguidor de helios y sapentia. Un saludo desde Venezuela.