Pernoctando en La Arcadia Colorida.

Admirados y loables lectores, tras un largo periodo de ardua introspección, he retornado en aras de proseguir con mi tamaña labor de compartir sabiduría y opinión. Los avatares del destino nos apartan del recto sendero en ciertos momentos de nuestra existencia terrera, mas en un acto heroico, hemos de recordar cuál es nuestro sublime menester. Muchos clamarán al cielo rogando mi desaparición, y numerosas masas vitorearán mi regreso. Jamás me ocultaré bajo la malvada hipocresía en pos de agradar a insulsos humanos. Sin más dilación procederé a tratar el asunto que en el día presente me ha sido encomendado.

Observaba estupefacto como las matemáticas, el lenguaje de Dios, carecían de sentido en aquel antro de gente hermosa. Jóvenes extraviados en un laberinto sin salida moral aceptable; Sin embargo, ¿qué es o habría de ser la moral aceptable? Tamaña cuestión me preguntaba sin cese aquella anodina noche. Súbitamente la fulgurosa imagen del maestro Mahatma Gandhi apareció en mi mente y arribé a la evidentísima conclusión de que todos y cada uno de nosotros somos hijos del universo, partes sagradas de "El Gran Todo". Por consiguiente, si obedecemos al sentido común aquellos que son definidos, afectuosamente, como alternativos, son parte de "Dios" mismo, es así como toda teoría en contra de las libertades individuales habría de ser calificada de maligna doctrina ignominiosa. Sin embargo, considero oportuno recalcar la esencia que dota de benigna o maligna a cada tendencia libertaria que practica el ser humano: es lícito todo comportamiento y tendencia moral que no cause daños a uno mismo o al prójimo. Algunos me acusarán de hermético opinante implícito, empero no les brindaré a mis detractores el sumo placer de leer lo que no anhelo que sea leído. Ese pequeño "living room" era un microcosmos, un universo lleno de color en el que el título del famoso libro de Aleister Crowley: "Haz tu voluntad", cobraba más sentido que nunca.

Es plausible afirmar que los hábitos de "los juglares del neopaganismo" no eran del todo saludables; mas, ¿quién soy yo para juzgar a nadie ni a nada? Sin necesidad alguna de contestación, sólo declararé mi sorpresa ante los humanos que fluyen cual agua fluvial. ¿Qué significa fluir como el agua? Yo os lo diré: Existir en todo tu esplendor, mostrar las dos caras de la hermana Luna, sin mantener la oscura bajo el velo del misterio. Es posible que lo que yo viví someramente aquella noche se repita de manera usual; no me importa la intrascendencia de la que ciertos colegas cogitabundos puedan acusarme, si no más bien me inquieta que éste sea el primer paso hacia el mester de progresía. 

Es fascinante como cada individuo posee una absoluta cosmovisión particular y peculiar. ¡Qué absurdo los que se afanan por imponer "los dogmas de predicando y con el mazo dando". No tengo la más mínima pretensión de escribir un tratado sobre el "living room" de la amabilidad, aunque yo lo denominaría..."El antro de la alegría".

Artículo escrito por Jesús Kuicast.

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