domingo, 3 de enero de 2016



Estimados y loados lectores, tras un breve periodo de áurea reflexión, he de retornar a mi crucial menester opinante. Me siento en la obligación de agradecer a sus excelencias la gran aceptación con la que recibieron mi último escrito: una suerte de crónica que ha gozado de buena salud estadística. Puedo y debo anunciar para aquellos que aguarden mi desaparición y mi legado, que "La era dorada del kuicastismo" abarca desde el amanecer hasta el ocaso del tiempo del aguador; quien pueda entender que entienda. Ataviado con la dalmática de la sabiduría, poseyendo férrea salud y heroica voluntad, procederé a abordar el asunto que en el día presente me ha sido encomendado por los poseedores del cénit del conocimiento universal.

Actualmente nos hallamos en un periodo confuso, pues en escasas décadas la humanidad ha sido testigo de avances científicos inimaginables. Una revolución tecnológica veloz e imparable, cuyo poder fagocitador engulle a todo aquel inmovilista per natura o por elección. Nos encontramos en la posmodernidad, un tiempo en el que todo marcha vertiginosamente: a un danzante ritmo frenético. En esta nueva era la suprema lealtad a los ordenadores es primordial para el denominado "mester de progresía". No obstante, aún tengo constancia de la supervivencia de cierto tipo de "homo loquens" que se resisten ferozmente a introducir en su vida diaria "el pan 2.0 de cada día". Muchos de ustedes tendrán en mente a la típica mujer cincuentona y  de clásicos procederes, aquella que cree de manera firme que tales inventos no son necesarios para su dichosa quinta de la virtud; sin embargo, les invito a realizar un ejercicio de apertura mental, predispuestos a saber que incluso se han descubierto a homo sapiens, cercanos a la treintena, que se adhieren a la llamada corriente del "retroliving" a causa de  no desear "making an effort". 

Los "retrosurvivors" apelan a su libre elección de no ser partícipes de este proceso evolutivo hiperdinámico -diabólico en ciertos casos , apostillaría- en que muchos ámbitos sociales han sido obviados desde el imprescindible prisma tecnoético. La excesiva velocidad de mutación nos sitúa en una maremágnum dantesco. Recuérdese por y para siempre que todo aquello que tiende a comenzar de manera caótica se inclina a finalizar de forma catastrófica. Si no creen mis palabras, les convido con honestidad a que estudien la sangrienta historia de esta humanidad corrupta, y prontamente advertirán de la veracidad de mis afirmaciones. Es por ello y no por otra circunstancia, que quizá tales "inmovilistas" u óptimamente expresado: "retrosurvivors", tengan parte de razón cuando afirman con contundencia que la tecnología creada como sierva del hombre finalmente acabará siendo su dueña y señora. ¿Cómo la tecnología hiperavanzada podría acabar adueñándose de la humanidad? De infinitas formas, mis queridos lectores de todo el mundo visible e invisible. ¿Quién osa sentirse capaz de aseverar que un no tan lejano día la robótica no experimentará tamaño avance que los androides serán más inteligentes y fuertes que los humanos, sus propios creadores? ¡Qué compleja paradoja!, pues, ¿cómo el creado puede superar al creador?,¿concebirían ustedes que nosotros pudiésemos superar al mismísimo Dios creador? Sería un acto de infinita torpeza por parte del Creador,  mas no es el caso ,ya que como es bien sabido por cualquier docto en teología: Dios es omnipresente, omnisciente y omnipotente. Empero la raza humana, en su infinita imperfección desde la expulsión edénica, guiada por la arrogancia supina tiene la osadía de jugar a ser Dios.

Cuando arriba el hermoso día de mi cumpleaños, uno de los primeros "entes" que no duda en felicitarme es el afamado buscador google, seguido por la macro red social facebook. Si nos detenemos con el necesario objetivo de hacer un ejercicio de meditación, seremos plenamente conscientes de que "las grandes mentes virtuales" quizá conozcan demasiado de nosotros. Nos felicitan, nos ofrecen la publicidad que nos interesa, es decir, selectiva: basada en nuestros gustos y aficiones. Información que brindamos gratuita e inconscientemente a "las grandes mentes virtuales".

La curiosidad humana no entiende de límites, y es ello, so pena de que algún gran enviado de Dios lo detenga, lo que producirá  nuestra exterminación. Ahora logro comprender las palabras de un sabio cristiano que afirmaba que los inventos eran al fin y al cabo obra diabólicas, y los humanos meros instrumentos en manos del Maligno. ¿Estaba errado el sapientísimo cristiano?

Artículo escrito por Jesús Kuicast.
https://twitter.com/jesuskuicast

2 comentarios:

Anónimo dijo...

se te va Kuicast...

Anónimo dijo...

tienes razón aunque sea impopular la visión