Estimados y considerados lectores, un día más he de retornar con el loable objetivo de proseguir con mi labor articulista. Un ingente número de seguidores son los causantes de mi perpetuación en este arduo menester, y gracias a sus constantes muestras de gratitud puedo soportar la necedad y mezquindad de los detractores de La Verdad. Nos hallamos en un mundo colmado de pueblos envilecidos como consecuencia de doctrinas y pseudo-religiones perturbadoras. El socialismo, el comunismo, el anarquismo y otros pérfidos credos contaminan la atmósfera mental de la humanidad. Vivimos inmersos en la cultura posmoderna y nihilista de la muerte; "el renacer de los ídolos", y "la muerte del Dios verdadero". Es por ello, que me ha sido asignada la divina tarea de iluminar humildemente doquiera que impere la oscuridad. Sin más dilación, procederé a exponer el asunto que hoy me concierne: La necesidad de Dios para la supervivencia humana.
Un viernes por la noche cualquier, camino apesadumbrado por las calles de una gran ciudad. La abundancia de juventud es masiva, pues es jueves, el denominado día festivo universitario. Jóvenes acicalados, predispuestos a triunfar en la "noche de los excesos". Los hombres jóvenes creen poseer el mundo así como poder cambiarlo a base de un simple acto de insubordinación; la irreverencia es un modus operandi aplaudido por el entorno juvenil. Las universitarias se atavían con sus prendas más impúdicas, con el objetivo de cautivar los corazones y calentar los calzones del sexo opuesto. Todos ellos practican la danza de la indecencia: "el ritual del vicio" aprobado y auspiciado por los conspiradores del "Nuevo Orden Mundial". Antros sumidos en la oscuridad donde confluyen el alcohol, las sustancias estupefacientes y "las luces de la confusión". Nada importa para la mayoría, pues el único fin de esta vida es el placer momentáneo: una ideología idólatra, nihilista y egoísta que se ha adueñado de las almas de manera sutil y paulatina. Son fieles adoradores -conscientes o inconscientes- del "becerro de oro". "Dios ha muerto" para ellos, y con ello todo el sentido verdadero de la existencia.
La sociedad contemporánea se resiste a practicar los valores morales cristianos, pues la propaganda progresista posmoderna los ha vendido como vetustas y anacrónicas costumbres que tenían como objetivo enjaular al ser humano, privándolo de su legítima libertad. Sin embargo, la moralidad cristiana concede libertad absoluta al hombre, y protege a éste del libertinaje, el cual conduce a la terrible autodestrucción de cuerpo y alma. Las vidas ejemplares de los Santos han caído en el olvido, y las vidas deplorables de los ídolos posmodernos han sido ensalzadas. Siendo testigos de tanta vileza mundana, los cristianos hemos de permanecer alerta ante esta avalancha de despropósitos. Los seguidores de Cristo no debemos frecuentar ningún lugar en el cual no more el espíritu santo, ya que nada benigno puede acontecer allí donde las enseñanzas de Cristo son obviadas por completo.
En el transcurso de la historia La Santa Iglesia Católica ha ido progresando en aras de perfeccionarse y corregir aquellos errores que de manera lamentable han sido fruto del desacierto humano. Empero, La Iglesia avanza rumbo al futuro proclamando La Verdad de Jesús, y concienciando a la humanidad de que el cristianismo no tiene el cometido de reprimir la naturaleza humana, sino de acercar el mensaje nuclear de Cristo: el amor puro y verdadero a Dios y al prójimo.
2 comentarios:
Amén.
Amén.
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